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Berlín se llena de economía solidaria

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Octubre 2015 / 29

Desde Berlín

Convocatoria internacional. Más de 1.400 personas analizaron las posibilidades de la economía social y solidaria en el Congreso Europeo del sector

Participantes en la apertura del Congreso. FOTO: MARIANA VILNITZKY

Si se colaborara más y se compitiera menos el mundo sería un lugar mejor, más vivible, mejor cuidado, con más comodidades y más riqueza. Ganaríamos todos. Esa es una de las conclusiones que se pueden extraer del Congreso Europeo de Economía Social y Solidaria realizado en Berlín en septiembre.

Entre las más de 400 actividades, una se basó en un juego de roles que constaba de dos fases. En la primera había que competir por conseguir tener propiedades y en la segunda había que colaborar. En la primera fase, de competencia, algunos obtenían seis propiedades y otros ninguna. En la segunda fase, de colaboración, todos obtenían ocho casas cada uno.

Fuera del juego, que no quería más que demostrar la capacidad de avanzar, en colaboración, durante el evento se expusieron y analizaron algunas de las diferentes alternativas que a lo largo de la historia se han ido tejiendo en los diferentes países y que pueden ser adaptadas a otros sitios. Son experiencias que por lo general han surgido de pequeñas iniciativas, y que con el correr de los años se han hecho grandes. 

En un amplio programa de tres días, con talleres que se superponían en horas, más de 1.400 personas, en su mayoría alemanas, y del resto de Europa, pero también de otros países, incluidos los latinoamericanos, iban relatando sus experiencias y reflexionando sobre cómo seguir adelante y cómo conseguir vivir en un mundo más justo. Personas de diferentes países y culturas, hicieron más rica la reflexión, la creatividad y, por tanto, las posibles soluciones.

La vivienda, el techo, al ser un tema básico, el primer eslabón de una vida digna, en donde pueden relacionarse todos los demás aspectos de la vida (la tierra, la alimentación, el acceso a la educación y a la salud), ocupó un lugar central dentro del congreso.

 

SINDICATO

Entre las experiencias destacables está la del Mietshäusersyndikat, una especie de sindicato de viviendas que asesora a proyectos que tengan como objetivo sacar los inmuebles del mercado tradicional para convertirlos en derecho al techo (sin especulación). Muchos años atrás, jóvenes sin acceso a una hipoteca o sin acceso a esa prima (el 20% que piden los bancos para dar un crédito) se juntaron y comenzaron a pedir dinero prestado a sus primos, amigos, hermanos, y toda la gente que estaba alrededor, para lograr formar una cooperativa y acceder a una vivienda. Esa experiencia, que comenzó como algo muy informal en 1987 (y que hoy se llama crédito peer to peer), es la base de un completo movimiento, que ha permitido el crecimiento exponencial de cooperativas de vivienda de cesión de uso (la dueña siempre es la cooperativa, los socios solo alquilan eternamente, a precios bajos). Más de 10.000 personas viven actualmente en cooperativas de viviendas creadas con el método del sindicato, según Gunter Kramp, quien presentó a la organización en uno de los talleres.

La vivienda y las finanzas fueron temas centrales del Congreso

Más de diez mil personas     viven en Berlín en cooperativas de vivienda

En este tema, se presentaron muchas otras experiencias, como la de las cooperativas de Canadá, con viviendas económicas, grandes, bonitas y bien situadas, a precios muy accesibles (gracias a un primer apoyo gubernamental); o los Community Land Trust (CLT), organizaciones sin fines de lucro que obtienen títulos de tierras (mediante compra, donación acuerdos con los estados) para sacarlas del mercado inmobiliario (la tierra no se puede vender más… se pueden vender las casas que allí se construyan, relacionadas entre otros, con la inversión para construirlas). Existen ya más de 250 CLT en Estados Unidos y está comenzando a llevarse a cabo en Reino Unido. La idea de los CLT no es a pequeña escala. La idea es ir adquiriendo tierras, con “cooperativas de transición”, de manera de ir ganando terreno por la ecología, la igualdad, y sobre todo contra la especulación inmobiliaria.

