Lo local y lo global
Las elecciones municipales francesas [23 y 30 de marzo] son la primera cita con las urnas de la izquierda en el poder desde la primavera de 2012. Una cita de alto riesgo si se juzga por el nivel de popularidad del jefe de Estado y su primer ministro, que flirtea en los sondeos con las cifras históricas más bajas de la Quinta República.
No es seguro que los ciudadanos deseen convertir esta cita en un referéndum a favor o en contra del Ejecutivo actual. En las elecciones municipales, los franceses votan también, y a menudo en primer lugar, en función de muchos problemas locales: transportes, proyectos de infraestructura, impuestos locales, recogida escolar, alquiler, gestión del agua, etc. Y tienen razón, porque es a este tipo de asuntos que los cerca de 36.000 alcaldes y sus consejeros municipales tendrán que dedicar sus esfuerzos durante seis largos años.
La de los alcaldes es una tarea crucial, en la medida en que el dinamismo de los territorios es un componente determinante del dinamismo de la economía en su conjunto. Es clave, para que tenga éxito la transición hacia un modelo económico ecológico, la capacidad de los municipios de entrar de lleno en ella.
Sería un error, sin embargo, subestimar el vínculo entre la coyuntura nacional y los contextos locales que regirán la elección de los ciudadanos. Las dificultades en los municipios son también a menudo el reflejo en los territorios de la crisis económica que afecta al país en su conjunto.
Esta crisis y los males que la acompañan implican, en efecto, una dura prueba a la cohesión territorial y, al mismo tiempo, a la cohesión social del país. No se viven esas pruebas de la misma manera en según qué sitios. No se está igualmente expuesto al riesgo de perder un empleo o a la quiebra de una empresa si se vive en el centro de la ciudad, donde la actividad se ha mantenido, que en la periferia de las ciudades medias, donde la crisis ha dado el golpe de gracia a un entramado productivo a menudo ya devastado por la desindustrialización.
Algunos territorios están claramente más afectados que otros, y la crisis ha aumentado enormemente las desigualdades territoriales. Hay, al final, pocos puntos en común hoy entre la realidad de los habitantes de las grandes ciudades y la que afrontan las ciudades pequeñas y medianas. Así como entre el centro de las grandes aglomeraciones, donde se agrupan a menudo las categorías más favorecidas, y sus zonas periféricas, a las que el aumento de los precios de la vivienda ha echado a las clases populares y a los sectores más moderados de las clases medias.
Las elecciones municipales muestran los desgarros territoriales
Deben también ser objeto de una lectura más global de la política
Por ello, aunque debe interpretarse en primer lugar localmente, el resultado de las elecciones municipales deberá también ser objeto de una lectura más global. También ofrecerá, sin lugar a dudas, una fotografía significativa de la situación de los desgarros territoriales y las tensiones sociopolíticas generadas en casi seis años —la duración de un mandato municipal— tras el estallido de la más grave crisis económica posterior a la guerra.