Un pasaporte hacia el mejor lugar de la cola
Antes, un título universitario era un atajo seguro hacia un buen trabajo. Ahora ayuda a mejorar posiciones en la espera
En hasta 14 países de la UE, el paro de los menores de 25 años con solo estudios de primaria es menor que el de sus pares españoles con título universitario. Sí, lo ha leído bien: en más de la mitad de la UE un joven con estudios básicos tiene más posibilidades de trabajar que un licenciado en España.
Hay una comparación especialmente sangrante: en Alemania, el paro de los menores de 25 años con estudios elementales se queda en el 11,9% cuando entre los jóvenes licenciados españoles de la misma franja de edad se sitúa en el 39,8%. Es decir, un español que estudie ocho años más que un alemán tiene una cuarta parte de posibilidades de trabajar.
¿Significa esto que ya no sirve más aquello de que estudiar aumenta las posibilidades de encontrar trabajo? No exactamente. Esta máxima, que la OCDE, el club de los países ricos, repite año tras año en su informe Education at Glance, sigue siendo cierta a grandes rasgos, y en España también, aunque menos. Aquí, según registra la OCDE, la prima salarial por contar con estudios es menor que en la mayoría de países occidentales y se tarda más tiempo en disfrutarla: en España, los licenciados universitarios que trabajan ganan de media un 40% más que los que estudiaron hasta secundaria, cuando la media de la OCDE es del 58% y en países como Chile llega hasta el 160%. Pero esto afecta a los que trabajan: cada vez hay menos que lo consiguen por mucho título que lleven bajo el brazo.
Como ha señalado en múltiples ocasiones el catedrático de Economía de la UPF José García Montalvo, el paro juvenil tiene una relación directa con el general, de modo que raramente existe un problema específico de paro juvenil. El problema suele ser de paro, a secas. Y la tasa juvenil siempre es más alta.
ADELANTAR EN LA COLA
Cuando un país, como es el caso de España, tiene un 26% de paro, cualquier cifra de desempleo juvenil es necesariamente catastrófica, incluida el de licenciados y hasta doctores. Según el INE, casi el 20% de jóvenes españoles menores de 29 años que han completado un tercer ciclo universitario está en paro.
Sin embargo, tener estudios sigue siendo una ventaja: ese 20% es terrible, pero es una cifra mejor que el 25% de paro entre los licenciados de la misma edad, lo cual mejora a su vez el 30,5% de quienes completaron la secundaria, que a su vez es más digerible que el 49,7% de los que no siguieron tras la primaria.
Los estudios aún son un pasaporte hacia el empleo incluso en España, aunque la diferencia no es tanta como en otros países y cada vez garantiza menos un trabajo: más bien hace pasar por delante de otros en la lista de espera.
“Hay que pensar en una cola: los estudios todavía permiten ganar unas cuantas posiciones”, sostiene Saturnino Martínez, sociólogo de la Universidad de La Laguna y autor de Estructura social y desigualdad en España (Catarata, 2013).
No obstante, las ventajas son menos claras en las nuevas generaciones que en las precedentes. Ahora la diferencia entre un licenciado y un doctor a la hora de encontrar trabajo es mucho menor que la que existe en la franja de los que tienen entre 45 y 54 años (véase el gráfico). Y lo mismo sucede en cada salto de nivel educativo cursado: la recompensa por estudiar es mucho menor entre los jóvenes.
Pese a ello, Martínez advierte de que es pronto para sacar conclusiones tajantes: hay que esperar unos años antes de comparar los datos de la generación actual con la precedente. Cuando los jóvenes de hoy tengan entre 45 y 54 años será el momento de compararlos con esta misma franja de ahora para ver cuál es la evolución y las diferencias. No antes. Según el estudio estadístico que incluye su libro, “en la crisis actual, tener estudios está siendo mejor seguro contra el paro que durante la crisis de la década de 1990”.
