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La UE rescata al paraíso fiscal de Chipre

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Mayo 2013 / 3
Crisis bancaria.  La solución inicial propuesta por la UE infringía la legislación comunitaria, que garantiza  los depósitos hasta 100.000 euros 

Indignación Los ciudadanos de Chipre han salido a la calle para protestar por las condiciones del rescate. FOTOGRAFÍA: GETTY

Cuando el 1 de enero de 2008 Chipre entró en la zona euro ya era un paraíso fiscal bien conocido como lavandería del dinero sucio de los magnates rusos. A pesar de ello, la UE le dio el visto bueno para su incorporación porque cumplía los criterios de convergencia (inflación, tipos de cambio, déficit, deuda y tipos de interés). En aquel momento, la crisis financiera no había estallado todavía en toda su magnitud y se hizo la vista gorda a un país que contaba con una banca hipertrofiada nutrida con fondos de dudosa procedencia. 

La actual crisis de Chipre tiene este pecado original. Por eso resulta un sarcasmo que ahora el ministro de Economía de Francia, Pierre Moscovici, proclame que quiere acabar con la “economía casino” de Chipre.

En 2007, la economía chipriota ya estaba fuertemente distorsionada por un exagerado peso de la banca, cuyos activos bancarios equivalían entonces a 5,8 veces su economía de 17.000 millones de euros. Y siguieron creciendo hasta 8,27 veces en 2009, de las que un tercio correspondía a bancos extranjeros, cuando el promedio de la UE era de 3,6 veces. Hoy la pequeña  república, con una población de 850.000 habitantes, da cobijo a 320.000 compañías, muchas de ellas sociedades pantalla constituidas por extranjeros simplemente para evadir impuestos. Durante los años del boom, los bancos chipriotas fueron los que se lanzaron con mayor temeridad a la concesión de créditos hasta alcanzar el 2,98% del PIB, frente al 1,3% del promedio de la UE.

Con la crisis,  los bancos chipriotas empezaron a sufrir serios quebrantos tanto por la recesión registrada en Chipre y Grecia como por la quita de hasta el 50% efectuada a la deuda griega en octubre del 2011, de la que eran importantes poseedores. Este deterioro llevó a las dos mayores entidades financieras del país, el Banco de Chipre y el Banco Popular de Chipre (Laiki), a sufrir unas pérdidas superiores al 95%, que han conducido a la reestructuración del primero y a la liquidación del segundo.

Para salir del marasmo y salvar a sus bancos, Chipre solicitó un rescate a la UE en junio de 2012. La negociación ha sido difícil. La UE, sobre todo Alemania, se resistía a ayudar a un país utilizado por defraudadores extranjeros, que  aprovechaban la baja fiscalidad y el secreto bancario, y exigió a cambio una contribución de los inversores financieros. En definitiva, la UE estaba dispuesta a aportar 10.000 millones,  si Chipre contribuía con 6.000 o 7.000 millones. Los países del norte tampoco querían una quiebra desordenada de la banca chipriota, que pondría  en  peligro a sus  bancos y al  euro. 

Con el objetivo de mantener su estatus de refugio de dinero sucio, el nuevo presidente chipriota, el conservador Nicos Anastasiades, propuso una tasa (en realidad una quita) del 6,75% a los depósitos inferiores a 100.000 euros y del 9,9% a los superiores. El objetivo era repartir la carga para no gravar excesivamente a los grandes depositantes, a los que no quería ahuyentar. El 16 de marzo, el Eurogrupo y el FMI cometieron la ilegalidad de aceptar la propuesta de Anastasiades e infringieron la legislación comunitaria que garantizaba los depósitos bancarios hasta 100.000 euros desde 2008. Este escandaloso pacto fue rechazado por el Parlamento chipriota. La UE y el FMI tuvieron que rectificar y aceptar el 25 de marzo un nuevo acuerdo en el que se evitaban las quitas a los ahorros inferiores a 100.000 euros y se exigían quitas a los superiores  de hasta el 60% en el caso del Banco de Chipre y del 80% en el Laiki. Como ya ocurrió con Grecia, posiblemente el volumen de este rescate  sea insuficiente y Chipre precise aumentar las ayudas hasta los 23.000 millones, debido al gigantesco agujero de los bancos, que siempre supera las peores previsiones.

El plan de rescate de Chipre exige un duro ajuste de aumento de impuestos y congelación de pensiones y salarios que agravará la recesión y aumentará la deuda hasta el 110% del PIB este año.  Chipre está condenado a seguir el calvario de sacrificios por el que caminan Grecia, Portugal y España. De momento, en un solo año el desempleo se ha disparado del 10% al 14%. 

 

Pánicos bancarios

Dos peligrosos precedentes

Las medidas empleadas para resolver la crisis chipriota suponen dos  peligrosos precedentes. El primero es que los depósitos ya no están seguros. Después de la experiencia de Chipre,  junto a los rescates con dinero de los contribuyentes, se podrán emplear los depósitos superiores a 100.000 euros para salvar a los bancos.  El segundo es  el bloqueo de depósitos  y transferencias,  que supone la limitación del movimiento de capitales, prohibida por el Tratado.

Paul de Grauwe, profesor de la London School  of Economics y economista senior del Centro de Estudios de Política Europea (CEPS), señala que si se emplea este nuevo patrón en futuras crisis tendrá consecuencias negativas: “Primero porque aumenta el riesgo sistémico”, señala De Grauwe. “Cada vez”, precisa, “que  en un país aumente el temor de que el Gobierno o los bancos pueden ser  rescatados, se producirá un pánico bancario porque los depositantes querrán evitar la pérdida de sus ahorros retirándolos de los bancos”. “Esto en sí mismo”, concluye, “conducirá a más pánicos bancarios y debilitará de nuevo el ya frágil sistema”.  Y añade que dado que “el sistema bancario está altamente interconectado, cuando un banco quiebra arrastra a otros a la insolvencia, incluyendo a los  solventes”.

Zsolt Darvas y Guntram B. Wolff, economistas del centro belga Bruegel, advierten de que “si el control de capitales dura mucho, puede causar más daños y puede ser impugnado por motivos legales”. Recuerdan que “el libre movimiento de capitales en la UE es un principio fundamental establecido en el Tratado “.