Se busca gente para trabajar
La escasez de mano de obra en sectores clave de la economía es una herencia de la covid-19, pero el fenómeno hunde sus raíces en desequilibrios más profundos.
La recuperación económica tras la crisis de la covid-19 ha traído consigo una inesperada consecuencia en los países desarrollados: falta gente para trabajar. Las empresas no encuentran camioneros, pescadores, matarifes y todo tipo de especialistas en la construcción (albañiles, electricistas, soldadores, fontaneros, carpinteros, etc.). También escasea la mano de obra en los servicios: hostelería, cuidados, limpieza... Da igual si los empleos son de alta o baja cualificación, pues ocurre lo mismo en el sector digital, que ha experimentado un crecimiento acelerado durante la pandemia. Hasta la industria, en la que tradicionalmente se cobran buenos salarios, también tiene problemas.
El coronavirus provocó un parón repentino de la actividad económica y, ahora que ha llegado la recuperación, muchas empresas son incapaces de responder al fuerte aumento de la demanda, bien porque las cadenas de suministro no han recuperado la normalidad o bien porque no encuentran gente dispuesta a trabajar. A esta realidad se suma lo que en EE UU han bautizado como The Great Resignation (la gran dimisión o la gran resignación): personas que no quieren volver a sus trabajos tras la pandemia por no estar contentos en sus empleos, ya sea por motivos salariales o de calidad de vida (véase gráfico).
La escasez de mano de obra afecta sobre todo a EE UU y Reino Unido —en este último caso agravada por el Brexit—, pero también las grandes economías de la Unión Europea, incluyendo España, e incluso China. En Estados Unidos hay 10 millones de puestos de trabajo sin ocupar; en Reino Unido, más de 1 millón. Alemania precisa cubrir unas 400.000 vacantes en multitud de sectores, desde el automóvil a los cuidados, pasando por la logística y la enseñanza. La escasez de mano de obra amenaza con ralentizar la producción industrial, principal motor de la economía del país. Según una encuesta de la Fundación Bertelsmann, dos de cada tres directivos alemanes dicen tener problemas para encontrar trabajadores que necesitan para mantener los niveles de producción previstos. El Gobierno británico está emitiendo miles de visados de emergencia para contratar camioneros extranjeros y paliar así la escasez de existencias en las gasolineras y los supermercados.
Puede que lo que está ocurriendo en EE UU, Reino Unido y Alemania no sorprenda debido a sus bajas tasas de desempleo, del 4,6%, el 4,3% y el 5,2%, respectivamente. ¿Pero y España? ¿Cómo es posible que con casi el 15% de la población activa en paro falte gente para trabajar?
¿Qué pasa en España?
Según la última encuesta trimestral de coste laboral del Instituto Nacional de Estadística (INE), en España había 120.000 empleos vacantes en junio —último mes del que se tienen datos—, la cifra más alta en una década. En octubre, los trabajos más demandados en el portal Infojobs eran los teleoperadores, seguidos de los comerciales y los profesionales de la logística y transporte, conductores incluidos.
Es una tendencia que ya se apuntaba antes de la crisis de la covid-19: la falta de gente para trabajar en sectores como las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y la asistencia sanitaria comenzó a notarse a principios de siglo, pero se ha acelerado al irrumpir el coronavirus. Y no parece que el problema vaya a resolverse fácil y rápidamente. El Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional (Cedefop) calcula que España necesitará cubrir 9,2 millones de vacantes de aquí a 2030.
"El nivel de vida es hoy muy superior al de hace 50 años. Antes no quedaba más remedio que aceptar el trabajo que había", Joan Antoni Alujas, Profesor de Economía
15.000 vacantes: según los cálculos de la patronal del transporte, debido, principalmente,
a la falta de relevo generacional
Un caso paradigmático es el de la construcción, que en 2019 representaba el 5,8% del PIB español. Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, en 2008, decenas de miles de trabajadores del ladrillo se fueron al paro. Muchos ya se han jubilado o se han buscado la vida por otro lado. La consecuencia es que ahora, cuando la actividad se recupera en el sector, no hay gente para subirse al andamio. La patronal del ramo calcula que faltan 700.000 trabajadores para hacer realidad los proyectos que se financiarán con los fondos europeos Next Generation, que en buena parte se van a destinar a la rehabilitación de edificios y a la construcción de infraestrucutras sostenibles.
