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El cambio del clima mata, enferma y arruina

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Enero 2019 / 65

Calor: El calentamiento propaga enfermedades en países pobres y ricos, contribuye al hambre, baja la productividad y tiene enormes costes.

FOTO: El mosquito portador del zika y el dengue

El cambio climático es, quizás, el arma de destrucción masiva más tenebrosa que se conoce”, advertía hace cinco años el entonces Secretario de Estado de EE UU John Kerry. Al menos resulta difícil encontrar otra arma tan, digamos, efectiva, si pensamos en provocar catástrofes a gran escala: incremento de la frecuencia e intensidad de incendios forestales, tormentas, ciclones, inundaciones, olas de calor, olas de frío, sequías, deforestación y desertización; aumento del nivel del mar, extinción de especies y pérdida de biodiversidad; disminución del suministro de agua potable, pérdidas de cosechas, hambre, pobreza y migraciones humanas masivas.

Respaldados por la ciencia, medioambientalistas y ecologistas llevan la voz cantante en la denuncia del calentamiento global y los llamamientos a la acción para combatirlo. Pero, junto con ellos, cada vez se hace mayor eco el colectivo de profesionales de la  medicina y de la investigación en materia de salud. Alertan de un aspecto mucho menos divulgado del reto climático: la propagación de enfermedades.

“Se habla mucho de flora y de fauna, de osos polares y de glaciares. Pero apenas se habla de salud. Y ya hoy el cambio climático está afectando a la salud de las personas en todo el mundo, en mayor o menor medida”, remarca Julio Díaz, científico de la Escuela Nacional de Sanidad del organismo público de investigación Instituto de Salud Carlos III.

 

Amenaza sin dinero para la lucha
 

El último informe de Lancet Countdown, que realiza un seguimiento independiente de los perjuicios del calentamiento global sobre la salud, afirma: “El cambio climático es la mayor amenaza para la salud mundial del siglo XXI”. 1 El proyecto es fruto de la colaboración de las Naciones Unidas, 27 instituciones académicas y agencias intergubernamentales de los cinco continentes, y en sus conclusiones de 2018 hace sonar la alerta por dos vías: los riesgos sanitarios y los costes económicos. 

En 2017 se perdieron 153.000 millones de horas de trabajo

El coste económico por fenómenos extremos se triplica de 2016 a 2017

La primera alerta apunta a un nivel “inaceptablemente alto de riesgo para la salud actual y futura de la población en todo el mundo” a resultas de los cambios actuales en olas de calor, que están afectando a la capacidad laboral, amenazan la seguridad alimentaria de millones de personas y aumentan la transmisión enfermedades como el dengue, el paludismo y el cólera, transmitidas por vectores como mosquitos. La segunda alerta tiene que ver con los costes económicos, tanto de carácter sanitario como en pérdida de productividad.

Las pérdidas económicas debidas a los 712 fenómenos climáticos extremos que tuvieron lugar el año pasado en el mundo  se calculan en 327.000 millones de dólares, casi el triple de la cifra registrada en 2016.  La mayoría del incremento del coste de un año al siguiente se localiza en países de elevadas rentas. Pero hay una diferencia: casi la mitad de las que se han dado en países ricos estaban aseguradas, mientras que el 99% de las producidas en los países pobres carecían de cobertura.

Los expertos calculan que el coste global de reducir las emisiones de gases con efecto invernadero —que generan el calentamiento— en línea con los objetivos marcados en el Acuerdo de París —y que supondrían limitar el aumento medio de la temperatura del planeta “muy por debajo de” dos grados en relación con los niveles de temperatura de 1850— pueden verse compensados por el valor económico de la mejoría de la salud en la que redundaría una menor contaminación, en una ratio de 2:1.

Sin embargo, solo se destina a la salud de las personas el 3,8% del gasto total de desarrollo destinado a la adaptación al cambio climático que se asigna a través de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático. Es un total que, por otro lado, sigue por debajo del comprometido en el Acuerdo de París de 2015, que era de 100.000 millones de dólares anuales.

 

Consecuencias

Para comprender la dimensión del desafío no solo hay que pensar en grandes catástrofes naturales, sino entender qué le sucede a una persona cuando se producen olas de calor, y saber que en 2017 se vieron expuestos a sus efectos 157 millones de seres humanos más de los que lo estuvieron en el año 2000.

“No se trata de que cuando una persona muera se diagnostique que ha fallecido por un golpe de calor, pues eso ocurre en una proporción muy pequeña de casos.  Sin embargo, el calor desencadena, por ejemplo, más casos de ictus. Afecta sobre todo a personas mayores o con una salud frágil, con problemas respiratorios y cardiopatías. Y la literatura científica tiene demostrado que con elevadas temperaturas aumentan los accidentes de trabajo y los de tráfico, y sube también la tasa de suicicios”, señala Xavier Basagaña, investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona.

