Un mundo desigual hasta en los datos para medirlo
El 40% de la información para evaluar 55 indicadores clave en 157 países no es fiable. Rellenar agujeros estadísticos con una red global y compartida en la ‘nube’ es esencial.
ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR
El mundo contiene tantas desigualdades que ni siquiera es posible medirlas. Los países económicamente más pobres también son pobres en datos, y más aún en datos fiables. Se calcula que 230 millones de niños de menos de cinco años brillan por su ausencia en cualquier registro civil. Sólo en 2012, la estimación asciende a 57 millones de niños, cuatro de cada diez bebés nacidos durante ese año. Oficialmente, no existen. Así que difícilmente se contará con quienes no existen a la hora de calcular las necesidades educativas de la infancia o la atención médica. A finales de 2013, más de 43 millones de personas se habían debido desplazar de sus respectivos países como refugiados por razones diversas. Pero sólo en un 56% de los casos se sabe si son hombres o mujeres. Si además queremos clasificarlos por edades, información clave a la hora de planificar cómo asistirles, la proporción no supera el 35%. Los sistemas de información sanitaria de rutina únicamente detectan el 14% de casos de paludismo. Se da la circunstancia que en los 41 países donde se concentra el 85% de casos los datos son “incompletos o incoherentes”.
Es sólo un botón de muestra de los agujeros estadísticos que persisten en los países en desarrollo, y que recoge el estudio Un mundo que cuenta, elaborado por 20 expertos internacionales de Data Revolution for Sustainable Development (IEAG) y entregado en verano pasado al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, para que se tuviera en cuenta en la evaluación de los progresos en los Objetivos del Milenio.
He aquí la magnitud del problema. Durante el periodo estudiado –de 1990 a 2013- no hay ninguna etapa en la que la información disponible fiable haya superado el 70% de la necesaria a la hora de evaluar si se cumplían 55 indicadores clave en un total de 157 países. En la última fase del estudio –del año 2010 a 2013-, la proporción de datos que faltan alcanzó un 40%. La mayoría afecta a países en desarrollo.
RIESGO DE "INVISIBILIDAD”
La brecha entre países desarrollados, inmersos desde hace años en una auténtica revolución tecnológica que hace proliferar ríos de datos por doquier, y los que aún están en fase de desarrollo, que viven al margen de ella, es otra de las caras de la desigualdad. Y una premisa para el propio desarrollo.
“Los datos son la materia prima a partir de la que es posible tomar decisiones y, sobre todo, rendir cuentas sobre los resultados”, señala el documento, que advierte sobre “el riesgo de invisibilidad de colectivos enteros de personas, además de cuestiones clave”. Al fin y al cabo, sin estadísticas no podemos saber a ciencia cierta cuánta gente nace, ni a qué edad muere. Tampoco puede ser muy preciso delimitar cuántos hombres, mujeres y niños aún viven en situación de pobreza. Menos aún cuántos niños necesitan educación, o las escuelas por construir. O cuánto dinero se requiere recaudar.
Sólo se sabe el sexo del 56% de los refugiados
Cuatro de cada diez niños nacidos en 2012 no constan en registros
El progreso en el desarrollo pasa factura al medio ambiente
Según la consultora McKinsey, los países africanos invierten una suma equivalente al 1,1% de su economía en servicios de Internet. Es menos de un tercio de la media que gastan en ello los países más ricos. La brecha de las comunicaciones va a más. Con el consiguiente peligro, ilustrado por este dato: en Nicaragua, Bolivia y Honduras el precio de contratar un servicio de comunicaciones de banda ancha (Internet a alta velocidad) supera nada menos que el 10% de la renta per cápita media mensual en esos países. ¿Qué ocurre en cambio en Francia o en la República de Corea? Allí, el coste equivale a un 0,1%. “La sociedad de la información no debería forzar a elegir entre comida y conocimiento”, concluye.
ESTADÍSTICA COLABORATIVA
Los expertos reclaman más dinero público y privado para perfeccionar la recogida de información, pero sobre todo que se movilicen las tecnologías, herramientas y redes ya disponibles con el fin de dar un vuelco a las desigualdades en el acceso a tecnologías y herramientas de medición. La economía colaborativa tiene, pues, por delante, una revolución pendiente en otro campo: crear una plataforma gigante que permita armonizar criterios, interconectar redes y compartir datos para ayudar a desarrollar el planeta. El 90% de los que tenemos se generó en los últimos dos años.
En la recogida inteligente de datos trabaja, por ejemplo, The Millenium Project, una organización independiente sin ánimo de lucro que conecta a núcleos personas e instituciones de lo que llama nodos –y cuenta con casi 50 en todo el mundo- que cruzan puntos de vista locales con la visión global, que identifican a posibles participantes en encuestas, que traducen cuestionarios e informes, que realizan entrevistas, investigan, forman o celebran simposios.
