Te quedan 0 artículos gratuitos este mes.

Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Más pobres, más desiguales

Comparte
Pertenece a la revista
Septiembre 2017 / 50

Retroceso: España deja atrás la crisis con una herencia envenenada: el creciente alejamiento entre rentas altas y bajas.

Las desigualdades de renta entre españoles amenazan con perpetuarse. FOTO: ANDREA BOSCH

Impulsada por un crecimiento económico sin apenas sobresaltos y la incorporación de la mujer al trabajo, la clase media española  se  extendió con rapidez desde la incorporación a la Unión Europea, en 1986, hasta  los primeros años del siglo XXI. Sin llegar a convertirse en un país igualitario, sobre todo si se compara con los del centro y el norte del continente, España incrementaba la renta media de sus hogares y comenzaba a acariciar el nivel de vida de sus vecinos europeos más prósperos.  

La crisis ha frenado en seco la tendencia. El aumento del paro, la caída de los salarios y la precariedad laboral han hecho mella en las economías de las familias y han vuelto a agrandar tanto las diferencias de renta entre españoles como la distancia que separa a España de la media europea. La creciente desigualdad es, además, una herencia envenenada que amenaza con perpetuarse. Evitar que la herida siga abriéndose es uno de los grandes retos que España tiene por delante en las próximas décadas. 

Lo peor de la crisis ha pasado, al menos en cuanto a las magnitudes macroeconómicas —el PIB ha recuperado su nivel de 2008 y el paro retrocede a buen ritmo—, pero algunos de sus efectos más perniciosos parecen haberse normalizado, como si fueran daños colaterales de la recuperación. La peor parte se la llevan los jóvenes, obligados a aplazar el abandono del hogar paterno o a regresar a él por falta de recursos. Tener un trabajo fijo, una familia,  un piso en propiedad y un coche —algo habitual para las dos generaciones anteriores— han dejado de estar al alcance de muchos. 

Mientras que la calidad de vida de la mayoría de los ciudadanos ha menguado sustancialmente en la última década, los españoles con rentas medias-altas y altas apenas han sentido el golpe de la recesión. Son aquellos que pueden pasar más tiempo con sus hijos, alimentarlos mejor y gastar más en su educación no sólo en colegios privados, sino con profesores particulares que ayudan en las materias más difíciles. Viven en mejores barrios, se van de vacaciones más tiempo y tienen acceso a mejor asistencia sanitaria.

Los estudios sobre las consecuencias de la crisis que comienzan a publicar instituciones académicas, organismos internacionales y ONG coinciden en una cosa: son los más pobres quienes están pagando los platos rotos. Aunque perjudicada en menor medida, la clase media, principal sostén de las economías española y europea, también ha sufrido  en sus propias carnes las bajadas salariales y los fuertes recortes del Estado de bienestar, especialmente en la sanidad, la educación y las prestaciones por desempleo.  

La Encuesta de Condiciones de Vida, barómetro de la cohesión social en España que elabora anualmente el Instituto Nacional de Estadística (INE), refleja que mientras que el 59% de los españoles vivía en una familia con nivel de renta media en el año 2003, el porcentaje se redujo al 52% en 2013. Al mismo tiempo, los hogares con rentas más bajas pasaron de ser el 31% al 39%, y aquellos con ingresos más altos, del 10% al 9%.  

En la misma dirección apunta el informe Distribución de la renta, crisis económica y políticas redistributivas, de Francisco J. Goerlich Gisbert, profesor del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). El estudio, uno de los trabajos más completos de los cambios en el mapa socioeconómico español durante la crisis, concluye que la caída en el nivel de vida de los ciudadanos españoles no se ha repartido de forma equitativa. 

“La crisis que desde 2007 afecta gravemente a la sociedad española ha supuesto un importante cambio de tendencia en lo que a distribución de la renta se refiere”, afirma el profesor Goerlich. “Cerca de tres millones de personas se han desplazado de la zona central a la parte baja de la distribución de la renta y han pasado de verse como clases medias participantes del progreso a sentirse vulnerables a las consecuencias de situaciones difíciles”. 

 

Vacas gordas

El informe, publicado por la Fundación BBVA, pone de manifiesto que en el transcurso del período expansivo que va de 2003 a 2007, todos los estratos de renta mejoraron con excepción del más bajo, que se mantuvo estable. Fueron precisamente las rentas más altas las que más avanzaron entonces, una muestra de que la tendencia hacia la desigualdad también imperó en los años de vacas gordas.

