La economía solidaria, a la ofensiva
Desde Atenas
Atenas: El encuentro europeo de RIPESS, la red de economía alternativa, subraya la ambición de un movimiento que aspira a transformar la sociedad.
Participantes en el encuentro de economía alternativa en Atenas. FOTO: Alexane Heredia, RIPESS EU
La economía social y solidaria (ESS) tiene la ambición de contribuir a transformar la sociedad y no sólo de asumir las tareas de cuidados paliativos, el papel que demasiado a menudo le asignan las instituciones. El encuentro europeo de RIPESS, la organización mundial de economía solidaria —el segmento más combativo de la economía social—, celebrado el mes pasado en Atenas, mostró la voluntad de pasar a la ofensiva con iniciativas económicas ambiciosas sin dejarse encorsetar por la lógica del capitalismo, que querría limitar su papel a funciones asistenciales.
Esta idea-fuerza recorrió el encuentro bienal, que durante tres días reunió a representantes de todo el continente y también a ponentes de América Latina. Y desde el arranque mismo, en la sala de actos de la Universidad de Agricultura, cuando Jason Nardy, portavoz de RIPESS, proclamó: “¡Queremos democratizar la economía y cambiar la sociedad!”. Patricia Coler, del francés Movimiento para la Economía Solidaria (MES), le secundó en seguida: “No somos una economía de la reparación de lo que el mercado no hace bien, sino una economía de la emancipación y la transformación”.
Los tremendos efectos sociales de la crisis económica, que en Grecia son especialmente graves después de seis años de políticas de austeridad extrema impuesta por la Troika con el rescate financiero, son el caldo de cultivo ideal, advirtió Karoulas Kavoulakos, de la Universidad de Salónica, para tratar de arrinconar a la economía social y solidaria exclusivamente en el sector de los cuidados en un contexto de “retirada del Estado” que, además, promueve que “el sector privado lucrativo asuma tareas que antes estaban cubiertas por derechos sociales”. Pero al mismo tiempo, en este marco tan adverso la economía solidaria ha dado un gran salto en Grecia por exactamente las mismas razones, como puso en evidencia Andreas Karitzis, del nodo de economía social Komvos surgido en Atenas en 2016: “El sistema económico y político tradicional se ha hecho más cerrado y pequeño, mientras que muchos ciudadanos se han organizado para resistir creando redes de economía solidaria, basada en valores muy distintos y en la ayuda mutua”.
La ESS no quiere quedar relegada a sectores asistenciales
La pujanza del sector en España pone en el foco a REAS y XES
Aunque la crisis no sea tan extrema como en Grecia, el marco que se abre paso en todo el mundo ante los ajustes y la reducción de recursos públicos es la emergencia de nuevas formas de filantropía y de social business, promovidas en muchas ocasiones desde los mismos centros de poder político y económico. El movimiento de economía social y solidaria pone mucho énfasis en que no se le confunda con esta tendencia. Patricia Andriot, militante ecologista e impulsora de la red municipalista francesa de economía solidaria (RTES), advirtió de la “presión creciente para asimilar la economía social al social business”, obviamente con la primacía de los valores de este último, que tiene como motor la generación de beneficios privados y no se propone como objetivo central transformar la sociedad haciéndola más igualitaria y democrática. Jean-Louis Lavalle, catedrático de Economía Solidaria en Francia y uno de los principales académicos internacionales del movimiento, incluso señaló a la nueva filantropía y al social business como elementos esenciales del neoliberalismo, destinados a “reparar los problemas que el capitalismo crea” a la vez que erosiona el Estado social, donde estas reparaciones serían menos necesarias al basarse en la solidaridad democrática y los derechos en lugar de las “dádivas paternalistas”.
El encuentro puso de manifiesto que la ambición no se queda en las palabras, sino que ha irrumpido en los sectores económicos centrales en cualquier economía —banca, energía, telecomunicaciones— con muchas experiencias que se presentaron en Atenas, y la asunción de todos los retos que afronta también la economía convencional, desde el turismo hasta la creación de un mercado eficiente, aunque obviamente desde valores distintos: cómo repartir más y mejor los ingresos del turismo evitando expulsar a los vecinos; cómo crear un mercado social, etc.
La presencia de las redes española y catalana de economía solidaria —REAS y XES, respectivamente— no sólo fue nutrida, sino que la pujanza del movimiento en España —por la ambición de los proyectos y el impulso con los ayuntamientos del cambio— les colocó a menudo en el foco, con la presentación de iniciativas como el mercado social, el balance social o el mapeo de ofertas como Pam a Pam. Ivan Miró, de la XES y La Ciutat Invisible, admitió que la llegada a los ayuntamientos de aires nuevos, en ocasiones procedentes de los movimientos sociales, ha planteado el debate de cómo blindar la autonomía, pero que el reto hay que asumirlo porque no se trata de planos desconectados: “No habrá otra política sin otra economía”, concluyó.
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