¿Bodas de oro?
El mes pasado se cumplieron 50 años de la firma por Francia y Alemania del Tratado del Elíseo: ambos países, que con tanta frecuencia habían luchado entre sí, decidían unirse para trabajar a favor de la paz y la prosperidad del continente. Pero, ahora que han pasado las celebraciones oficiales, el aniversario debe motivar un profundo examen de conciencia de un lado y otro del Rin.
En el seno de la pareja franco-alemana cada uno carga con el peso de sus contradicciones. París sigue acariciando unos sueños cuyo precio se niega a pagar. Rechaza la idea de un “gobierno mediante las reglas” a favor de un poder europeo discrecional capaz de adaptarse a las circunstancias. Pero no está dispuesto a aceptar las pérdidas de soberanía necesarias para que surja ese poder. En dos ocasiones, 1994 y 2012, Francia ha rechazado ya la mano que le tendía Alemania para avanzar por el camino de una unión política más fuerte.
Berlín se enfrenta a una seria desaceleración a pesar de sus éxitos
Por su parte, Alemania se dedica a rumiar sus reproches contra unos vecinos a los que considera laxistas, sin reconocer los beneficios que, en la última década, le ha proporcionado la moneda única. Su voluntad de imponer unas políticas de ajustes presupuestarios rápidos y reformas estructurales drásticas contribuye poderosamente a asfixiar la actividad en una zona euro que cuenta ya con 19 millones de parados. Es una estrategia que corre el alto riesgo de volverse al final en su contra.
Francia y Alemania pueden seguir felicitándose por haber salvado el euro a base de concesiones mutuas, pero en realidad, la Unión Europea está muy lejos de haber salido de la crisis económica que se abrió en 2008. Las recientes cifras de crecimiento de Alemania - donde el PIB ha bajado un 0,5% en el último trimestre de 2012 y no parece que vaya a aumentar más de un 0,4% en 2013- nos recuerdan que, a pesar de sus éxitos comerciales, el país va a tener que enfrentarse a una seria desaceleración.
Tanto el contexto inmediato como el sentido de la Historia, llaman a una reorientación del software europeo y, por tanto, de la pareja franco-alemana. En caso contrario, la zona euro se arriesga a pagar por su empecinamiento en la ortodoxia cuando, con unos resultados económicos menos negativos de lo que con frecuencia se cree, podría perfectamente proceder a un relanzamiento coordinado... si tuviera la voluntad y los medios de lograr esa coordinación. Con una deuda pública y un déficit comercial mucho más significativos, Estados Unidos da preferencia a la lucha contra el paro, a riesgo de que su moneda se deprecie e imponer así un nuevo shock de competitividad a los europeos.
La imposición de drásticos ajustes asfixia la eurozona
Por lo que al sentido de la Historia se refiere, exige ponerse sin dilación a trabajar para afrontar la transición ecológica, tanto en el plano energético como en el de la necesaria reforma de nuestros medios de producción y consumo. Tenemos para cincuenta años de colaboración activa. Siempre y cuando los dirigentes franceses y alemanes de hoy se muestren tan capaces como sus ilustres antecesores de superar sus diferencias.
Hollande y Merkel celebran 50 años de amistad. FOTOGRAFÍA: PRÉSIDENCE DE LA RÉPUBLIQUE FRANÇAISE