El calor aumenta en un 21% las hospitalizaciones por gastroenteritis, mientras que el frío las aumenta en un 7%, según una investigación  de este centro, que siguió los casos de lo ocurrido en España entre 1997 y 2013. Valga recordar que en el mundo, las enfermedades diarreicas, que se pueden prevenir y  tienen tratamiento, son la segunda mayor causa de muerte de menores de cinco años.

Otro estudio de IS Global concluye que al menos medio millón de los accidentes de trabajo que se produjeron en España entre 1994 y 2013 pueden relacionarse con la exposición a temperaturas no idóneas. El frío extremo aumenta el riesgo en un 4%, mientras que el calor extremo lo hace en un 9%.

 

Feminicidios y denuncias

También la violencia de género puede relacionarse con la temperatura. Tras estudiar qué sucedió en la Comunidad de Madrid entre 2008 y 2016 —23 asesinatos de mujeres a manos de parejas o exparejas, 38.000 denuncias policiales y 61.000 llamadas al teléfono de atención a víctimas de malos tratos—, y cruzar datos con la evolución de las temperaturas, un grupo de epidemiólogas y psicólogas concluyeron que el riesgo de feminicidio aumentaba el 40% sobre la media cuando se daban temperaturas elevadas3. Las autoras dejan claro que es el machismo lo que mata, pero introducen el calor como factor que puede disparar el estrés y la irratibilidad donde existe conflicto.

“Trabajamos con el Ministerio del Interior en este estudio y vimos que, tras cada episodio, aumentaban no solo los feminicidios, sino las denuncias y las llamadas al 016%”, explica una de las coautoras, la investigadora del Carlos III Cristina Linares, seleccionada por el  panel internacional de expertos sobre el cambio climático (IPCC) para participar en la elaboración de la VI edición del informe de evaluación mundial de impacto de Naciones Unidas.

Una de las secuelas del calor que suele medirse es la bajada de la productividad que conlleva. El mencionado informe de Lancet Countdown de 2018 cuantifica en 153.000 millones la cantidad de horas de trabajo perdidas en 2017 debido al calor, lo que significa un incremento en 62.000 millones de horas desde el año 2000. “Unas temperaturas al alza son un riesgo esencial para la salud laboral (...), lo que vuelve cada vez más difícil o imposible una actividad  sostenida. El colectivo de trabajadores más afectado es el dedicado a la agricultura, que concentrael 80% de las horas perdidas. Las áreas más vulnerables en 2017 fueron India, sureste asiático, África subsahariana y Suramérica.

Que el calor cambia muchas cosas se vio ya en el año 2003,  cuando en Europa se registraron 70.000 muertes adicionales relacionadas con la canícula que recorrió el viejo continente, de las cuales 6.000 fueron contabilizadas en España.

Entre 2000 y 2009, en España se registraban una media de 1.300 muertes prematuras por calor, mientras que por frío la cifra es de 1.100 personas, tanto de temperaturas a partir de las que se dispara la mortalidad por calor como por frío, según cálculos de la Escuela Nacional de Sanidad 2. Las llamadas “temperaturas de disparo” son distintas en cada lugar, porque el cuerpo humano se adapta al medio en que vive.

Las máximas para la mortalidad diaria por calor en el periodo 2000-2009 eran de 26 ºC en A Coruña y de 40 ºC en Sevilla. Las mínimas oscilan de los 14 ºC en Teruel a los 26 ºC de Ciudad Real. Estas temperaturas umbral  van evolucionando con el tiempo, a medida que el calentamiento global afecta a la Península.

“El problema es grave porque cada vez habrá más olas de calor, hará más calor y habrá más mortalidad. Pero eso no significa que las olas de frío vayan a desaparecer. Además de hacer más calor vamos a asistir a más fenómenos meteorológicos extremos. Y, además, cada vez vive más gente en ciudades, donde se acumula más calor y niveles más elevados de contaminación”,  señala Cristina Linares, que recuerda también el incremento de enfermedades mentales, alergias, salmonelas y partos prematuros por contaminación.

 

El peligro de las olas de frío

Un dato que puede sorprender es el hecho de que, proporcionalmente, en España se produzcan más defunciones por frío que por calor. El número de días en que hay olas de calor en el periodo estudiado (2000-2009) es superior al de olas de frío (4.373  frente a 3.006). Sin embargo, la mortalidad media diaria para cada capital de provincia atribuida al calor es inferior (3 muertes por día) a la atribuible al frío (3,48).  Los efectos del frío suelen alargarse a una semana, y suelen agudizar tanto enfermedades respiratorias como cardiovasculares. El frío, además, afecta especialmente a los niños y a mayores. Y la pobreza energética afecta más a las personas con menores recursos.

