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Un ejemplo de éxito

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Septiembre 2021 / 94

Ilustración
Andrea Bosch

La experiencia de Trabensol demuestra que es posible vivir con plenitud y en comunidad los últimos años de la vida.

La idea surgió en la década de 1990 entre un grupo de colaboradores del padre Llanos, el célebre cura obrero del barrio madrileño de Vallecas. Aquellos amigos, muy activos en movimientos sociales y asociaciones de vecinos, empezaron a darle vueltas a la posibilidad de construir un edificio en el que vivir juntos después de jubilarse, y pronto se sumó a ellos un grupo procedente del vecino Moratalaz. “No queríamos ser abuelos maleta, de los que van de casa en casa de los hijos, y nos propusimos organizar nuestro propio futuro”, explica Antonio Zugasti, jubilado de los talleres de Iberia y sindicalista de CC OO, que también vistió los hábitos antes de casarse. “Fui cura obrero y después solo obrero”, recuerda con sorna.

Una vez ahorrado el dinero necesario y tras superar multitud de obstáculos, en 2013 abrió sus puertas Trabensol, uno de los primeros centros de mayores autogestionados existentes en España. El emplazamiento elegido no podía ser más distinto al de Vallecas: Torremocha de Jarama, un pueblo de apenas 1.000 habitantes ubicado a unos 75 kilómetros al norte de la capital, a tiro de piedra de la histórica aldea de Patones y al pie de la Sierra Norte de Madrid. 

Con un diseño moderno y vistoso, Trabensol no se parece en nada a la típica residencia de ancianos. Las dependencias se reparten en torno a un amplio patio arbolado y la luz entra por todos lados. El centro cuenta con 54 apartamentos de 50 metros cuadrados más 8 de terraza, cada uno con cocina y baño. Todos están orientados a mediodía para facilitar el ahorro energético y disfrutar de las vistas a la vega alta del río Jarama. En total viven allí 80 personas, incluidas varias parejas. Los apartamentos se reparten en cinco galerías, cada una pintada de un color diferente para facilitar la orientación de las personas residentes. Escaleras y pasillos están diseñados para ser fáciles de usar. Todo está pensado para fomentar la comunicación entre los vecinos y, al mismo tiempo, respetar la intimidad de cada uno.

Las zonas comunes de Trabensol son amplias y luminosas. Hay cocina, sala de juegos, sala de televisión, biblioteca, gimnasio, piscina terapéutica cubierta, taller de artes plásticas y una zona dedicada a las personas con dependencia. El comedor también hace las veces de salón de actos. Las instalaciones están a disposición de los habitantes de Torremocha, que pueden venir a ver una película, practicar pilates y yoga y  jugar a la petanca. El centro no tiene afiliación religiosa, pero cuenta con una “sala de silencio” en la que poder rezar o meditar.

El edificio es bioclimático. Utiliza la geotermia para calentar en invierno y refrigerar en verano mediante suelo radiante. Hace poco han instalado placas solares para generar la luz eléctrica. “Es de las cosas más conseguidas que tenemos”, afirma Zugasti. 

Llama la atención la variedad de árboles y lo cuidado que están los jardines. En todas las zonas exteriores hay lugares donde protegerse del sol del verano y pasear sin necesidad de salir del recinto. Las personas residentes a las que les gusta caminar disponen de multitud de rutas en los alrededores y las aficionadas la horticultura tienen una extensa huerta en la que cultivan calabacines, puerros, pimientos, lechugas, tomates y muchas cosas más. Hay también frutales y un jardín de cactus. Todo el riego procede un aljibe propio capaz de almacenar hasta 600 metros cúbicos de agua de lluvia. 

Dos ideas

Zugasti relata que los fundadores se propusieron que la solidaridad, la cooperación y la ayuda mutua fueran los valores centrales de la convivencia. La cooperativa Trabensol (Trabajadores en Solidaridad), gestora del centro, se apoyó en dos ideas básicas que hoy siguen vivas: que los problemas se resuelven mejor cooperando que compitiendo y que el bienestar de la persona depende fundamentalmente de las relaciones humanas.

Para financiar el proyecto, los socios comenzaron a aportar una cuota mensual cuando los planes maduraban. Tras una larga y procelosa búsqueda, los cooperativistas encontraron el terreno de Torremocha con ayuda del alcalde y en 2011 comenzaron las obras, que duraron dos años. En total, los socios de la cooperativa invirtieron 145.000 euros por apartamento. La propietaria de las viviendas es la cooperativa, con lo que se evita cualquier tentación especulativa. En colaboración con el Mercado Social de Madrid, Trabensol participa anualmente en la campaña de auditoría y balance social como muestra de transparencia y coherencia con los principios fundadores.

Lista de espera

La edad media actual de los residentes ronda los 75 años. Para entrar en la cooperativa hay que apuntarse en una lista de espera y tener una edad mínima de 50 años. Con el propósito de que la edad media no suba excesivamente, no se admiten nuevos socios mayores de 70 años. Cuando una de las personas residentes fallece, los hijos pueden quedarse con el apartamento si reúnen los requisitos necesarios para vivir en Trabensol. En caso contrario se les devuelve el dinero aportado a la cooperativa por su progenitor a la cooperativa. Quien llegue nuevo debe pagar 150.000 euros para ejercer su derecho de uso de la vivienda.

La solidaridad y la ayuda mutua son los pilares de la  convivencia en el centro

Las crisis que han ido surgiendo se han resuelto con diálogo y buena disposición

La cooperativa se gestiona a través de un consejo rector elegido democráticamente por los socios. La asamblea general, en la que todos tienen voz y voto, es el órgano máximo de decisión. La participación es fundamental en la vida de Trabensol. El funcionamiento del día a día está en manos de comisiones de trabajo, que son las encargadas de organizar las actividades. Hay comisión de jardinería, de patrimonio (responsable del mantenimiento del edificio), de comunicación, de vida saludable (cocina y alimentación) y de emprendedores, que asesora a proyectos similares en otros lugares de España. Cada persona participa en la actividad que más le apetece. 

Trabensol ofrece a las personas residentes unos servicios comunes básicos (comedor, lavandería, limpieza, etc.) que garantizan un nivel de vida digno y confortable. La cuota mensual para pagar los gastos oscila entre los 1.000  y  los 1.300 euros, dependiendo si se vive solo o en pareja. El personal del centro es en parte fijo y en parte subcontratado. En plantilla hay una gerente, una administrativa, un jardinero y una persona de mantenimiento, además de cinco empleadas de limpieza. El personal de recepción y los sociosanitarios son subcontratados a empresas especializadas.

Balance positivo

El centro tiene su propio sistema de atención a la dependencia, complementario del sistema público, para prestar una atención personalizada a los residentes que lo necesiten. El 80% de los gastos extra que esos cuidados puedan suponer corren a cargo de la cooperativa; el restante 20% recae sobre la persona atendida. Como en tantos centros de mayores, la covid pegó fuerte en Trabensol. Tres residentes fallecieron y una decena más estuvieron enfermos de gravedad, pero consiguieron superarlo.

Zugasti hace un balance “muy positivo” de estos ocho años de convivencia: “Todos los socios estamos a gusto, y el que no lo ha estado se ha ido, pero eso no quiere decir que no haya habido y haya dificultades”. El cura obrero que luego fue solo obrero y ahora vive feliz en Trabensol junto a su esposa reconoce que las crisis que han surgido en todo este tiempo se han superado con diálogo y buena disposición. La última de ellas, sin embargo, estaba sin resolver a mediados de agosto: seis residentes no han querido vacunarse contra la covid-19, con el consiguiente malestar de los demás.