Los encargos vienen de París ... o no vienen
PARADOJA: Alstom imputa al mercado la falta de pedidos e impone ajustes, pero quien reparte la carga de trabajo es la propia multinacional.
Protesta en Barcelona Los trabajadores de Alstom piden garantías de futuro para Santa Perpètua. FOTO: Francisco Espinoza
En Santa Perpètua de Mogoda (Barcelona), Alstom cuenta con su única planta en España capaz de diseñar y fabricar un tren completo. De esta fábrica salieron las unidades que unieron Madrid y Sevilla por alta velocidad, una de las cuales figura hoy entre las que enlazan la capital española y Barcelona. En este centro, donde trabajan 650 personas, lo mismo se producen unidades para los Ferrocarrils de la Generalitat que un tren de cercanías para Chile. Pero en el país con más kilómetros de alta velocidad de Europa (el segundo del mundo, después de China), la carga de trabajo doméstico para una fábrica de trenes está seca. Desde hace cuatro años, la falta de encargos en España —la política de austeridad también ha comportado grandes recortes de inversiones públicas— se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza.
Últimamente, trabajar para Alstom implica no ganar para sustos, entre despidos, promesas en el aire, reducciones de sueldo, suspensiones temporales de empleo, sentencias y otros episodios. El pulso entre General Electric (GE) y Siemens por la división de energía del grupo francés —que en España cuenta con su sede global de energías renovables, Alstom Wind (antigua cooperativa Ecotècnia, adquirida por 350 millones de euros en 2007) en Barcelona, y con un centro de referencia mundial en señalización en Madrid— ha abierto un paréntesis de incertidumbre. Afecta a los 3.800 trabajadores que emplea Alstom en España, 1.800 en el negocio de transporte.
En medio del mutismo oficial, las autoridades y los trabajadores tienden a inclinarse por Siemens: en el caso del área de renovables, porque los planes de GE sobre la actividad de renovables en España no están claros, y además no ha manifestado interés por la actividad ferroviaria. En cuanto al grupo alemán, que aún no ha formalizado una oferta a la espera de la due dilligence (auditoría) que mantiene el proceso aparentemente congelado, propone sinergias con su propia área de transporte. En teoría, los mensajes que llegan desde París son tranquilizadores: una futura Alstom más pequeña (ya sin división de energía) querría potenciar su pata ferroviaria.
Pero más allá de cómo termine este pulso, el paréntesis de incertidumbre abierto ha pillado a la planta de Santa Perpètua, como a otras de Alstom en el mundo, en un delicado proceso interno de reajuste.
190 EMPLEOS EN JUEGO
En una reunión en París del Foro Europeo de Trabajadores de la multinacional, se debatió en abril un plan de reorganización según el cual en la planta catalana sobrarían 190 empleados, el 29% de la plantilla total. Alstom adujo que la factoría ha asistido a una caída “significativa” de los pedidos internos de material rodante, y también reflexionó sobre la dura competencia en precios en los mercados internacionales.
La ausencia de pedidos nacionales desde 2009 no solo era, sin embargo, conocida, sino que ha estado detrás de varios episodios de tensión laboral acumulados en los últimos años. En agosto de 2010, se autorizó una suspensión de contratos de 126 trabajadores de Santa Perpètua, efectiva durante 294 días en un período de 720, más la reducción de jornada del resto (un primer año, del 40% y el segundo, del 70%). A cambio, se acordó un plan de viabilidad de futuro con carga de trabajo entre julio de 2010 y marzo de 2014, más la recuperación de trabajos subcontratados al exterior.
Una juez ha dado la razón a la plantilla y tumba la suspensión temporal de empleo
Los empleados de la empresa piden parar los ajustes hasta que se aclare la venta de Alstom
Durante la vigencia de ese ERE temporal, en junio de 2011 Alstom se plantó con la propuesta de despedir a 390 personas. Finalmente, serían 200, y, en el pacto final, se aprobaron cambios en las condiciones de trabajo: medidas de flexibilidad, menores costes y productividad para los que se quedaban. Los despidos se justificaron por la evolución de la sociedad entre 2007 y 2010 y aportaba previsiones hasta 2014, con lo que resultaba patente que hacía falta un plan industrial ulterior. El mercado de Santa Perpètua debía ser el mundo entero, no España. Pero este compromiso no quedó plasmado ni en detalle por escrito.
