Tres bombas de relojería
Tras las elecciones de diciembre y junio pasados llevamos ya más de ocho meses sin Gobierno. Pero no hay que confundirse. Aunque Mariano Rajoy no haya logrado formar un nuevo Ejecutivo sigue mandando. Continúa gobernando a su estilo. Esto significa dejar pudrir los grandes problemas que amenazan seriamente el futuro de los ciudadanos, especialmente los que están en una situación más precaria. Pasa el tiempo y tenemos tres bombas de relojería en marcha: empleo, pensiones y deuda.
Estos son los verdaderos problemas del país que están al margen del debate político dominado por el tacticismo. Todo se condiciona a lograr la formación de un nuevo Gobierno. El pensamiento dominante implica que si la oposición no da carta blanca a Rajoy para que siga con la misma política de deterioro social de los últimos años es por falta de sentido de Estado o de sentido común. Apelar al sentido de Estado es una invocación muy grandilocuente, pero que deja cada vez más fríos a los ciudadanos al ver que sus preocupaciones permanecen orilladas de la agenda política.
Pensiones. Este es el asunto más inmediato. Durante los últimos cuatro años, el Gobierno del Partido Popular ha infravalorado el déficit del sistema de pensiones recurriendo al Fondo de Reserva, del que ha retirado más de 55.000 millones de euros. Pero el fondo se agota. De los 68. 815 millones con que contaba a finales de 2011 ya sólo quedan 24.207 millones. Apenas hay recursos para un año y medio. Es uno de los ejemplos más claros de huida hacia adelante, por no decir hacia el precipicio. Expertos, partidos, sindicatos y patronales ofrecen diversas propuestas. El Gobierno permanece inactivo y deja pasar el tiempo.
Hay múltiples soluciones para asegurar el sistema público de pensiones (complementar los ingresos con impuestos, eliminar los topes de cotización de los salarios más elevados, elevar el salario mínimo, favorecer el retraso voluntario de la jubilación en determinadas actividades, entre otras). Seguramente la solución está en una combinación de varias medidas. Las pensiones en España tienen un impacto mucho más amplio que el del colectivo que las percibe. Muchas familias subsisten gracias a las pensiones de sus mayores. Las pensiones contributivas representan el 45% del efecto redistributivo del gasto social. Las pensiones públicas son la columna vertebral de la estabilidad social del país. Los expertos ya no recomiendan como antaño la alternativa de las pensiones privadas porque ofrecen un rendimiento medio negativo, como ocurre este año en España. Los tipos de interés negativos promovidos por el Banco Central Europeo (BCE) para estimular la economía están dejando sin rendimientos a todo tipo de ahorradores, incluidos los partícipes en planes de pensiones.
Deuda. El crecimiento incesante de la deuda pública es otra característica que ha acompañado sigilosamente la crisis económica y que no se ha detenido con el crecimiento. La deuda pública total representa ya el 132,6% del PIB, el 50% más que en 2011. La deuda, medida según el criterio de déficit excesivo de la Unión Europea, es del 100,9% del PIB, un nivel sin precedentes desde 1909. La factura de su financiación se elevará este año a más de 31.000 millones de euros a pesar de la bajada de los tipos. Esto comporta muchos riesgos. La más mínima subida de los tipos de interés colocaría a España en una situación muy comprometida.
La solución al problema de la deuda, resultado del déficit presupuestario acumulado año tras año, exige una profunda reforma fiscal. Las rebajas de impuestos efectuadas por el Gobierno en el IRPF y el de sociedades por motivos electorales agravaron el problema con una pérdida de ingresos que puede alcanzar los 15.000 millones. Es urgente una amplia, profunda y pactada reforma fiscal para enderezar las cuentas públicas (ver el Tema del mes ¿Impuestos o recortes?).
Empleo. La sostenida alta tasa de desempleo, especialmente el juvenil, es el desafío más grave para el futuro de la sociedad española. La economía española ha logrado crear más 430.000 puestos de trabajo en los últimos doce meses, pero las características de los empleos ya no son garantía de la salida de la pobreza. Los contratos temporales son cada vez más numerosos y más breves. El 26% del total duran menos de una semana. Los salarios se han hundido. Las limpiadoras de hoteles, por ejemplo, han visto caer sus ingresos de 1.200 euros a 700 euros al mes. Se generalizan los destajos. La paga por habitación puede ser inferior a dos euros. Los temporeros recogedores de fruta han visto caer sus salarios a cuatro euros la hora, la mitad de lo que perciben los vendimiadores que van a Francia.
La recuperación económica deja al margen a los jóvenes, con una tasa de paro del 46,5%, y a medio millón de trabajadores mayores de 55 años sin empleo. El recorte de las prestaciones por desempleo ha dejado a más de 2,6 millones de parados sin subsidio. La situación de desconfianza de los jóvenes de entre veinte y veinticuatro años queda reflejada en que el 22% no trabaja, ni estudia, ni sigue estudios de formación. Son los llamados “nini”. Los jóvenes formados en España acaban trabajando en otros países con escasa posibilidades de volver. Esta pérdida del capital humano es quizá la bomba de relojería más silenciosa y temible que afronta la sociedad española.
Hay un indicador sintético que resume el deterioro de las condiciones de vida. Es el aumento incesante de la desigualdad que puntualmente nos recuerda Eurostat. En 2015 la relación entre el 20% de ciudadanos con mayores ingresos y el 20% que gana menos fue del 6,9. La desigualdad sigue creciendo pues en 2011 esta diferencia era del 6,3. En la UE fue del 5,2 en 2014.
Los premios Nobel que visitan España, como Joseph Stiglitz o George Akerlof, están horrorizados por la tasa de paro del 20%. No cesan de recomendar planes de inversión y estímulo para crear empleo. Muchos ciudadanos no comprenden como los problemas más importantes del país han quedado eclipsados por la pugna por el mantenimiento del poder a cualquier precio.
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