Otra de las derivadas del mismo tema, que estuvo muy presente en el Congreso, tiene que ver con las finanzas éticas. Sin ellas, muchas de las cooperativas hubieran sido imposibles. Se presentaron muy diversas experiencias, desde la Banca Popolare Etica, la banca ética italiana (que hace poco estableció un acuerdo con FIARE, que se sumó desde España), con un capital social de 52.426 millones de euros, y 37.143 socios, hasta el Community Development Financial Institutions, una organización nacida en los años ochenta, cuyo representante, Clifford Rosenthal, explicó su experiencia en una cooperativa de crédito de Brooklyn (en Nueva York), y la historia de las cooperativas de crédito estadounidenses. Las pequeñas cooperativas de crédito comunitarias, y locales, en Estados Unidos, son muy potentes. Cien millones de estadounidenses pertenecen a alguna cooperativa de crédito. En total, estas organizaciones suman ahorros por un billón de dólares (para hacerse una idea, más de tres veces los depósitos de Caixabanc).  

 Josette Combes, del Mouvement pour l’Économie Solidaire de Francia, modera una mesa.

Además, por supuesto, hubo muchos más paneles. Se analizó, entre otros, la relación de la economía solidaria con la política (participó, entre otros, Jordi Vía, nuevo comisario de Economía Social y Solidaria del Ayuntamiento de Barcelona); talleres sobre energía y ecología, soberanía alimentaria; experiencias de economía solidaria en países del sur, y otros.

El congreso contó también con la participación de destacados intelectuales como Paul Singer, no el multimillonario sino el profesor de economía ahora titular de la Secretaría Nacional de Economia Solidaria (Senaes) de Brasil. Michel Bauwens, pensador de la revolución tecnológica a favor de una economía solidaria y colaborativa y creador, entre otras cosas, de la Flok Society; Christian Felber, impulsor de Economía por el Bien Común; Nina Treu, del Movimiento por el decrecimiento, y muchos otros..

Cien millones de estadounidenses están en la banca comunitaria

Los Community Land Trust intentan apartar la tierra del mercado oficial

Hubo también una mesa de medios alternativos, en la que varios medios  cooperativos internacionales mainstream, como el periódico La Diaria de Uruguay, o el TAZ, de Berlín, compartieron, junto a otros como Alternativas Económicas y Oltraeconomía, la necesidad de financiar el periodismo independiente. 

 

 

ALEMANIA

La economía alternativa, al alza

La economía social y solidaria alemana no suele llamarse por su nombre. La herencia de la historia del régimen nazi (que restringió las cooperativas) y la Unión Soviética, que las satanizó, al convertirlas en aparato de la burocracia comunista, hizo que la gente se acostumbre a llamar a las cooperativas de otra manera. Muchas organizaciones del movimiento de la economía solidaria son asociaciones o  tienen otras denominaciones legales, aunque funcionen con los mismos parámetros. “Incluso las cooperativas, que forman parte de las estructuras del movimiento cooperativo mundial en la Alianza Cooperativista Internacional, en casa prefieren que no se las relacione mucho con la palabra cooperativa”, explica Karl Birkhöser, profesor de la Univeridad Tecnológica de Berlín,  y gran impulsor de la economía solidaria en su país.

 

UNA LARGA HISTORIA

El movimiento de la economía social y solidaria alemán es, sin embargo, muy extenso y potente.  

Sectores como las cooperativas de vivienda o la banca de crédito cooperativa (que no ha sufrido los vaivenes de la crisis financiera) son algunos ejemplos de ello. O las cooperativas de energía y ecológicas, que han crecido exponencialmente durante los últimos años. Además, los movimientos de barrios recogen experiencias de intercambio y de la economía del compartir, como el Food sharing (un sistema de red en los barrios para la recogida y uso entre vecinos de los sobrantes de las empresas de esos lugares). Existen, por otro lado, innumerables organizaciones, fundaciones o asociaciones, que trabajan para ayudar a crear empresas sociales, y para cooperar, tanto dentro de Alemania como en países del sur.

Se multiplican también experiencias de huertos urbanos, comunidades por la soberanía alimentaria y otros tantos, que se van tejiendo en redes de  jovenes, mujeres, y ecologistas.