En mayo de 2013, Alstom Transporte dio luz verde a un crecimiento de la planta catalana como fábrica low cost, que se condicionó a una reducción de salarios (de entre el 15% y el 30%), a un incremento de horas de trabajo y a una tasa horaria de transformación de 29 euros la hora, frente a los 49 actuales. La compañía pidió un acuerdo para optar a un importante proyecto en Arabia Saudí y a otros. Es la ocasión en la que Santa Perpètua se ha medido cara a cara con la única planta de la multinacional más barata en costes: la de Katowice (Polonia).
Tras una larga negociación con ofertas y contraofertas —y mediación del Gobierno catalán el pasado septiembre—, hubo fumata blanca entre la empresa en España y la plantilla. Pero a la dirección en Francia no le pareció suficiente, y modificó algunas cuestiones sobre la jornada de trabajo y la flexibilidad. La asamblea de trabajadores rechazó el acuerdo. El 67% no estuvo de acuerdo con elevar la jornada de 1.688 a 1.750 horas anuales (62 más, que se consolidarían para siempre, aunque solo se pagarían con 400 euros el primer año), más una bolsa de 490 horas que permitiera ajustarse a los vaivenes de la demanda. Lo que irritó a la plantilla fue que a su juicio no se garantizó que se avisaría a un empleado de si le tocaba trabajar al menos un día antes.
EL 15% MENOS DE SUELDO
La cuestión es que Alstom puso entonces sobre la mesa un ERE temporal (para toda la plantilla durante 23 días laborables, y por más tiempo para 150 empleados) que se ejecutaría entre noviembre de 2013 y el próximo 31 de julio. Mientras, en lugar de intentar negociar los puntos de desacuerdo sobre jornada, flexibilidad y garantías —como defendían los sindicatos—, la empresa planteó una renegociación del convenio sobre la base de la carga de trabajo prevista antes de las promesas que originaron el cambio de condiciones laborales.
Ante lo que consideró “diferencias insalvables” en materia laboral, la compañía decidió que se aplicaría a partir de marzo el convenio siderometalúrgico de la provincia de Barcelona, lo que ha supuesto un recorte de entre el 14% y el 30% según los casos. Un operario de Santa Perpètua cobra 1.100 euros, y los gastos salariales suponen el 10% del coste de fabricar un tren. “Aunque Santa Perpètua entera trabajara gratis, el ahorro no sería más que del 10%”, ironizan fuentes sindicales.
El caso Alstom tiene una importante carga política, no solo porque afecta a trabajadores radicados de algún modo en tierra de nadie —ni pertenecen a empresas de capital nacional por las que el Gobierno español se apresure a movilizarse, ni dejan de ser extranjeros para la sede central en París—. Las administraciones que en teoría marcan la política industrial son al mismo tiempo clientas, y tienen las arcas públicas vacías por la austeridad.
Por otra parte, poco puede hacer una planta barata entre las caras, y a la vez cara en comparación con la más barata, cuando quien reparte los pedidos está en otra parte. “La sociedad no tiene capacidad decisoria para obtener contratos (...), sino que depende del Grupo Alstom con sede en Francia, al ser quien adjudica los proyectos”, es uno de los argumentos del comité de empresa contra el ERE temporal en vigor... hasta ahora.
Porque una juez de Sabadell ha dado la razón a los trabajadores y ha tumbado la suspensión de contratos. En la sentencia se recoge que Alstom se aferró a causas productivas, en la falta de proyectos en España y en la “falta de competitividad de la planta por los elevados costes y dificultades para adaptarse a las necesidades productivas”. No obstante, el fallo señala que la ausencia de carga productiva en 2013-2014 no guarda relación con la situación de mercado (de hecho, se han encargado contratos importantes en Sudáfrica y Riad), sino que “obedece a las decisiones de estrategia adoptadas por la dirección del grupo (...) pues la sociedad española no participa en el mercado de bienes y servicios libremente, sino que necesita que el grupo le adjudique proyectos internacionales”. El ERE temporal no está justificado.
El embrollo está servido y llega la hora de la negociación del futuro de la planta, un futuro difícil de pactar mientras Alstom negocia su propio devenir, entre GE y Siemens. El comité de empresa europeo ha pedido que mientras dure el pulso internacional se paralice todo ajuste. Al fin y al cabo, sin la división de energía, a Alstom no le quedará otra salida que potenciar el transporte.