La falta de oportunidades laborales supone que la espera se compense a menudo con nuevos estudios, lo cual encarece la factura de las familias en másters u otros cursos que se venden como atajo hacia el empleo. Las tasas universitarias están en España aún por debajo de la media de la OCDE, pero se han incrementado de manera significativa en los últimos años al tiempo que la cuantía de las becas se estanca, se reduce o directamente parecen condenadas a muerte, como es el caso de la modesta dotación que España destina al programa Erasmus, uno de los mayores éxitos de la UE y gran terreno de aprendizaje vital de decenas de miles de jóvenes.
El resultado de tantos estudiantes universitarios —y muchos ya con máster o doble titulación— es que España tiene también, paradójicamente, un problema de sobrecualificación: mucha gente (y muy singularmente los jóvenes) desempeña un puesto de trabajo para el que no necesita el título que obtuvo.
Al final, si se deja de lado la matrícula, el coste de la formación —vista como un salvoconducto hacia el empleo— recae más que en ningún otro país en las familias y en ocasiones en forma de un endeudamiento adicional. Según datos del macrosondeo de Eurostudent, España es uno de los países donde más esfuerzo deben hacer los padres para costear la educación de los hijos y los materiales, manutención, hospedaje... La ayuda pública al conjunto de estos gastos es aquí significativamente menor y también lo que aporta el propio estudiante, cuyos ingresos mientras se forma son también menores que en la mayoría de países de nuestro entorno (véase el gráfico).
La tendencia se da en la gran mayoría de países occidentales e incluso la OCDE —tan entusiasta de la industria de la educación— lo admite. El último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre empleo juvenil dedica una atención preferente a este fenómeno común en las economías avanzadas y acelerado con la crisis, aunque dicho informe subraya que en España el desajuste empezó bastante antes, a principios de la década pasada.
Existen distintas mediciones de la sobrecualificación y España se sitúa en todas en el grupo de países más afectados.
Los titulados universitarios que han estudiado para ser sociólogos y se ven forzados a trabajar en un bar tienen ciertamente un problema. ¿Pero qué pasa con el trabajador no cualificado que en circunstancias normales podría estar trabajando en este bar? Lo más probable es que esté en paro.
Hay que acordarse de la teoría de “la cola” que esgrimía Saturnino Martínez: haya incluido o no el título en el currículo, es probable que al sociólogo sus años de estudio le hayan servido para adelantar las posiciones justas para hacerse con el puesto. Los que tenía por delante siguen en la cola.
El paro de los jóvenes con doctorado roza el 20%, pero con solo primaria llega al 50%
España es uno de los países con más problema de sobrecualificación, indica la OIT
En los años de la burbuja inmobiliaria, miles de jóvenes dejaron las aulas tras concluir la educación obligatoria para irse a trabajar a la construcción: España es uno de los países de la UE con tasas más altas de abandono escolar temprano, con el 25% que deja los libros tras la enseñanza obligatoria. Ahora esos puestos de trabajo se han evaporado, y todos estos jóvenes —algunos, ya no tanto— parecen condenados al paro de larga duración.
Según la Encuesta de Población Activa, entre el tercer trimestre de 2007 y el de 2013 se han perdido en España 3,6 millones de empleos. De ellos, 1,6 millones estaban ocupados por personas que contaban solo con estudios básicos. El paro entre los que solo han completado la primaria ha escalado hasta el 39,9%, pero en el caso de los menores de 19 años llega al 84,6% y entre los de 20 y 24 años se sitúa en el 60,9%.
En España hay 1,3 millones de personas que no han completado la educación secundaria y que llevan dos años o más en paro. Algunos de estos jóvenes que cambiaron la escuela por la construcción tratan de agarrarse ahora la tabla de salvación de la Formación Profesional (FP).
“El gran problema es que en España casi nadie se ha tomado la FP en serio, más allá del marketing”, concluye Estella Acosta, de la Secretaría de Políticas de Empleo de CC OO.