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Más allá de la ley, que será más estricta, los usuarios tienen un control limitado sobre los datos que vuelcan en Internet
ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR
Hubo un tiempo pasado en el que la magnitud de las cosas enormes se medía en campos de fútbol o en la altura de torres simbólicas que en algunos casos ya ni siquiera existen. Hoy, el magma de datos que producimos cada día en Internet en torno a lo que hacemos, a lo que opinamos, a lo que nos interesa, a lo que nos preocupa, nos divierte, nos motiva o nos disgusta, y que año tras año no deja de multiplicarse, requiere de otras unidades de medida como los gigabytes (mil millones de bytes), los terabytes (un billón de bytes) o, si alargamos la lista de ceros, los petabytes, exa-bytes y zettabytes. Para lograr visualizar mejor las montañas de macrodatos que se acumulan, los expertos recurren a nuevas imágenes comprensibles, como el número de teléfonos inteligentes que sería necesario para albergar determinada...
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