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Lecciones del perdón de una deuda

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Septiembre 2020 / 83

El milagro económico alemán fue posible por la generosidad de EE UU y sus aliados para con la Alemania de posguerra.

La dura y tensa batalla librada en el seno de la Unión Europea para acordar un fondo de reconstrucción con que afrontar la pandemia ha hecho aflorar de nuevo la fosa entre los países autodenominados frugales, que hacen gala de una cultura austera y ahorradora, y los supuestos derrochadores del sur, para los que los primeros querían evitar a toda costa cheques en blanco. Alemania, que medió en favor de los más afectados por la crisis, ha protagonizado los mayores equilibrios del club, no solo en ejercicio de la presidencia rotatoria de la Unión, y no porque rechace de pronto las tesis del rigor fiscal ni las reformas estructurales. En tanto que motor exportador de la UE, Berlín ha comprendido que, si el sur se hunde, su economía no sale indemne y el euro se tambalea. La propia Angela Merkel razonó en julio ante el Parlamento Europeo que la cohesión para superar la crisis "no es un gesto humanitario, sino una inversión sostenible", al apostar por un acuerdo que finalmente permite un nuevo endeudamiento conjunto —y flexibilidad temporal ante el aumento de deuda nacional— en paralelo a una reducción de las aportaciones directas de los países más ricos al presupuesto común. Pero la negociación ha demostrado hasta qué punto el equilibrio entre los intereses de quienes necesitan ayuda de forma desesperada y los de quienes se la pueden prestar no siempre resultan obvios a primera vista.

Si existe un ejemplo de cómo sale a cuenta ayudar, e incluso perdonar deudas ingentes, es el propio despegue alemán posterior a la Segunda Guerra Mundial. Es tan claro que, en cada crisis de deuda  resucitan el pragmatismo, la generosidad, la flexibilidad y el realismo de EE UU respecto de las obligaciones multimillonarias contraídas por los alemanes después de la Primera Gran Guerra, y después, a resultas de la Segunda y los destrozos de Hitler. Washington buscaba un cliente próspero y agradecido que funcionara a modo de dique contra el comunismo y arrastró a los otros dos principales acreedores, Reino Unido y Francia, y a hasta 21 países más, incluidos Grecia y España, a una de las mayores operaciones de rescate nunca perpetradas y que acabó alimentando el milagro económico alemán. 

Mala reputación

La Conferencia de Londres de 1953 demostró cómo se puede resolver un problema de imposibilidad de pago permitiendo a la vez que el país deudor restableciera su capacidad de pago. Y eso que Alemania no gozaba de una especial reputación de país cumplidor. El trabajo de los economistas Rogoff y Reinhart sobre los países en que más defaults incurrieron entre 1340 y 2012 sitúa a Alemania en el sexto lugar de una lista encabezada por España, con 14 impagos. 

Merkel ha sopesado el equilibrio de intereses entre deudores y acreedores en la última negociación de la UE

En busca de credibilidad y de la soberanía perdida con la ocupación por los ganadores de la guerra, Konrad Adenauer asumió las deudas heredadas. Al tiempo, los aliados aprendieron la lección del Tratado de Versalles, que cerró la primera gran contienda del siglo XX imponiendo un castigo tan duro que impidó a los alemanes levantar cabeza: primero, se les condenó a pagar 130.000 millones de marcos-oro, cifra que finalmente, en la Conferencia de Boulogne de 1920, llegaría a elevarse a 296.000 millones. La imposibilidad de pagar engordó el resentimiento de la población y, en medio de  una inflación desbocada, se produjo el ascenso del nazismo. 

El banquero estadounidense Charles Dawes echó un capote a los alemanes con un empréstito y, tras el crash financiero de 1929, el empresario Owen Young les echó otro. De poco sirvieron, porque en 1932 Alemania se declaró incapaz de pagar y los aliados renunciaron al grueso de las deudas, tras la moratoria que un año antes ya había concedido la Administración Hoover. La llegada de Hitler al poder no hizo más que ralentizar primero, y luego suspender cualquier reembolso. Y la destrucción de la Segunda Guerra Mundial y las reparaciones de guerra alimentaron la deuda pendiente de devolución. Según el politólogo Eric Toussaint, portavoz del comité para la anulación de la deuda del Tercer Mundo, la deuda de preguerra ascendía a 22.600 millones de marcos, intereses incluidos, y la contabilizada en la posguerra se elevaba a 16.200 millones. En la Conferencia de Londres, el monto total se redujo más del 60%, según el historiador Albrecht Rischl: la de preguerra pasó de 22.600 a 7.500 millones de marcos, y la de posguerra, de 16.200 millones a 7.000 millones. 

60% de la deuda alemana fue perdonada por el acuerdo de la Conferencia de Londres

117% del PIB: Es la actual deuda pública de Grecia. El grueso de las ayudas europeas se han destinado a pagar intereses

Además de reducir la cuantía, las condiciones de reembolso se diseñaron para no desequilibrar la situación financiera alemana. Algunos ejemplos de ello: la devolución del dinero se haría efectiva si el país deudor tenía superávit comercial y el servicio de la deuda no superaba el 3% de sus ingresos por exportaciones. Se evitaba, así, lastrar la recuperación. Por otra parte, se permitió pagar parte de las deudas en marcos tremendamente devaluados y proteger con subvenciones a los productores locales. Una parte de los pagos se pospuso a una reunificación entonces fuera del horizonte.

Cuando finalmente se produjo, el canciller Helmut Kohl se resistió a aplicar el acuerdo de Londres porque el llamado Tratado 2 + 4 (suscrito en 1990 por la RFA y la RDA con Reino Unido, Francia, EE UU y Rusia) no decía ser "un tratado de paz", aunque se pagaron reparaciones por trabajos forzados.

El caso griego

La crisis de la deuda soberana en la UE, y en particular con la intransigencia alemana ante el triple rescate griego, pusieron de nuevo el foco sobre el perdón de la deuda alemana. Antes de que Alexis Tsipras, líder de Syriza, perdiera en favor de Nueva Democracia las elecciones de julio de 2019 sin haber logrado librar al país de los recortes, en abril el Parlamento heleno aprobó solicitar al Ejecutivo que los alemanes pagaran las deudas contraídas con Grecia tras la ocupación nazi de su país (1941-1944). Según una comisión parlamentaria, estas deudas ascienden a una cuantía entre los 270.000 y los 300.000 millones de euros, de los que 108.000 millones corresponderían a la reconstrucción de infraestructuras destruidas, y el resto, a préstamos forzosos tomados por Berlín del Banco Central de Grecia. Grecia, pese a los recortes que han empobrecido a la población, sigue teniendo una deuda pública del 176% del PIB. El grueso de la ayuda se fue en pagar intereses. Distintos Gobiernos alemanes, incluido el de Merkel, han asumido "la responsabilidad histórica" alemana de los destrozos causados durante el nazismo, pero nunca han abierto la carpeta del dinero. Berlín da por zanjado el tema desde que en 1960 firmara un pacto con Atenas que el Gobierno griego consideró un mero punto de partida indemnizatorio. 

Viene a colación recordar que, en realidad, pocos países han pagado siempre sus deudas; entre ellos, Bélgica, Suiza y Noruega. Y también unas declaraciones del economista Thomas Piketty a Die Zeit (2012): "Europa fue fundada sobre el perdón de la deuda y la inversión en el futuro, no sobre la idea del castigo infinito".