Según Fenadismer, patronal del transporte, en el sector hay entre 10.000 y 15.000 vacantes, principalmente porque a muchas empresas les está resultando difícil cubrir el vacío que dejan las jubilaciones. La edad media de los camioneros es muy alta y apenas hay relevo generacional. Pocos jóvenes están dispuestos a trabajar tantas horas y a pasar días o semanas fuera de casa sin ver a la familia o a los amigos a cambio de salarios bajos y en condiciones tan duras.
Los orígenes
Begoña Casas, profesora de Economía de la Universidad Europea, apunta que la dureza de las condiciones de trabajo es, precisamente, uno de los factores a tener en cuenta a la hora de analizar el origen del problema. “Los empleos en la hostelería, la construcción, la limpieza y los cuidados suelen tener jornadas largas y condiciones difíciles. Eso hace que haya menos personas dispuestas a trabajar”. A medida que las sociedades avanzan, señala Casas, las personas buscan empleo más cualificados, mejor remunerados y con más valor añadido.
“La crisis de la covid ha acelerado la tendencia de que muchos trabajadores se planteen si les merece la pena ejercer determinados empleos por un sueldo escaso”, explica Joan Antoni Alujas, profesor de Economía de la Universidad de Barcelona y la UOC. “El nivel de vida es hoy muy superior al de hace 50 años. Antes no quedaba más remedio que aceptar el trabajo que había”.
Una camarera toma un pedido en una terraza de Barcelona. Fotografía: Edu Bayer
En la hostelería, una de las actividades más castigadas por la pandemia, muchos cocineros y camareros han optado por buscar empleo en otros sectores tras los vaivenes experimentados en los últimos dos años, plagados de restricciones y cierres. Cabe la posibilidad de que algunos no vuelvan, pues también aquí las condiciones de trabajo suelen ser duras, con largas jornadas y fines de semana. Las escuelas que forman a los trabajadores de la hostelería notan desde hace meses una disminución de las matrículas.
Desde CC OO de hostelería ponen de relieve que muchos jóvenes se resisten a aceptar determinados empleos por la precariedad de un sector en el que, a menudo, no se cumplen los convenios colectivos, se pagan bajos salarios y prolifera la contratación temporal. Un ejemplo: un joven de 20 años que pide el anonimato para no verse perjudicado ha estado trabajando 10 horas diarias 6 días a la semana para una cadena de restaurantes japoneses de Madrid por el salario mínimo (965 euros al mes brutos). No es, ni mucho menos, un caso aislado.
Según el estudio Shortage of Vision (falta de visión), elaborado Autonomy, un organismo británico de investigación y análisis laboral, el 41% de los trabajadores de los sectores de la logística y el transporte, la hostelería y la sanidad de Reino Unido están pensando en dejar su empleo en los próximos 12 meses a causa de los bajos salarios, los problemas de salud y las largas jornadas (véase gráfico).
Las repercusiones
Raymond Torres, director de Coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), advierte de que la escasez de mano de obra puede debilitar la fuerza del rebote de la actividad económica y presionar al alza la inflación. Joan Antoni Alujas está de acuerdo: el fenómeno está poniendo palos en las ruedas de la recuperación y puede que la economía crezca por debajo de su potencial. “Si las empresas suben los salarios para poder captar a trabajadores, ello repercutirá en los precios”, opina.
Sílvia Miró, directora de Trabajo de Pimec, patronal de la micro, pequeña y mediana empresa de Cataluña, afirma que la escasez de mano de obra tiene un impacto directo sobre el crecimiento económico y la competitividad de las empresas. “Algunas están teniendo problemas para atender determinados pedidos por la falta de personal”, subraya Miró. Una encuesta efectuada recientemente por Pimec entre empresas del Vallès Occidental, la comarca en la que se ubican ciudades de tradición industrial como Sabadell y Terrassa, muestra que el 72% tiene dificultades para cubrir vacantes en sus centros de trabajo (véase gráfico en la página siguiente).
El estudio Shortage of Vision de Autonomy desvela que tres de cada cuatro empresas pertenecientes al índice FTSE100 de la Bolsa de Londres consideran la falta de personal o la incapacidad de retener empleados el principal riesgo para sus negocios. La escasez de mano de obra está ralentizando la venta de productos y servicios, con la consiguiente pérdida de clientes e ingresos. Soren Skou, primer ejecutivo de Maersk, la empresa que lidera el mercado mundial de portacontenedores, afirma que la principal razón del cuello de botella en el flujo de mercancías es la falta de mano de obra, particularmente conductores de camión.
