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Educación social como llave de la inserción laboral

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Abril 2018 / 57

Estigma: Insercoop cumple 20 años combatiendo las lógicas clasificatorias que atrapan a las personas con más obstáculos para acceder al mercado laboral.

Un grupo de personas participa en un programa de Insercoop. FOTO: Maria Folch (Insercoop)

 

Maquillar un currículo para rellenar el vacío cronológico que genera el paso por un centro penitenciario. Simular entrevistas de trabajo para reexplicar una biografía a pesar de paréntesis sin trabajo o de cortes debidos a tropiezos con las drogas.  Ayudar a  una persona a cambiar de posición ante sus propios ojos, no hablar desde el estigma y salir del lugar de un ex toxicómano, expreso o nini.

Los educadores sociales y orientadores laborales saben que el éxito de su tarea suele medirse en los contratos de trabajo que logran. Pero los profesionales saben también que, antes de buscar empleo, las personas a las que atienden necesitan volver a conectar consigo mismas y con los demás. Para estos procesos, cada persona necesita su tiempo. Y el tiempo —el desajuste entre el tiempo que dura un programa de inserción y el tiempo de las personas que participarán en él— es uno de los temas sobre los que más debaten los profesionales de Insercoop, que lleva dos décadas ofreciendo apoyo en la promoción social y laboral de personas con más dificultades para acceder al mercado laboral. Sumar la educación social a la inserción laboral es la apuesta de esta sociedad cooperativa de iniciativa social que acaba de cumplir dos décadas de vida. 

 

CAMBIO DE PERFILES

Con motivo de los 20 años, la entidad ha editado el libro Insercoop. Un modelo para inserción laboral, un compendio de aportaciones de pedagogos, psicólogos, psicoanalistas y educadores sociales que ayuda a comprender los dilemas y retos de un proyecto que ha vivido en primera línea los cambios sociales en curso. Al principio, el grueso de las personas atendidas eran inmigrantes, tenían entre 16 y 21 años y muchos llegaban a través de Servicios Sociales tras un abandono escolar.  Ahora, muchos jóvenes vulnerables no vienen: hay que ir a buscarlos. Algunos llegan con formación media e incluso, a veces, universitaria. Y las edades oscilan entre los 16 y los 29 años. “Algunos han entrado cuatro veces en el mercado laboral en el mismo año”, explica Claudia Llorente, educadora y orientadora laboral de Insercoop en un acto de conmemoración de la creación de Insercoop, en Barcelona.

El origen del proyecto son dos estudiantes de Educación Social la UB, Clémence Durand y Alicia Burgués, en busca de prácticas en alguna comunidad terapéutica que atendiera a extoxicómanos, y que cayeron en la cuenta de que no había espacios para preparar la inserción en el mercado laboral una vez superada la rehabilitación. Hablar de inserción laboral era hablar de futuro.

Los profesionales de  Insercoop trabajan casi siempre para Administraciones públicas que les encomiendan “encargos sociales”, que intentan adaptar a la particularidad de cada persona. “Las típicas clasificaciones de ninis, expresos, perceptores de rentas mínimas de inserción, exdrogadictos… son un problema. Lo primero es que un sujeto se abra a otras visiones de su propia posición en la sociedad, a otro recorrido social”, remarca la profesora de la Universitat de Barcelona Marta Venceslao. Las políticas de empleo, sin embargo, tienden cada vez más a segmentar el mercado laboral. En este sentido, Insercoop articula un discurso crítico con el funcionamiento del mercado de trabajo, pero posible dentro de la lógica de las políticas activas de empleo impulsadas por la Administración. A la vez, busca equilibrios entre un proyecto educativo y un proyecto de cooperativa de iniciativa social. 

 

IMPACTO DE LA CRISIS

La crisis no ha puesto las cosas fáciles: la externa, por los menos recursos destinados a políticas activas de empleo y menos posibilidades de generar servicios; y la interna, debido a recortes de salarios y salida de socios y trabajadores, explica Xavier Orteu, director de Insercoop, que con tres socios trabajadores emplea a 40 personas, impulsa proyectos propios y  gestiona otros para distintas Administraciones en relación con la orientación y el desarrollo profesionales, la formación profesionalizadora o la búsqueda de trabajo. Orteu subraya, no obstante, otro reto mayúsculo: “¿Cómo explicar la crisis a las personas a las que atendemos? Las personas en paro necesitan trabajar, pero al tiempo el mercado laboral las tiende a expulsar o a no garantizar su autonomía”.