Biovallée, proyecto piloto de un ‘ecoterritorio’
El valle del Drôme, en Francia, impulsa un laboratorio de desarrollo humano sostenible de referencia, en paralelo a la actividad del lugar
IV Encuentro para impulsar el proyecto de Biovallée. FOTO: BIOVALLÉE
¿Será el desarrollo sostenible un mero maquillaje de imagen para las grandes empresas? El proyecto Biovallée, que se lanzó en el año 2002 en el valle del Drôme —al sureste de la ciudad francesa de Valence, en torno a los pueblos de Crest y Die—, intenta demostrar lo contrario: el 27% de la superficie agrícola es de biocultivo, frente a un 4% de media en Francia, y un trabajador de cada cinco está integrado en una estructura de economía social y solidaria, el doble que en el resto de la región Ródano-Alpes, al que dicho valle pertenece.
El valle, que abarca 104 comunas y 2.000 kilómetros cuadrados y en el que viven únicamente 50.000 personas, no es, sin embargo, nada próspero. Sigue siendo un territorio pobre, golpeado por el paro, cuya actividad se centra básicamente en la agricultura y empresas muy pequeñas: en la parte alta del valle, el 90% de las estructuras con empleados cuentan con menos de cinco asalariados.
El proyecto que anima hoy este territorio se inscribe en una historia singular: la región tiene desde antiguo una fuerte presencia protestante y, correlativamente, una larga tradición de movilización y autoorganización frente al Estado central. Esta historia desembocó, en especial, en su gran compromiso con la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial.
Desde finales de los años setenta, el valle del Drôme ha atraído a muchos neorrurales, a menudo extranjeros, que han desarrollado en él proyectos alternativos, como el del Herbario de Diois. Esta empresa, que era una sencilla granja puesta en marcha en 1979 por un holandés, emplea ahora a una cuarentena de personas y exporta plantas aromáticas de cultivo biológico a cerca de 30 países. Tijbert Vink, su director, alaba el “medio ambiente excepcional” que le hizo quedarse en este pueblo de 570 habitantes, situado a más de una hora de la primera autopista.
LAS AUTORIDADES SE MOVILIZAN
“Nosotros estábamos ya aquí cuando apareció Biovallée”, precisa Tijbert Vink, “las autoridades han tenido sólo el buen sentido de tomar el relevo de las iniciativas privadas”. Para los ediles, el detonante fue la lucha para salvar el emblemático río del valle: el Drôme. Hace 30 años, servía aún de vertedero público para muchos habitantes. La creación del primer Esquema de Ordenación y Gestión de las Aguas de Francia (Sage en sus siglas en francés) en 1997 y un arduo trabajo de las comunas del territorio han logrado que prácticamente todo el curso del río esté limpio. “Cuando se consigue que un río sea apto para bañarse en él y se constata que se ha creado un parque acuático que va a estimular el turismo, uno se dice: ¿por qué no seguir adelante?, explica Jean Serret, presidente de la comunidad del valle del Drôme y uno de los fundadores de Biovallée.
El 27% de la superficie agrícola es biocultivo, frente al 4% de media
Uno de cada cinco trabajadores participa en la economía social
Las autoridades han tomado el relevo de las iniciativas privadas
Hoy, el turismo es uno de los puntos fuertes del territorio. El valle del Drôme contaba con 75 camas por 100 habitantes en 2006, frente a una media de 40 en los otros territorios rurales de la región. Al apostar por la calidad de vida, ha conseguido atraer a nuevos habitantes y acabar con el estancamiento demográfico. Como prolongación de la cooperación entre las comunas, nació el proyecto Biovallée, una marca registrada en 2002 para reagrupar a los proyectos que respondían a criterios sociales y medioambientales. Los ediles de cuatro comunidades de comunas se pusieron de acuerdo, bajo la etiqueta Biovallée, para crear un “territorio de referencia en lo que a desarrollo humano sostenible se refiere”, con una serie de objetivos como alcanzar el 50% de agricultores biológicos, dejar de artificializar los terrenos agrícolas o cubrir, a partir de 2020, el consumo energético de los hogares —salvo en el caso de los transportes— mediante la producción local de energía renovable. El proyecto convenció a la región Ródano-Alpes y, después, al departamento del Drôme y al Estado, que asignaron cerca de 15 millones de euros para el período 2009-2014.
