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Los venenosos gases de VW

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Noviembre 2015 / 30

En Bruselas es bien conocida la extraordinaria influencia del poderoso lobby de la industria alemana en Europa y en la Unión Europea.  Especialmente dominantes han sido la química y los automóviles. En ocasiones, los documentos fabricados por las grandes corporaciones industriales han servido de base para elaborar directivas o enmiendas a las mismas. Los recursos económicos, técnicos y científicos de las grandes empresas son incomparablemente superiores a los de las instituciones europeas.

La percepción de esta gran influencia de la industria sobre las instituciones ha quedado ampliamente desbordada tras el reciente descubrimiento de los graves abusos cometidos por Volkswagen. La manipulación del software de los vehículos ha permitido falsificar los resultados de polución del venenoso óxido de nitrógeno en los exámenes sobre la contaminación. El software estaba diseñado para que no se detectara que las emisiones superaban hasta 40 veces los límites  legales durante las pruebas de inspección.

Los hechos divulgados por las autoridades estadounidenses el pasado 23 de septiembre son escalofriantes y sus consecuencias difíciles todavía de evaluar, sobre todo en materia de salud, empleo y costes para los contribuyentes y la compañía alemana. 

En primer lugar hay que señalar que en este caso lo realmente grave son los daños irreparables a la salud. Florent Marcellesi, portavoz de EQUO en el Parlamento Europeo, ha advertido que más de 400.000 personas podrían morir de forma prematura en Europa por este caso. El diesel emite altos niveles de partículas finas y dióxido de nitrógeno que pueden causar daños permanentes en los pulmones, el hígado, los riñones y el sistema nervioso. El coste de esta agresión a la salud puede superar los 1.500 euros por ciudadano europeo al año.

En segundo lugar hay que destacar que estas prácticas fraudulentas se han venido ejerciendo desde hace casi una década. Las últimas investigaciones apuntan que las manipulaciones por parte de los técnicos de la empresa se iniciaron en 2005 o 2006. La empresa ha reconocido que 11 millones de vehículos circulan por el mundo polucionando de manera peligrosa. En España hay 683.000 vehículos contaminantes, reconoce la compañía.

En tercer lugar, las multas y las demandas por las indemnizaciones de los afectados pueden superar los 100.000 millones de euros. Los costes económicos totales pueden ser un múltiplo de esta cifra, mucho más de lo que podría suponer para Alemania el coste de la salida de Grecia del euro, según el analista Wolfgang Münchau. La compañía se ha comprometido a revisar 8,5 millones de vehículos en los 28 países de la UE. Los efectos sobre  el empleo pueden ser muy elevados. 

En cuarto lugar es significativo que el fraude se haya descubierto en Estados Unidos cuando la sede y las principales factorías de VW están en Alemania. Es preocupante el retraso de las autoridades estadounidenses, pero más aún la ineficiencia de las europeas y alemanas en un asunto tan grave para la salud. Los responsables políticos siguen analizando el asunto desde una perspectiva en la que siguen primando los intereses empresariales y de competencia sobre los de la salud de las personas.

Hay que tener en cuenta que las emisiones máximas permitidas en Estados Unidos son 40 microgramos de dióxido de nitrógeno por kilómetro, la mitad de las permitidas en la UE, que son de 80 miligramos. Bruselas trabaja en una nueva regulación que efectuaría los controles sobre las emisiones reales en carretera, para evitar la manipulación en los centros de control, que permitiría emisiones de hasta 128 miligramos por kilómetro. Esta normativa más laxa no entraría en vigor hasta septiembre de 2017. Alemania pide que la propuesta se suavice todavía más.

La enfermedad del capitalismo europeo es peor. El riesgo es la salud 

La iniciativa de efectuar el control de los vehículos en su funcionamiento real en las carreteras, en lugar de en los laboratorios, ha obtenido el apoyo de la mayoría de los eurodiputados, excepto algunos de la delegación alemana, que se opusieron radicalmente . Los eurodiputados han denunciado la obsolescencia de la regulación europea actual, que no limita la emisión de metano de los coches, a pesar de que su efecto invernadero es 23 veces más fuerte que el del CO2.

Tanto la Comisión como el Parlamento Europeo se encuentran sometidos a una impresionante presión por parte de la industria automovilística. La presión también se ejerce sobre los medios de comunicación a través de la publicidad. Le Canard enchainé ha reproducido un correo electrónico en el que Volkswagen exigía que no se publicara “ningún artículo sobre la crisis de VW” como condición para concederles  anuncios. Los medios españoles han recibido fuertes presiones para que influyeran en Bruselas a fin de que rebajara las exigencias  de publicar las emisiones de CO2 en los anuncios. 
Estamos ante un serio problema de calidad de la democracia. Parecía que el origen del mal estaba en Wall Street y Londres por la voracidad del poder financiero y sus estragos en desempleo y pobreza. Ahora descubrimos que  la enfermedad del capitalismo europeo es peor. La búsqueda de beneficios es a costa directa de la salud. Los ciudadanos no pueden permanecer impasibles.  Ahora pueden emplear las demandas colectivas, avaladas recientemente por el Supremo, para exigir que la justicia ponga la defensa de la salud por encima de los resultados empresariales.