Durante la crisis, entre 2008 y 2013, todos  los grupos de renta perdieron posiciones, pero los inferiores fueron los que más vieron decrecer sus ingresos. “Considerando el período en su conjunto, 2003-2013, los estratos de renta más elevados han conseguido en 2013 recuperar sus niveles iniciales, volviendo a la situación de partida”, señala el profesor Goerlich. “Por el contrario, los estratos de renta inferiores han visto disminuir sus niveles de forma drástica, y esta caída es mayor conforme descendemos en la escala de renta”.

El paro y la caída de los salarios hacen mella en las economías familiares

Los hogares con menos recursos y los jóvenes pagan los platos rotos

Tres millones de  españoles han dejado la clase media

Las estadísticas europeas muestran que España es el segundo país de la Unión donde más ha crecido la desigualdad desde el estallido de la crisis, sólo superado por Chipre. Oxfam Intermón constata que a pesar de que el PIB volvió a crecer en el año 2014, los resultados de la reactivación económica sólo benefician a una minoría, mientras que la desigualdad crónica se intensifica y se cronifica. El 10% de los españoles más ricos ya concentran más riqueza que el resto de la población. “Hay que poner fin a esta economía excluyente que amenaza la estabilidad de nuestras sociedades y sólo genera insatisfacción y frustración para la mayoría”, afirmó José María Vera, director de la ONG, en la presentación del informe. Oxfam Intermón destaca que en España las familias soportan la mayor parte del peso tributario, ya que aportan el 84% de la recaudación, frente al 13% de las empresas.

Según datos de la Fundación Foessa, vinculada a Cáritas, dos de cada tres hogares españoles no han percibido los efectos de la recuperación económica. En su informe Desprotección social y estrategias familiares,la fundación apunta que en el caso de los hogares bajo el umbral de pobreza, sólo uno de cada diez percibe que la recuperación haya mejorado algo sus condiciones de vida. Foessa certifica que, por el contrario, las familias mejor situadas económicamente son precisamente las que sufrieron en menor medida el impacto de la crisis y las que que están percibiendo con mayor intensidad la recuperación económica. Se trata de hogares que no tienen dificultad para llegar a fin de mes (36%), en los que la persona sustentadora principal tiene trabajo legal y estable (39%) y estudios superiores (46%).

La pobreza, sostienen los autores del informe, ha demostrado tener un carácter “contracíclico”: ante períodos de recesión económica aumenta rápidamente, pero en fases de crecimiento no desciende en la misma medida, e incluso permanece estancada. 

 

El colchón familiar se resiente

Algunos datos invitan al optimismo: la Encuesta de Condiciones de Vida, publicada la pasada primavera con datos de 2016, muestra que los ingresos medios de los hogares españoles crecieron ese año por primera vez desde el estallido de la crisis (de 26.092 a 26.730 euros anuales) y que la pobreza severa afectaba al 5,8% de la población (unos 2,6 millones de personas), seis décimas porcentuales menos con respecto al 6,4% registrado un año antes.  

Los ciudadanos de rentas altas apenas han sufrido daños

España se distancia del nivel de vida de los países más  prósperos

Sin embargo, en una muestra de que la desigualdad se resiste a retroceder, la misma encuesta revela que uno de cada cinco españoles, el 22,3% de la población, vive en riesgo de pobreza. Es preciso tener en cuenta que la encuesta no mide la pobreza absoluta, sino cuántas personas tienen ingresos bajos con relación a la media de la población. En 2016, el umbral de riesgo de pobreza para los hogares de una persona se situó en 8.209 euros. En los compuestos por dos adultos y dos menores de catorce años fue de 17.238 euros.

La fundación Foessa apunta un dato especialmente preocupante de cara al futuro: la creciente escasez de recursos para hacer frente a una posible recaída de la crisis. Casi seis de cada diez hogares españoles reconocen no haber ahorrado nada en el último año. En caso de quedarse sin trabajo, uno de cada cinco podría hacer frente a los gastos corrientes sólo durante uno o dos meses. Esta merma en la capacidad de resistencia afecta también a las redes familiares cercanas, ya que el 51% de las personas entrevistadas señalan que si un familiar requiriese ayuda para pagar el alquiler o la hipoteca durante tres meses, no podrían dárselo.  

