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Sostenibilidad y empresa ciudadana

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Marzo 2021 / 89

Ilustración
Andrea Bosch

La salida de la crisis pasa por repensar el modelo para poner la vida en el centro con una economía social transformadora.

Parece conveniente observar las iniciativas de impulso y seguimiento de la responsabilidad social y ambiental de las empresas con relación a nociones inspiradoras que puedan contribuir a articular propuestas estratégicas a medio y largo plazo. Ello nos ha de permitir detectar las actitudes oportunistas por parte de algunas empresas y la utilidad de estas herramientas para favorecer cambios estructurales.

Es útil relacionar un diagnóstico sobre la crisis, la sostenibilidad integral, la economía plural transformadora y la empresa ciudadana mediante un hilo conductor orientado hacia la construcción de un modelo socioeconómico que sitúe a la persona y al entorno en el centro de la economía.

La crisis estructural se manifiesta de forma simultánea en los ámbitos financiero, energético, ecológico, social y de los valores. Y la pandemia ha descubierto y amplificado los desequilibrios económicos y sus efectos sociales y ecológicos.

Se impone la necesidad de experimentar nuevas formas de entender la empresa y la economía. Crear condiciones para salir de una crisis estructural no aconseja retornar a situaciones anteriores.

Es preciso, en este sentido, entender la sostenibilidad integral (individual, social y ambiental) como un objetivo al que debería tender la sociedad. Precisamos reconvertir nuestras formas de producción y de consumo. En consecuencia, debemos entender que la economía debe ser un subsistema supeditado a los sistemas ambiental y social y que avanzar en sostenibilidad integral es avanzar en la sostenibilidad de la vida.

Sin dejar de tener en cuenta que, en buena medida, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas proviene de acuerdos anteriores incumplidos de forma sistemática y que no fija responsabilidades que faciliten su cumplimiento, es cierto que propone acciones de carácter integrado que abarcan las esferas económica, social y ambiental que pueden permitir emplazar a los poderes públicos y a las empresas a acciones concretas que hagan posible su cumplimiento.

Según se planteó en 2016 en el Plan de Impulso de la Economía Social y Solidaria del Ayuntamiento de Barcelona, y nos ha recordado Iván Miró en su propuesta de Una economía para la vida, es necesario erigir un nuevo modelo socioeconómico basado en una economía plural transformadora que se dirija al mundo de la empresa mercantil, a las empresas y entidades de la economía social y solidaria y a las instituciones públicas desde su función, también, como agentes socioeconómicos.

Compromiso

Debe ser una economía plural transformadora que se construya concretando los valores de la sostenibilidad integral y que pueda satisfacer equitativamente las necesidades económicas, sociales y culturales de la sociedad; garantizar, en definitiva, bienes y servicios necesarios para la dignidad de la vida humana. Para avanzar es imprescindible la aceptación, por parte de las empresas, de que su propia existencia es posible gracias a la sociedad y el entorno del que forman parte y que rindan cuentas mostrando su compromiso social y ambiental. Que constaten su comportamiento como empresa ciudadana.

En ocasiones hay una enorme distancia entre los compromisos y la práctica real

El término empresa ciudadana fue propuesto en 1992, en Nantes, durante el congreso de la asociación francesa Centro de Jóvenes Directivos. En la carta de la empresa ciudadana se proponían unos principios para su desarrollo: equilibrio entre la empresa y la persona, alianza con la ecología, colaboración con sus proveedores, creación de ocupación, compromiso con el codesarrollo de las ciudades y lugar de aprendizaje permanente.

La empresa ciudadana, como la describe Jordi García, además de productos y servicios útiles a las personas, a las que debe vender a un precio justo, debería generar unos excedentes económicos y socioculturales. Al conjunto de estos excedentes distribuidos los denomina excedente integral y de triple destino, que distribuiría de forma equitativa entre sus miembros, la propia empresa y la sociedad.

Potencialmente la empresa ciudadana puede impulsar dinámicas significativas de transformación socioeconómica. En el plano conceptual, tiende a superar la escala de valores y el fundamento ideológico de la empresa mercantil convencional y pone en cuestión el hecho de que esta sea considerada acríticamente único modelo. Al hablar de empresa obliga a plantearse de qué tipo de empresa se trata, a qué tipo de organización responde y al hecho de que el sistema económico y la actuación de la empresa son dos caras de la misma moneda.

En su despliegue, la empresa ciudadana puede impulsar la innovación transformadora referida a los productos y/o servicios ofrecidos, las condiciones de producción, distribución y comercialización, las estrategias de marketing y publicidad, la relación con sus clientes y proveedores y su impacto ambiental. Se trata de una concepción de innovación que supera un carácter utilitarista y que toma en consideración si atiende a necesidades “no inducidas” y a las consecuencias sociales y ambientales de su producción.

1992: Jóvenes directivos franceses lanzan en Nantes el concepto de empresa ciudadana

Asimismo, puede favorecer la concienciación de una ciudadanía activa con relación al consumo, la cooperación, la reciprocidad y la solidaridad impulsando el nacimiento y consolidación de una ciudadanía responsable.

Orientando y ampliando su noción de viabilidad, apoyada en el medio y largo plazo y en su carácter no especulativo, la empresa ciudadana puede contribuir a organizar y desarrollar circuitos completos (producción, distribución, consumo, financiación, reproducción, cuidados, gestión del ciclo de vida de los productos…) de acuerdo con lógicas diferentes de las que rigen el mercado actual que vinculen la producción sostenible de bienes y servicios con el consumo responsable.

Si observamos a las entidades que operan en el mercado asegurador, constatamos la distancia que existe, a veces enorme, entre los compromisos formalmente asumidos y sus prácticas respecto a cuestiones ambientales, sociales y de buen gobierno.

Sirva de ejemplo el compromiso de más de 27 entidades aseguradoras de relevancia mundial en 2011, The Principles for Sustainable Insurance, consistente en integrar en la toma de decisiones las cuestiones ambientales, sociales y de buen gobierno; colaborar con clientes y socios comerciales, con gobiernos y otros grupos de interés para concienciar sobre el tema y el compromiso de transparencia respecto al avance en la aplicación de los mismos. Estos aspectos contrastan con que alguno de los principales firmantes de estos compromisos aparezcan de forma destacada en el informe publicado por el Centre Delàs en septiembre de 2020 que identifica inversiones en la industria armamentística.

El impulso del seguro ético y solidario y de la certificación Ethsi son una herramienta necesaria que, promoviendo la recuperación del sentido mutual del mundo asegurador, una política de inversiones social y ambientalmente responsable y una gestión participada y equitativa, puede evitar usos oportunistas de la responsabilidad social empresarial y acerca a estas entidades a las potencialidades transformadoras de la empresa ciudadana.