Tras la ola de calor de 2003, las autoridades tomaron conciencia del problema que significaba para la salud y pusieron en marcha planes de prevención y sensibilización social. Por ejemplo, la gente se hidrata más y las residencias de personas mayores están avisadas. “Pero en España no hay un plan de prevención para olas de frío”, advierte Díaz.  Y hay una gran diferencia entre actuar para adaptarse a los efectos del calentamiento global o no actuar. “Tenemos estudios hechos que proyectan una diferencia de casi 12.000 muertes en el año 2100 en España según si se prepara o no una sociedad”, añade.

 

Transmisión por mosquitos

Otra consecuencia de las temperaturas más elevadas es la propagación de enfermedades transmitidas por vectores, que en España mayoritariamente son mosquitos.  “Cuando aumenta el calor, el mosquito está más activo y lo está más tiempo, pica más veces y vive más”, explica el investigador del IS Global, impulsado por la Fundación Bancaria La Caixa.  Entre las enfermedades que se expanden más por esta vía figuran el dengue, el zika y la chikungunya, además de la malaria. Pueden darse por casos importados (personas que han viajado a una zona de riesgo de transmisión) o a través de picaduras de un mosquito infectado. “La frecuencia de lluvias, además, afecta a la reproducción de mosquitos”, añade Basagaña.

En noviembre, en España se contabilizaron ya cinco casos de infección por virus dengue, en Cádiz, Murcia y Barcelona. Ninguna de las personas afectadas había viajado recientemente a una zona de riesgo de transmisión de este virus que se transmite a través de las picaduras de mosquitos infectados —en el caso español, el Aedes albopictus o mosquito tigre que está colonizando el litoral mediterráneo—. Este virus puede presentar un cuadro similar al de una gripe, con dolores musculares y articulares.

 

Contaminación

Los cambios de temperatura y en las precipitaciones inciden, por otra parte, en los niveles de contaminación atmosférica, que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la OCDE se traducen en costes sanitarios equivalentes al 2,8% del PIB español. Estar expuesto a las partículas en suspensión puede incidir en enfermedades cardiovasculares y respiratorias. La subida de temperatura favorece, además, que se formen contaminantes como el llamado ozono troposférico, el más cercano a la superficie terrestre y cuyos efectos pueden ir de dificultades en el desarrollo cognitivo a muerte por enfermedad respiratoria. La principal fuente de contaminación en una atmósfera urbana es el tráfico rodado. 

 

250.000 muertes más

Los efectos indirectos del cambio climático  son numerosos: las sequías, por ejemplo, afectan a la escasez de agua y a la provisión de alimentos. En septiembre, la FAO atribuyó al calentamiento el aumento del hambre en el mundo, que lleva tres años al alza y afecta a 821 millones de personas, debido a su impacto sobre la productividad de los cultivos del trigo, el arroz y el maíz.

Según la OMS, cada año los desastres causados por fenómenos meteorológicos extremos provocan más de 60.000 muertes, sobre todo en países en desarrollo. Al margen de las defunciones producidas de forma directa por catástrofes, la ONU estima que, entre 2030 y 2050, en el mundo se producirán 250.000 muertes adicionales debido a la malnutrición, la diarrea, el estrés calórico o el paludismo, con relación al cambio climático.

El año 2030, dentro de tan solo 11 años, es el horizonte temporal en el que, según el panel internacional de científicos IPCC, el planeta alcanzará el umbral de aumento medio de temperatura de 1,5 grados respecto de los niveles previos a la industrialización. Con un incremento tal, los riesgos serían más gobernables. Sin embargo, los planes comprometidos hasta ahora por los Gobiernos de todo el mundo para reducir las emisiones de gases contaminantes, a resultas del acuerdo de París de 2015, conducen a un aumento de tres grados.

 

Un coste anual de 240.000 millones

Si esta tendencia no cambia de cuajo y  por tanto se alcanzan los tres grados, el coste de la pérdida de bienestar para la Unión Europea ascenderá como mínimo al 1,9% de su PIB, equivalente a 240.000 millones de euros al año. Si logra cumplirse el Acuerdo de París, son costes de 79.000 millones, en una visión confesadamente incompleta porque se desconocen muchos de los impactos económicos. Este cálculo, del Centro Común de Investigación y avalado por la Comisión Europea4 divide la UE en cinco regiones, y la que sale peor parada es la del Sur, especialmente con relación a la mortalidad, pues esta puede llegar a las 81.462 muertes al año por calor, a final de siglo. Además, el cálculo de costes contempla la caída de productividad laboral, los causados por inundaciones y costes tanto energéticos como agrícolas. 

 

PARA SABER MÁS

(1). 2018 report of the Lancet Countdown on health and climate change: shaping the health of nations for centuries to come, accesible en www.thelancet.com

(2). Temperaturas umbrales de disparo de la mortalidad atribuible al calor en España en el periodo 2000-2009 Escuela Nacional de Sanidad accesible en www.isciii.es

(3). Heat wave and the risk of intimate partner violence accesible en www.sciencedirect.com

(4). Climate impacts in Europe. JRC Science for Policy Report (2018)