INICIATIVAS LOCALES
Este dinero se ha dedicado a apoyar las iniciativas locales. Una antigua base de mantenimiento de la empresa pública de transportes SNCF se ha reconvertido en un ecoparque de actividades con una decena de estructuras de cultivo y de agroalimentación sostenible, y un vivero para jóvenes emprendedores. Se han instalado paneles solares en la cooperativa Clairette de Die. Se han puesto en marcha varios programas, como la rehabilitación térmica de las viviendas. Sin embargo, aún falta mucho por hacer en lo que a la energía se refiere: el territorio sigue gastando anualmente 170 millones de euros en esta partida presupuestaria. Jean Serret sostiene: “Es un dinero que gastamos sin crear puestos de trabajo”.
Biovallée agrupa hoy numerosas actividades. Por ejemplo, en el valle del Drôme, el agrónomo Pierre Rabhi y el empresario Michel Valentin crearon en 2003 Les Amanins, un centro que acoge una escuela alternativa, una granja agroecológica y cursos de formación en ecoconstrucción. También se ha instalado en el valle la empresa Biotop, que innova en soluciones naturales para proteger los cultivos, así como Géant Pièce Autos, una empresa de reciclaje del automóvil que emplea a 70 personas.
La asociación AgriCourt, plataforma de distribución alimentaria, se surte en los productores locales y los suministra a las empresas de restauración colectiva del valle…
¿Es el valle del Drôme un paraíso verde? Evidentemente, no. Hay frecuentes conflictos, en especial entre aquellos a los que les gustaría ir más allá y quienes se quejan de las exigencias ecológicas que impone el proyecto. Alain Matheron, presidente de la comunidad de comunas de Diois e involucrado en Biovallée, considera que “no hay que pretender llevar las cosas hasta el final. Uno de los objetivos de Biovallée consiste en dejar de artificializar los terrenos agrícolas. Sobre el papel todo el mundo está de acuerdo, pero en la práctica, puede poner en peligro la actividad económica”. Estos conflictos ilustran la dificultad de llevar a cabo semejante proyecto a nivel de territorio. “No hemos logrado incorporar a un número suficiente de ciudadanos”, admite Jean Serret, “tenemos que encontrar nuevas formas de hacer que la gente se implique”.
Biovallée intenta cubrir con energía verde el consumo de los hogares
El proyecto crea tensión entre quienes desean ir más allá y quienes no
El primer programa Biovallée 2009-2014 ha finalizado. Pero los ediles han conseguido más financiación en el marco del proyecto nacional de los Territoires à énergie positive, que ayuda —con entre 500.000 euros y dos millones— a los territorios que quieren reducir al máximo su necesidad de energía mediante la sobriedad y la eficiencia energéticas, y cubrirla con energías renovables locales. Además del programa de renovación térmica ya en marcha, está en proyecto la instalación de una granja fotovoltaica, gracias, en parte, al ahorro de los habitantes. La aventura de Biovallée continúa.
EDIFICIOS
Grupos de artesanos para la renovación térmica
Para reducir su dependencia energética, Biovallée ha emprendido en primer lugar la renovación térmica de los edificios, especialmente la de las 15.000 casas individuales construidas en el territorio con anterioridad a 1975. Problema: “Renovar las casas es muy caro, por lo que los artesanos no tienen mercado suficiente para lanzarse a fondo y no llegan a proponer tarifas interesantes”, explica Laure Charpentier, encargada del programa de energía del valle.
MENORES COSTES
Para romper este círculo vicioso, Biovallée se ha asociado al Institut négaWatt, un organismo especializado en la transición energética a las renovables. Ha propuesto a los artesanos de la construcción que se reúnan en grupos para desarrollar una oferta de renovación completa. Las renovaciones se hacen por fases (primero las ventanas, por un artesano, luego los muros, por otro…). Así se optimizan las ganancias de energía y se facilita la vida de los propietarios. Además, Biovallée los acompaña en el montaje financiero de las obras para que se beneficien de toda la ayuda pública posible. “Se han formado tres grupos de artesanos que están ya en el mercado. Y, buena noticia, consiguen costes de renovación claramente inferiores a los del mercado actual”, subraya Laure Charpentier. Biovallée y el Institut négaWatt consideran que pueden crearse 400 empleos no deslocalizables si, en el horizonte de 2020, el programa se extiende a todas las casas menos eficientes en el plano energético.