Después de haber ayudado a muchos españoles a superar los peores años de la crisis, el colchón familiar se está desinflando. “La pobreza económica, el ajuste de la alimentación, la falta de oportunidades de mejora, las barreras de acceso al empleo, la reducida autonomía familiar, el agotamiento de los ahorros o la falta de estabilidad han instaurado en muchos hogares la mala salud física y mental, el aumento de tensión y conflicto o la ruptura de vínculos”, señala Foessa.

 

Plan de urgencia

¿Qué pueden hacer las administraciones para invertir la tendencia hacia una mayor desigualdad? La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha planteado al Gobierno y al Parlamento españoles la necesidad de poner en marcha un plan urgente que incluya una ley contra la evasión y elusión fiscal, una reforma que ayude a recuperar la progresividad y los ingresos tributarios gravando más a quienes más tienen y una subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) hasta los 1.000 euros en el año 2020.
Teniendo en cuenta que el 75% de la renta disponible de los hogares españoles procede del trabajo, el deterioro experimentado por el mercado laboral en la última década emerge como el factor que más ha contribuido al aumento de las desigualdades. La crisis ha traído consigo menos empleo, salarios más bajos y jornadas de trabajo más cortas, y eso se nota en la capacidad de gasto de las familias. Según Oxfam Intermón, los salarios más bajos cayeron el 28% entre 2008 y 2014, mientras que los más altos apenas se contrajeron.

Si bien la tasa de personas ocupadas se ha incrementado en el último año, buena parte de los nuevos empleos no son suficientes para salir de la pobreza. La tasa de trabajadores pobres se acerca ya al 15% del total. A pesar de contar con el nivel educativo más alto de la historia, la falta de oportunidades laborales para los más jóvenes se ha agravado en la última década. España sigue a la cabeza en desempleo juvenil junto a Grecia, con tasas del 44,4% y el 47,2%, respectivamente. Esta situación está abriendo una peligrosa “brecha generacional” entre los trabajadores de más edad, acostumbrados a tener un trabajo fijo, y los nacidos a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, condenados a saltar de un contrato temporal a otro con salarios de subsistencia.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) recomienda a España no sólo incorporar a más personas al mercado de trabajo, sino también esforzarse en mejorar la calidad del empleo para repartir de manera más equitativa las ventajas del crecimiento y crear mejores oportunidades para las generaciones futuras. “El mercado de trabajo se caracteriza por contar con una elevada proporción de trabajadores temporales, fundamentalmente jóvenes y empleados con sueldos bajos”, afirma el organismo internacional que agrupa a los países desarrollados. “Los jóvenes y los trabajadores con baja cualificación son quienes más sufren el desempleo, al tiempo que existen unos niveles muy elevados de desempleo de larga duración. Estos factores corren el riesgo de afianzar las desigualdades, incidiendo negativamente en el crecimiento futuro y en la cohesión social”.

 

Marcha atrás en Europa

Al tiempo que crecen las desigualdades entre sus ciudadanos, España también está perdiendo terreno frente a los países europeos. Es cierto que la crisis ha hecho caer los niveles de renta prácticamente en toda Europa, pero el impacto ha sido muy distinto dependiendo del país y de la clase social de que se trate. Los países de la llamada “periferia” —Grecia, Portugal, España e Irlanda— y algunos del Este han sufrido mucho más que los del centro y los del norte, con economías más diversificadas y Estados de bienestar más sólidos.

Dos de cada tres hogares no perciben recuperación alguna

La OCDE pide mejor empleo para repartir los beneficios

En un estudio del período 2004-2013, los investigadores Carlos Vacas-Soriano y Enrique Fernández-Macías ponen de relieve que antes de 2008 las desigualdades entre países europeos cayeron significativamente como resultado del proceso de convergencia, mientras que las brechas de renta entre grupos sociales dentro de cada país permanecieron estables. Después de 2008, sin embargo, la distancia entre los socios europeos comenzó a crecer y, tras años de expansión, se ha producido en la mayoría de los países, entre ellos España, un marcado retroceso de las rentas medias. “La clase media es esencial para la estabilidad de las democracias y el Estado de bienestar en Europa, y su erosión puede generar inestabilidad en el plano social y político”, afirman los investigadores, quienes subrayan la importancia de mantener el Estado de bienestar como efecto amortiguador de las turbulencias económicas . 

La crisis no sólo ha hecho más desiguales a la mayoría de los países, sino que ha frenado en seco el proceso de integración europea en términos de renta. El sueño de una Europa más justa y equitativa tendrá que esperar tiempos mejores.