Desajustes
Más allá de la pandemia y del desconcierto que ha provocado en las cadenas de suministro, la mayoría de los expertos coincide en que el motivo de fondo de la escasez de mano de obra en España es el desajuste entre la formación de los trabajadores y los perfiles que demandan las empresas. Es un problema del que vienen advirtiendo hace tiempo tanto la Comisión Europea como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y que solo recientemente se trata de corregir con el fomento de la formación profesional dual, en la que las empresas y los centros educativos comparten la formación de los jóvenes.
En España se ha primado en las últimas décadas la educación universitaria sobre la formación profesional. Hay muchos más universitarios de los que el mercado de trabajo puede absorber y, en cambio, escasean jóvenes con la formación necesaria para responder a los perfiles técnicos más buscados por las empresas. “La oferta formativa ha colocado siempre a la empresa al final del itinerario, no al principio”, afirma Sílvia Miró. El European Skill Index, que mide la calidad de la formación profesional en los 27 socios de la UE, sitúa a España en el penúltimo puesto, solo por detrás de Grecia, en cuanto a adecuación de la formación a las demandas del mercado de trabajo. Son precisamente dos de los países con más paro juvenil de la Unión. “Si no tenemos una formación ajustada a la demanda del mercado de trabajo, difícilmente podremos afrontar los retos del futuro”, sostiene Miró.
Obras de señalización en Barcelona. Fotografía: Isaac Planella
La pandemia ha acelerado la transformación digital de la sociedad y, con ella, la demanda de profesionales con los conocimientos precisos para trabajar en venta online, ciberseguridad, teletrabajo, inteligencia artificial y códigos QR, entre otras actividades. Muchas personas no han tenido tiempo de adaptarse a la nueva situación y un gran número de ellas probablemente no lo harán nunca.
Servicios de colocación
Volvamos al ladrillo. El presidente de la Confederación Nacional de la Construcción, Pedro Fernández Alen, explica que la estructura laboral del sector tiene una forma de diábolo, con una base ancha poco cualificada, una franja intermedia estrecha con formación profesional y una amplia cúspide integrada por los licenciados universitarios.
Raymond Torres pone sobre la mesa otro factor: el mal funcionamiento de los servicios de colocación. “Las oficinas de empleo tienen muy poco personal”, se lamenta. “Faltan prospectores que busquen dónde hay trabajo y casar estos empleos con quienes los buscan”. El economista de Funcas echa de menos un componente de formación en los ERTE puestos en marcha al comienzo de la pandemia. En su opinión, las ayudas se deberían haber condicionado a la realización de cursos de formación.
Escasean jóvenes con los perfiles técnicos más buscados
"Páguenles más", Joe Biden, Presidente de EEUU
La escasez de mano de obra se está acentuando en un contexto de marcada recuperación del empleo. La ocupación está ya en niveles precovid y se acerca a la situación previa a la crisis financiera de 2007-2008. Si empieza a haber problemas cuando la economía española aún no ha recuperado su nivel anterior a la pandemia, ¿qué va a pasar el año que viene, cuando la recuperación se consolide? La Comisión Europea calcula que la economía española crecerá el 4,6% este año y el 5,5% en 2022.
¿Soluciones?
“Páguenles más”, recomendó el presidente de EE UU, Joe Biden, a los empresarios que buscan desesperadamente trabajadores. Algo parecido dijo la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de trabajo española, Yolanda Díaz. Está claro: si se cobrasen buenos salarios, habría más gente dispuesta a trabajar, pero los expertos afirman que no es suficiente para resolver el problema. Begoña Casas, de la Universidad Europea, sugiere “reprogramar la formación de los empleados para casar oferta y demanda, reciclar a la gente para cubrir vacantes en el sector digital”.
Los expertos también subrayan que España está notando que muchos inmigrantes regresaron a sus países de origen durante la pandemia, como ya hicieron otros tras la crisis financiera de 2007-2008. Son personas extranjeras las que habitualmente ejercen los empleos con menos cualificación y peor pagados, precisamente los que muchos autóctonos rechazan. Hay quien piensa que la escasez de personal se solucinará cuando se normalicen los flujos migratorios.
Joan Antoni Alujas vaticina que a medida que pasen los años y se vayan jubilando los nacidos durante el al baby boom de la década de 1960 habrá todavía más escasez de trabajadores. “A finales de la década disminuirá la población activa autóctona y aumentará la necesidad de importar mano de obra, aunque la tecnología puede ayudar a paliar el problema en determinados sectores”.