Educación // Solidaridad cooperativa en el cole
El profesorado de Gredos San Diego renuncia a sus pagas extra y a su retribución variable para compensar a los socios trabajadores que vieron paralizada su actividad.
Ninguna empresa está preparada para salir inmune cuando se ve obligada a detener de golpe su actividad del modo en que hubo que hacerlo debido a la pandemia, hace poco más de un año. El hecho diferencial de las organizaciones de la economía social es la respuesta solidaria que intentan dar a las situaciones complejas. Ante el curso escolar más raro que haya conocido en sus más de tres décadas de vida, el Grupo Cooperativo Gredos San Diego (GSD) ha echado mano de sus principios cooperativos, según los cuales las personas están por encima del capital.
“Tuvimos que reorganizarnos para cumplir con nuestro objetivo de salvar todos los puestos de trabajo, tanto los de los socios trabajadores de la cooperativa, que son la mayoría, como los de los que no son socios. Había que hacerlo por convicción, y también porque sabemos por la experiencia de terceros que de este modo se resiste mejor en las situaciones de crisis”, explica José María Vaquero, profesor de Filosofía y director de GSD-Las Suertes.
GSD es el mayor grupo cooperativo de la Comunidad de Madrid, donde cuenta con siete centros y cerca de 14.000 alumnos. En el grupo trabajan 1.500 personas, de las cuales 1.070 son también socias. De esas 1.070, 800 son miembros del profesorado.
Como sucedió en multitud de empresas, en la pandemia los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) actuaron como primer salvavidas. Pero los ERTE no bastaban. Aunque en el sector de la enseñanza el parón no fue total —las clases se mantuvieron, tras una reconversión digital acelerada—, sí quedaron paralizadas de la noche a la mañana actividades que constituyen una fuente complementaria de ingresos para los centros, como los comedores y las actividades extraescolares.
El grupo cooperativo ha exportado su filosofía educativa a Costa Rica y Camerún. Foto: GSD
Ante este panorama, el consejo rector del grupo cooperativo decidió que el profesorado debía renunciar a sus pagas extraordinarias de modo que, con el dinero, se pudiera complementar el 30% de merma que sufrió en su retribución el personal que sí se vio obligado a cruzarse de brazos y pasó a situación de ERTE. Es lo que ocurrió al inicio del estado de alarma con el correspondiente a la educación infantil, las cocinas, los comedores y los servicios de limpieza. Una tercera parte del personal se mantuvo en suspensión temporal de empleo.
En el mismo ejercicio, el profesorado también decidió renunciar a la partida de incentivos personales que supone la retribución variable.
Los mismos derechos
“No puedes decirle a una persona que trabaja, por ejemplo, en la cocina, y que es tan socia como tú, con los mismos derechos que tú, que perciba un salario inferior porque, debido a circunstancias ajenas a su voluntad, no pueda a trabajar, mientras que el profesorado sí puede hacerlo”, comenta Vaquero. Y apostilla: “Se lo explicas a las empresas del IBEX 35 y, sí, es posible que no entiendan nada”.
Además de los salarios, como en todo el sector de la enseñanza hubo que reorganizar la actividad. En contra del escenario previsto en julio —un regreso a las aulas con el grado de normalidad que permiten las mascarillas, la distancia social y las medidas de higiene—, la evolución a peor de la pandemia llevó a la Comunidad de Madrid a cambiar de escenario a finales de agosto. Se optó entonces por reducir la ratio de alumnos por clase.
Sin embargo, la cooperativa decidió que, aunque a los alumnos de bachillerato y de formación profesional se les permitiera asistir a clase el 50% del tiempo, no se les podía privar de las ventajas de la actividad presencial. Así, el GSD decidió que no solo los alumnos de primer ciclo acudieran a clase, sino que lo hicieran todos. Y como no había espacio suficiente, organizaron al alumnado en turnos de mañana y tarde, lo que supuso más horas de clase para el personal docente. Se alargaba la jornada laboral.
La asamblea de la cooperativa, la mayor que existe en el sector español de la enseñanza, dio luz verde a estas medidas con 40 votos en contra y abstenciones, de un total de 1.070. “Las cooperativas aguantan por el compromiso de los socios. Si no, no existirían. Estamos todos en el mismo barco. Este tipo de actuaciones es lo que nos hace fuertes y diferentes, y en momentos de crisis también nos permite una mejor capacidad de adaptación”, señala el directivo, personalmente convencido de que no hay ninguna tecnología, por necesaria que sea, capaz de sustituir el contacto personal físico y los mil matices en la relación con los alumnos. “Las herramientas de la docencia son múltiples y cada una sirve para una cosa. A veces, es conveniente la tecnología; otras veces, métodos muy tradicionales, y, en ocasiones, herramientas que despierten la curiosidad o hasta la perplejidad”, añade.
Expansión internacional
La pandemia pilló a Gredos San Diego, nacida en Vallecas y de tradición laica y liberal, dando sus primeros pasos en su estrategia de expansión internacional.
Hace dos cursos, el grupo GSD inauguró un colegio privado en Costa Rica, el GSD International School Costa Rica, con profesorado local aún pendiente de cooperativizar. La cooperativa está estudiando implantar un sistema de becas para el alumnado de familias vulnerables. La cooperativa mantenía lazos de colaboración desde hacía una década con centros de Costa Rica.
El objetivo era no despedir a nadie por la pandemia
El virus pilló al grupo en plena expansión internacional
Al margen de esta iniciativa, el grupo ha abierto también un colegio en Camerún, como actividad de responsabilidad social. La GSD École Internationale au Cameroun es fruto de la colaboración de la Fundación GSD y la Fundación Abriendo Caminos, organización sin ánimo de lucro de ayuda a niños y jóvenes en ambientes desfavorecidos y que se ha encargado de la construcción del centro. La escuela, con profesorado local, ha posibilitado el acceso a la enseñanza de 200 niños y niñas en Pouma, una zona rural del país. Con el tiempo se irá ampliando el número de alumnos. En las instalaciones hay espacio para acoger hasta a 600 estudiantes, desde la etapa infantil.
Atrás ha quedado un ejercicio con 75 millones de euros de ingresos y, por primera vez, pérdidas (por importe de 313.000 euros). En 2019, el resultado había sido positivo, con 99.000 euros de beneficio.
En 2018, el presidente de GSD, Carlos de la Higuera, fue reconocido con el premio Rochdale, que otorga la Unión de Cooperativas de Enseñanza y Trabajo Asociado de Madrid por su contribución al cooperativismo y su larga trayectoria al frente del grupo.