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Consumo organizado

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Mayo 2022 / 102

La subida de precios bate récords y muchas familias deben hacer malabares para llegar a fin de mes. Iniciativas colectivas y de la economía social ayudan a amortiguar el golpe y a avanzar hacia modelos más sostenibles.

La economía suele tener fama de ciencia árida, pero hay un término que todo el mundo entiende a la primera porque causa enormes desbarajustes en el día a día de la ciudadanía: inflación.

Sobre todo cuando los precios empiezan a subir a un ritmo trepidante, como ahora, sin que los salarios vayan a la par, en ese momento, se encienden todas las alarmas en las clases populares, que deben hacer malabares para simplemente llegar a fin de mes, incluso cuando datos macroeconómicos clave como el paro y el PIB se suponen que indican buena salud.

Bienvenidos a la economía de los países occidentales en 2022, tras encadenar sacudidas extraordinarias: el crash financiero y la posterior crisis del euro forzó una devaluación salarial en los países del sur de Europa, de la que España aún no se ha recuperado; la pandemia de covid-19 tensionó los canales globales de producción y distribución, con lo que la falta de suministros empezó a aumentar los precios, y ahora la guerra en Ucrania ha acelerado la inflación especialmente en facturas tan vitales como la energía y la alimentación.

Las consecuencias no son nada teóricas, sino completamente tangibles para millones de personas: según datos de la OCDE, la devaluación interna en España hizo que los salarios reales estén casi el 10% por debajo de hace una década —¡y hasta por debajo de hace 20 años!—. En paralelo, la inflación se ha colocado abruptamente en la estratosfera, con una subida interanual constante desde el 1,3% de marzo de 2021 al 9,8% del pasado marzo. Y el dato global, que nos retrotrae a cuatro décadas atrás, se queda incluso muy corto si se pone la lupa sobre elementos de primera necesidad: la electricidad ha aumentado el 107% en el último año; el gasóleo, el 45%; la gasolina, el 33%; el aceite de oliva, el 32%, siempre según datos del INE (véase gráfico).

El CIS ya registra la creciente dificultad de cada vez más familias por llegar a fin de mes: el índice de confianza del consumidor del pasado marzo identificaba en esta situación al 17%, cinco puntos más que el mismo mes de 2019 y con unas perspectivas cada vez más pesimistas: el 54% de las familias considera que su situación ha empeorado en los últimos seis meses, un porcentaje que en 2019 era del 21%. La causa es señalada casi al unísono (73%): alza continuado de precios.

La situación es común en muchos países occidentales, pero en España se vive de forma particularmente aguda, al combinar una de las mayores devaluaciones salariales registradas por la OCDE con una de las inflaciones más elevadas: así lo registra un reciente macrosondeo de la encuestadora británica YouGov en seis países europeos, que sitúan a España a la cabeza de la preocupación por el futuro aumento de costes del alquiler y la hipoteca (el 64% de los encuestados), de la energía (el 92%) y de los alimentos (el 91%).

The Wall Street Journal y otros medios de referencia del capitalismo globalizado coinciden en señalar la pérdida de poder adquisitivo de las clases populares como un gran propulsor de los populismos reaccionarios y, de hecho, este fue el tema central de la campaña de Marine Le Pen en las presidenciales francesas, en las que superó el 40% en la segunda vuelta, un porcentaje jamás alcanzado antes por los ultras. En España, Vox está también en máximos en los sondeos e incluso acaba de entrar en su primer gobierno autonómico, en Castilla y León, de la mano del PP. 

Enfado

“El individualismo imperante lleva a que la gente se enfade ante sus problemas, se aísle en casa en estado de shock y busque culpables a través de soluciones trumpistas”, advierte Mario Sánchez-Herrero, economista de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Sánchez-Herrero también dirige Ecooo, cooperativa de energías renovables y una de las entidades punteras de la economía social de Madrid, justo el antídoto colectivo al individualismo rampante: “Las soluciones a los problemas de la ciudadanía solo llegarán si se afrontan con proyectos colectivos y a través del consumo organizado”, sostiene.

