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Octubre 2018 / 62

La recuperación económica pierde fuelle por el empeoramiento de los factores externos que la impulsaron. Ya se empieza a notar en la creación de empleo y en el bolsillo de los consumidores.

La construcción es de los pocos sectores que crece con fuerza. FOTO: 123RF

Los vientos de cola que impulsaron la recuperación de la economía española han comenzado a amainar y los indicios apuntan a que el enfriamiento iniciado a comienzos de año se va a acentuar en los próximos meses. Preparémonos para oír con frecuencia esta palabra: desaceleración.

El menor crecimiento va a hacer mella en el bolsillo de los ciudadanos cuando estos apenas empezaban a recuperarse del duro golpe sufrido durante la crisis. La ralentización de la actividad económica trae consigo una creación de empleo menos intensa, y el paro, aunque seguirá bajando, lo hará con menos brío.

Aunque la economía dio sus primeras señales de desaceleración a finales del año pasado, la tendencia se ha acentuado en lo que va de 2018. El producto interior bruto (PIB) creció a un ritmo anual del 2,5% en el segundo trimestre, el peor dato desde el año 2014. El principal indicador de la producción de bienes y servicios del país llevaba 12 trimestres seguidos creciendo por encima del 3%. 

Las previsiones más recientes del Banco de España indican que la economía española seguirá desacelerándose durante los próximos trimestres y que la tendencia será más acusada de lo calculado anteriormente. La entidad pronostica que el PIB crecerá un 2,6% en el conjunto del año, una décima menos que su previsión anterior, un 2,2% en 2019, dos décimas menos, y un 2% en 2020, una décima por debajo de lo previsto.

¿Qué ha sucedido para que se produzca el cambio de tendencia? La mayoría de los expertos coincide: los factores externos que dieron vida a la economía española en sus horas más bajas han comenzado a tener el efecto contrario. 

Para empezar, el Banco Central Europeo (BCE) ha anunciado el fin del programa de estímulo a la actividad conocido como expansión cuantitativa que puso en marcha en 2015, consistente en la compra masiva de deuda de los países con problemas. El BCE se ha hecho con el 22% de la deuda pública española tras haber adquirido bonos por 250.000 millones de euros. No está claro si el BCE optará, como ha hecho la Reserva Federal estadounidense, por una subida de los tipos de interés, medida que encarecería los gastos de financiación de los Gobiernos, las empresas y los particulares después de varios años cercanos al coste cero. 

 

EL PETRÓLEO SE DISPARA

En segundo lugar, el encarecimiento de los precios del petróleo está teniendo un efecto especialmente negativo en un país como España, extremadamente dependiente de las importaciones de crudo. El barril de petróleo Brent superó los 80 dólares a finales de septiembre, su nivel más alto en cuatro años. La subida del precio del petróleo engorda la factura energética de las empresas y recorta el poder adquisitivo de los ciudadanos, que deben destinar al pago de combustible y al transporte un dinero que, de otra manera, gastarían en otras cosas. Sucede lo mismo con el coste de la electricidad, que alcanzó un máximo histórico en septiembre.

La pérdida de vigor del consumo privado es un síntoma claro de la desaceleración de la actividad económica. Varios indicadores recientes muestran la debilidad del principal componente de la demanda interna: las ventas del comercio minorista descendieron un 0,6% en julio respecto al mismo mes de 2017, una tendencia desconocida desde el comienzo de la recuperación, mientras que la demanda de gran consumo en supermercados, hipermercados y tiendas de alimentación cayó en el primer semestre por primera vez en cuatro años.

Por su parte, la inflación está anulando buena parte del efecto positivo de la subida de los salarios, que habían empezado a recuperar el terreno perdido durante la crisis. El índice de precios de consumo (IPC) alcanzó en agosto una tasa interanual del 2,2% debido, principalmente, a la subida de partidas básicas como el combustible y la vivienda. La escalada de los precios podría dejar en agua de borrajas el acuerdo firmado a principios de verano por los sindicatos y la patronal para subir los salarios entre un 2% y un 3% y garantizar un salario mínimo de 1.000 euros al mes a los trabajadores bajo convenio.

Otro factor que está frenando el consumo es la caída a niveles mínimos de la capacidad de ahorro de los españoles. Al mismo tiempo, hay quien está endeudándose para mantener su nivel de gasto: los créditos al consumo están creciendo a un ritmo que preocupa al Banco de España por la posibilidad de que un empeoramiento de la situación económica general ocasione un aumento de los impagos.

 

TURBULENCIAS

El sector exterior, que ha contribuido decisivamente a la recuperación económica, está dando muestras de debilidad. Francia, primer destino de las exportaciones españolas, ha entrado en una fase de menor crecimiento, como han hecho Italia y Reino Unido, otros dos mercados clave para los productos made in Spain. En este último se nota la incertidumbre sobre las negociaciones del Brexit con la Unión Europea. Las ventas a economías emergentes como Turquía y Argentina, sumidas en graves crisis financieras, también se resienten, y los exportadores españoles notan la desaceleración en China, envuelta sin quererlo en una guerra comercial con EE UU y lastrada por una enorme deuda pública y privada.

