“¿Trabajo seguro? Prefiero la libertad” // Albert Cañigueral
FOTO: EDU BAYER
Era ejecutivo de una multinacional y lo dejó. ¿Por qué?
Me aburría. Cuando empecé, mi trabajo era investigar. Una década después, discutía con proveedores por el precio. ¿Qué sentido tiene dedicarse a esto?
Era un trabajo seguro y bien pagado. Ya lo querrían muchos jóvenes.
No estaría tan seguro. Los jóvenes tienen menos ataduras a valores que en realidad son de otra época: trabajo seguro, piso en propiedad, etc. De entrada, porque entienden que la dinámica
precedente se ha roto: estudiar ya no es garantía de trabajo seguro y bueno para toda la vida, del cual solía salir luego un piso en propiedad. Ya saben que en el carril no hay salida. Pero es que, además, ¡no lo quieren! Entre el trabajo seguro y la libertad, elijo lo segundo.
¿Cómo dice?
Se están liberando de las convenciones de una sociedad que en realidad está cambiando.
Seith Godin cuenta que la generación de nuestros padres tuvo un trabajo para toda la
vida; la mía, unos siete, y la de nuestros hijos tendrá siete trabajos a la vez.
¿Esto no es una precariedad brutal?
Quizá. Pero también más libertad y resiliencia: no dependes de alguien que te tiene bien agarrado ni quedas atado e hipotecado a nada.
¿Una sociedad más individualista?
Todo lo contrario: supone reconstruir el valor de la colaboración. Lo digital no es solo un
cambio de herramienta. Es otro mundo, con otra manera de pensar. Al final, la cultura digital
es esto: colaborar, compartir, confiar… Llevamos una década con ello y la tecnología ha
dado un gran salto hacia facilitar que esto, que es norma en el mundo digital, llegue también
al real. Y la crisis supone otro gran acelerador.
¿En la medida en que se gasta menos?
También, pero no solo. Es una forma muy pragmática de afrontar problemas económicos,
sociales y medioambientales. Si comparto coche, ahorro dinero para mí, pero también mejora el tráfico, evito que tengan que hacerse grandes inversiones para ampliar las infraestructuras, ahorro gasolina y además conozco gente afín, que tiene una manera similar de ver el mundo.