A resultas del arduo trabajo de los nodos, The Millenium Project publica cada año la conclusión de sus investigaciones en el balance El estado del futuro, que desmenuza los retos mayores de la Humanidad planteados a partir de los Objetivos del Milenio. En el informe correspondiente a 2013-2014, destacan dos reflexiones. La primera: “La situación de la humanidad mejora, en términos globales, pero a costa del medio ambiente”. Y la segunda apunta que la mitad del mundo es “vulnerable a la inestabilidad social y a la violencia”.
Volvamos a la primera consideración. El responsable del proyecto, Jerome Glenn, y su equipo constatan que en el mundo viven cada vez personas “más sanas, que tienen un mayor acceso a la educación, que se distancian un poco de la pobreza y que están conectadas de forma creciente, y además viven más tiempo”. Pero eso no quita que, según la ONU, las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2) fueran en 2011 casi un 50% más elevadas que las de1990. O que haya múltiples conflictos dentro de decenas de países, que los arrecifes de coral estén muriendo, que la cifra de refugiados aumente, que los glaciares se fundan, que se paguen 1,6 billones de dólares en sobornos, que el crimen organizado se haga cada año con el doble de dinero que la suma de todos los presupuestos militares juntos, o que las libertades civiles se vean más y más amenazadas.
WASHINGTON Y PEKÍN SE MIRAN DE REOJO
Una de las medidas en las que Glenn hace hincapié es la necesidad de que China y los Estados Unidos trabajen juntos para reducir la amenaza del cambio climático. Lleva muchos años repitiéndolo, porque son las dos mayores economías del mundo, sus mayores consumidores de energía y sus primeros emisores de gases de efecto invernadero. Como si le hubieran leído el pensamiento, a mediados de noviembre pasado los presidentes chino, Xi Jinping, y estadounidense, Barack Obama, cerraron un acuerdo bilateral sin duda importante en materia medioambiental. China, en su primer compromiso de reducción de emisiones contaminantes, podrá alcanzar un nivel máximo de emisiones en 2030, año a partir del que un 20% de la energía generada en el gigante asiático será de origen renovable. Por su lado, EEUU disminuirá sus emisiones para 2025 hasta un 28% respecto de sus niveles de 2005 (en realidad, es un recorte del doble respecto a lo ocurrido entre 2005 y 2020). Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, “los gases de efecto invernadero aumentaron a un ritmo del 1,3% al año entre 1970 y el 2000 y a un ritmo medio del 2,2% entre el año 2000 y 2010”.
En algunos países el coste de Internet se come el 10% de la renta
Las emisiones de CO2 en 2011 fueron casi el 50% superiores a 1990
Un tercio de la gente en los países en desarrollo vive en tugurios
En cuanto al “potencial inestable” del mundo, El estado del futuro 2013-2014 señala que los factores que contribuyen al malestar social –de los precios de los alimentos o la energía al cambio climático o las migraciones en aumento- “se han agravado” en los últimos cinco años, durante la crisis, y, añade, en un mundo mejor formado y cada vez más conectado, los ciudadanos “se convierten en menos tolerante del abuso por parte de las élites”.
Prácticamente todas variables sobre las que los nodos de The Millenium Project buscan datos registran una ralentización en el cumplimiento de objetivos debido a la crisis financiera y económica que estalló en EE UU en agosto de 2007.
De cara al futuro, y cuando habla de futuro se refiere a las próximas tres décadas, el mundo necesita generar suficiente energía eléctrica para cerca de 3.700 millones de personas. Ya hoy, carece de electricidad un 17% de la población (o cerca de 1.200 millones de personas).
PROBLEMAS CONCENTRADOS
En este Dossier se analiza por regiones y continentes, en función de su desarrollo, el cumplimiento de los Objetivos del Milenio según los criterios de Naciones Unidas, para paliar lo que distorsionan ya de por sí las medias. Pues el balance de la ONU nos dice, por ejemplo, que hace ya cinco años que la pobreza extrema –los cuestionados 1,25 dólares al día- se redujo a la mitad, y que sólo 1.200 millones siguen en esa situación. Una mayoría de casos se concentran en India, Nigeria, China, Bangladesh, República Democrática del Congo.
Aún así, aquí van algunas conclusiones sobre el camino recorrido en el desarrollo y la justicia social. En las regiones en desarrollo, el empleo vulnerable representa el 56% de todo el empleo, en contraste con el 10% referente a las regiones económicamente más desarrolladas. Cada día de 2013, 32.000 personas se vieron forzadas a dejar su hogar para buscar la subsistencia en otra parte. La mitad de los 58 niños en edad de ir a la escuela primaria y no lo hace vive en zonas afectadas por conflictos, y uno de cada cuatro niños que van a la escuela primaria la abandonan antes de acabar el ciclo. Se reparten entre el África subsahariana y el 19% en Asia Meridional.
Un tercio de la población de los países en desarrollo vive en tugurios, hogares que no disponen de servicios básicos. La disparidad entre géneros es mayor. Cada año mueren 300.000 mujeres por causas vinculadas al parto. En 2012, sólo la mitad recibió atención prenatal.
El estado del mundo
Evolución entre 1993 y 2013