La subida del precio de la energía hace mella en el consumo

La capacidad de ahorro de los españoles está en niveles mínimos

El sector exterior comienza a dar señales de debilidad 

El turismo, principal industria nacional y fuente de empleo para 2,5 millones de españoles, también ha comenzado a dar señales de agotamiento. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), España recibió en julio 9,8 millones de turistas internacionales, un descenso del 4,9% con respecto a julio de 2017. Se trata de la mayor caída en ocho años (más información en este artículo Turismo: cura de humildad).

De los principales sectores de actividad, la construcción es, junto a la fabricación de automóviles, el único que sigue dando muestras de solidez, en sintonía con el fuerte aumento que experimentan los precios de la vivienda, que han recuperado en algunas ciudades su nivel previo al estallido de la burbuja inmobiliaria, en 2008. Los alquileres se encuentran en máximos históricos en muchas zonas de España y exigen de los inquilinos un esfuerzo económico cada vez mayor, de nuevo a costa de otras partidas de gasto. En este contexto de fuerte alza de precios, los jóvenes siguen teniendo muy difícil independizarse del hogar familiar. 

 

EMPLEOS MAL PAGADOS

En consonancia con la desaceleración de la actividad económica, la creación de puestos de trabajo ha comenzado a resentirse. Según las previsiones de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), el empleo aumentará un 2,2% este año y un 1,9% el que viene, mientras que la tasa de paro cerrará 2019 en el 13,5% de la población activa, frente al 15,28% que refleja la última Encuesta de Población Activa (EPA). Los datos de paro de agosto no invitan precisamente al optimismo, pues se produjo la mayor subida del paro desde 2011 (47.000 personas) y la mayor caída de afiliados a la Seguridad Social en una década (203.000). 

El paro sigue bajando, pero con menor intensidad

Los salarios no acaban de recuperar poder adquisitivo

Varios nubarrones se ciernen sobre la economía mundial

Aunque el empleo sigue creciendo, buena parte de los salarios son tan bajos que apenas dan para lo justo. La mayoría de los puestos de trabajo que crea la economía española siguen siendo temporales y mal pagados, lo que hace aún más difícil que el consumo privado se recupere. La retribución media por hora trabajada subió solo un 0,6% en el segundo trimestre, menos de la mitad que en los tres primeros meses del año. Ello significa que los salarios reales (el salario nominal menos la inflación) no acaban de recuperar poder adquisitivo y que los trabajadores españoles siguen sin disfrutar de los beneficios de la recuperación. Tener un empleo hoy no significa haber dejado atrás la pobreza.

Como ha ocurrido desde el estallido de la crisis, los asalariados siguen financiando la recuperación de aquellos ciudadanos que tienen una cartera de inversiones. Ello quiere decir que quienes disponen de acciones, fondos de inversión y otros productos financieros están hoy en mejor situación que quienes dependen de su trabajo para vivir. El número de superricos que declaran patrimonios superiores a los 30 millones de euros se ha triplicado en 10 años, al pasar de 200 contribuyentes en 2006 a 579 en 2016, según datos sobre declarantes del impuesto de patrimonio.

 

AMENAZAS A LA ESTABILIDAD

Pese a la desaceleración provocada por el deterioro de los factores externos, la mayoría de los expertos vaticinan que la economía española va a seguir creciendo por encima de la media europea. En el lado positivo, Funcas pone de relieve que las fuerzas internas que impulsaron la recuperación económica siguen vigentes, entre ellas el desendeudamiento del sector privado, el superávit exterior, la recuperación de competitividad y el saneamiento del sector financiero. 

El turismo da señales de estancamiento. FOTO: EVA SAN LEANDRO

Sin embargo, hay nubarrones en el horizonte que amenazan la estabilidad de la economía mundial. El auge de los populismos contrarios a la Unión Europea, el posible contagio de las turbulencias en Turquía y Argentina a otras economías emergentes y la subida de los aranceles a productos europeos decretada por el presidente de EE UU, Donald Trump, podrían frenar aún más el ritmo de crecimiento. Además, la deuda global se encuentra en niveles históricos y la burbuja de activos en Wall Street podría estallar en cualquier momento. 

El empeoramiento de la coyuntura económica internacional llega en un momento de inestabilidad política en España, con un Gobierno sostenido por una frágil minoría parlamentaria, sin Presupuestos Generales del Estado, con un déficit que ronda el 3% del PIB y con compromisos de gasto público al alza, principalmente de las pensiones. El intento de Pedro Sánchez por sacar adelante su proyecto de Presupuestos, que incluye un aumento del gasto público en 6.000 millones de euros (1.000 millones de ellos en inversión pública), está paralizado por la oposición. Y como advierten los economistas de Funcas, el elevado nivel del déficit y de la deuda pública, esta última cercana al 100% del PIB, deja al Gobierno muy poco margen de maniobra para tomar medidas fiscales que ayuden a paliar las consecuencias de una nueva crisis.