10% Porcentaje  de caída de los salarios reales respecto a los de hace una década

107% Aumento del precio de la electricidad en el último año

José Manuel Alonso, de Opcions —entidad especializada en el consumo crítico con base en Barcelona— coincide: “Solo si salimos de la rueda del hámster, asociándonos con otras personas en la misma situación, podremos llegar a fin de mes y vivir dignamente”. Y añade: “Ello exige un auténtico cambio cultural, pero es cuestión de supervivencia porque si sigues solo no hay manera”.

Las crisis son justo los momentos en que “toman mayor impulso las iniciativas de ayuda mutua que fortalecen la comunidad”, subraya Susana Martín Belmonte, economista especializada en monedas complementarias.

Lo que sigue es una pequeña guía de propuestas de ayuda mutua, la mayor parte procedente de la economía social y de base comunitaria, que pueden ayudar a llegar mejor a fin de mes e inspirar a personas e instituciones. No son propuestas teóricas: ¡todas existen ya!

ENERGÍA

El vigente sistema de fijación de precios es tan peculiar que la factura de las cooperativas de energía limpia suelen ser ahora más caras que las del mercado libre, razón por la cual muchas incluso evitan la entrada de nuevos socios. Pero es un fenómeno coyuntural y, en todo caso, no aspiran a aumentar la factura al usuario —para repartirse luego los dividendos o bonus— sino a que reduzca su consumo para contaminar menos y le ayudan a ser más eficiente.

 Primera célula de la comunidad energética COMPTEM-Grupo Enercoop, en Crevillent (Alicante). 
Fotografía:  Enercoop

La gran apuesta para reducir la factura de la luz a medio plazo es el autoconsumo al margen del sistema convencional y alrededor de la solar fotovoltaica, que en 2021 creció el 30%. La nueva figura de comunidades energéticas empieza a brotar por todo el país, con ejemplos tan emblemáticos como el barrio Rosa Luxemburgo, en Madrid, que ha instalado paneles solares que alimentan más de 80 hogares— o el proyecto de Crevillent (Alicante), que aspira a cubrir el 50% de las necesidades energéticas de esta localidad de 30.000 habitantes con una microrred de autoconsumo, compras colectivas de energía renovable y la instalación de placas solares en pisos individuales.

El CIS registra que casi el 20% de familias no llega a fin de mes en España 

"Las soluciones solo llegarán con proyectos colectivos" Mario Sánchez-Herrero, economista

Hay ayudas públicas para ello —aunque suelen agotarse rápidamente— y rebajas del IBI, que en algunos municipios llegan al 50%. Con los precios actuales de electricidad, los costes de instalación se amortizan en unos seis años y la vida útil de la inversión llega hasta los 30 años, con lo que el ahorro global puede ser importante. Eso sí: se necesita disponer de la aportación inicial, que empieza a ser financiada por créditos de banca ética. 

Algunas de las cooperativas de energía de referencia son Ecooo.es, con base en Madrid; Somenergia.coop, con base en Girona y 128.000 contratos por toda España; Grupoenercoop. es, con 91 años de vida y base en la Comunidad Valenciana, mientras que Unionrenovables.coop es la plataforma que agrupa a 21 cooperativas con 105.000 personas socias. Entre las entidades especializadas en la eficiencia para rebajar el consumo y la factura se encuentran, entre otras, Socaire.es en Madrid y aeioluz.com en Valencia.

MOVILIDAD

Salvo que necesites el coche sí o sí cada día, las cooperativas de vehículo eléctrico compartido (carsharing) no solo son una opción para reducir la contaminación, sino también para el bolsillo. Al menos en algunas zonas de Cataluña, donde Som Mobilitat dispone ya de 62 vehículos a disposición de los socios, algunos de última generación, con baterías preparadas para recorrer de un tirón más de 300 kilómetros.

Para usar los vehículos basta con ser socio de la cooperativa (un único pago de 10 euros) y abonar por uso, a partir de 3 euros la hora o 40 euros el día completo. Pero este es ya el precio total: no hay que pagar gasolina, ni seguro, ni aparcamiento, ni reparaciones, ni ITV, ni el coche en sí, claro. En la provincia de Barcelona, además, entregar un coche viejo a desguazar da derecho a la T-Verde, con viajes ilimitados gratuitos en transporte público en toda la provincia durante tres años, con lo que el ahorro puede llegar en este periodo a 5.000 euros anuales, según la vivencia experimentada por el autor de este artículo.

El ejemplo de Sommobilitat.coop está inspirando a otros proyectos en España, aún pequeños, como alterna.coop (Valencia, 5 vehículos), ekiwimovilidad.es (dos en Valladolid) y conectamovelcoop.es, en Madrid, orientado a compartir coches dentro de una misma comunidad. Las cuatro cooperativas son miembros de themobilityfactory.eu, que agrupa a 15 entidades de la UE y que tiene como uno de sus retos, aún no logrados, que los socios puedan utilizar también los vehículos de las otras cuando viajan y lo necesiten.

ALIMENTACIÓN

Hay una ecuación tremenda que raramente falla: cuanto más baratos son los alimentos, de peor calidad nutritiva y más procesados suelen ser. Pero ahorrar en comida hinchándose de fast food ultraprocesado es una pésima inversión a medio plazo. Para romper esta ecuación nacieron los supermercados cooperativos, en los que los clientes son también socios con voz y voto, y los grupos y cooperativas de consumo.

Grandes cadenas de supermercados cooperativos son consum.coop y eroski.coop, pero en los últimos años se han impulsado también iniciativas inspiradas en el FoodCoop de Nueva York, uno de los modelos internacionales de éxito de la versión más participativa, que dice  tener “17.000 empleados y ningún cliente” porque todos los socios tienen que trabajar también 3 o 4 horas al mes. La clave es abaratar costes con trabajo de los socios —que así aprenden cómo funciona el circuito y refuerzan los lazos— para reducir costes y acceder a mejor precio a alimentos de proximidad, de calidad y, a menudo, ecológicos.

Grupos locales han lanzado proyectos simultáneos en España inspirados en este modelo. Entre otros, laosa.coop (Madrid, 1.200 socios), somalimentacio.com (València, 700) y foodcoopbcn.cat, nacido en febrero en Barcelona y que suma 500 socios. 

Otra forma de rebajar el gasto en alimentos sin perder propiedades nutritivas lo ofrecen los movimientos y las aplicaciones que tratan de evitar el desperdicio de comida a punto de caducar o sobras, un despilfarro que en España afecta a un tercio del total de alimentos.

El movimiento cuenta con portales de sensibilización y mapa de iniciativas concretas dirigidas a empresas, comercios, restaurantes y particulares, como yonodesperdicio. org y aprofitemelsaliments.org. Entre las nuevas app privadas con opciones concretas para utilizar a diario destaca toogoodtogo.es, que en España ha involucrado a 15.000 negocios y supera los cuatro millones de usuarios.

VIVIENDA

Como explica el economista Alejandro Inurrieta en Vivienda: la revolución más urgente, editado por Alternativas Económicas, España es de los países occidentales con la vivienda más a merced del mercado y más inaccesible para las clases populares, sobre todo por las barreras de entrada para conseguir una hipoteca y la falta de alquiler social.

"En las crisis toma mayor impulso la ayuda mutua" Susana Martín Belmonte, economista especializada en monedas complementarias. 

Som Mobilitat ya cuenta con coches eléctricos con 300 km de autonomía

La tradición del cooperativismo de vivienda se agrupa en España alrededor de la confederación concovi.org. Esta vía abarata costes por definición porque no persigue ni lucro ni pelotazos: el fin es construir un lugar para vivir uno mismo y no adquirir un activo financiero.

En los últimos años ha surgido una nueva generación que prioriza la cesión de uso (un híbrido entre la propiedad y el alquiler), entre las que destaca sostrecivic.coop, con muchos proyectos en marcha. Además, una de las entidades más emblemáticas del movimiento, la Cooperativa Obrera de Vivienda, cov‑elprat.com, que construyó en la década de 1960 todo un barrio cooperativo con casi 1.000 familias en El Prat (Barcelona), vuelve a ser pionera, ahora con el foco puesto en el alquiler social: cuenta ya con 168 pequeños apartamentos de alquiler a 260 euros al mes y está inmerso en un ambicioso proyecto de "vivienda de alquiler asequible, estable y cooperativo", con la construcción de 101 apartamentos más espaciosos con alquileres de entre 400 y 700 euros, que estarán listos en dos años.

BANCA ÉTICA

En el actual escenario de crisis y horizonte de subida de tipos de interés, cada vez va a ser más difícil conseguir crédito de la banca convencional, cuyos criterios de concesión raramente tienen en cuenta las especificidades contables y de funcionamiento de pymes y de la economía social. Sin embargo, la banca ética, que sigue ganando peso en España y batió en 2020 su récord en préstamos, con 1.720 millones de euros y un crecimiento del 16%, según el último barómetro anual, tiene su razón de ser precisamente en el apoyo a proyectos con propósito y con las dinámicas propias —también contables— de estas entidades, con instrumentos específicos que ponen en valor su base social, obviamente sin por ello renunciar a los criterios de viabilidad.

Si el proyecto es viable y ético y se cuenta con base social, suele haber crédito disponible incluso en las peores crisis. Uno de los paraguas de referencia del sector en España es fets.org y entre las entidades financieras de banca ética de base cooperativa destacan fiarebancaetica.coop y coop57.coop. Las históricas cooperativas de crédito, que cuentan con algunas entidades muy próximas a los valores de la banca ética, se agrupan en unacc.com.

Asamblea de Som Mobilitat Fotografía: Som Mobilitat

 

MONEDAS COMPLEMENTARIAS

La capacidad de emitir moneda es formalmente una exclusiva de los bancos centrales, pero en los últimos años se han ido perfeccionando mecanismos complementarios para el intercambio de bienes y servicios: en épocas de crisis suelen suponer un alivio para muchos ciudadanos que no llegan a fin de mes.

Algunas experiencias de moneda social están respaldadas en euros y tienen detrás gasto público con el objetivo de vehicular ayudas monetarias hacia el comercio de proximidad, como la experiencia del rec, impulsada por el Ayuntamiento de Barcelona (rec.barcelona). En otros casos, es la propia comunidad la que pone en marcha sus monedas —con nombres a veces muy divertidos— para pagar bienes y servicios dentro de un mercado social o comunitario fuera de la lógica de mercado: estos nodos se conocen como ecorredes y una de las plataformas de referencia, que incluye mapa de experiencias de toda España y tutoriales para poner en marcha estos mecanismos —incluido la tecnología del Community Exchange System— es ecoxarxes.cat. Cada año hay un encuentro estatal de monedas complementarimas, que este año se celebrará en Málaga del 3 al 5 de junio.

La banca ética da más créditos que nunca y valora la base social de las organizaciones

Y cuando la unidad de intercambio no es en monedas, sino en horas destinadas a completar la tarea —sea cual sea su valor de mercado—, la alternativa se conoce como “bancos de tiempo”, que permiten acceder a servicios al que oferte también algo a la comunidad, una fórmula de ayuda mutua nacida en la tradición anarquista. Entre las plataformas de referencia, que mapean y comparten materiales y tecnología al respecto destacan la Asociación para el Desarrollo de los Bancos de Tiempo (adbdt.org), Bancos de Tiempo (bdtonline. org) y la herramienta de apoyo tecnológico y logístico timeoverflow.org, desarrollada con apoyo de Barcelona Activa.

CONSUMO COLABORATIVO

Muchas familias y hasta empresas gastan dinerales en comprar objetos que necesitan, pero que utilizan muy de vez en cuando. La base, al menos en teoría, de la economía colaborativa es el uso y no la tenencia y para ello lo lógico es compartirlos (sharing economy) con una fórmula parecida a las bibliotecas, pero de cosas en lugar de libros.

Esta idea, que implica un gran ahorro económico y ecológico sin renunciar a nada, lleva años en marcha en los países anglosajones con el nombre de Libraries of things. Y en 2020 llegó también a Barcelona La biblioteca de las cosas (bibliodecoses. cat), impulsado por Rezero y Nusos, que prestan multitud de objetos y electrodomésticos con un alquiler simbólico de 1 a 3 euros a la semana, de cinco tipos: ocio y aventura (tiendas de campaña, sacos de dormir, bicis…), limpieza y casa (de panificadora a vajilla), oficina (teclados, webcams, adaptadores, etc.), bricolaje (¡esa caja de herramientas que utilizas solo una vez al año!) y cuidados y salud (silla de ruedas, muletas…).

En la biblioteca se organizan también talleres para aprender a reaprovechar, desde recetas de comida a alargar la vida de los electrodomésticos.