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Solidaridad de clan en Mondragón

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Marzo 2021 / 89

Las 81.507 personas que trabajan en la Corporación Mondragón, que se reparten en casi un centenar de sociedades cooperativas, aportan cada mes el 5% de su salario a un fondo para aquellas que en los malos tiempos sufran más. El fondo Ayuda al Empleo, cuyas aportaciones se incrementaron a partir de la crisis de 2008, asciende a 97 millones de euros. Y la pandemia dibuja un escenario de malos tiempos.

Sin embargo, como se trata de un grupo tan heterogéneo —con ramas en la industria, las finanzas, la distribución y el conocimiento—, los malos tiempos pueden llegarles a unos y no a otros, de modo que se ha producido un trasvase de recursos, no solo económicos, sino también en recolocaciones. Se constató ya en crisis anteriores como la de Fagor, que dejó sin trabajo a 1.985 personas socias y a las que, siete años más tarde, se ha buscado soluciones vía recolocaciones, prejubilaciones y, en algunos casos, indemnizaciones.

La 'pata' de formación

La capacidad de recolocación se facilita con el desarrollo de una importante pata de formación de la misma corporación. Mondragon Unibertsitatea, su propia universidad, y sus centros de I+D, ayudan a reciclar y a cualificar personal en las áreas donde hay más demanda (como la robótica, la digitalización, la electromovilidad, el mantenimiento predictivo u otros perfiles técnicos). 

En pandemia, también ha funcionado una bolsa de horas que la corporación denomina "calendario móvil", en virtud del cual cuando hay cooperativas en las que baja la actividad, los socios trabajadores cobran igual y, cuando se recuperen los pedidos, las horas no trabajadas deberán devolverse a la organización. 

A los supermercados de Eroski este ejercicio le ha ido bien, pese al esfuerzo logístico de las primeras semanas. 

Laboral Kutxa aguanta el tipo, después de dotaciones de 65,7 millones para reforzar su solvencia. 

En la industria, ha visto como sus fábricas se quedaban con solo el 25% de actividad, aunque a final de 2020 la caída de ingresos global fue solo del 12%. Una cuarta parte del negocio industrial está orientado a la automoción; el resto, muy diverso, desde máquina-herramienta, construcción y componentes de electrodomésticos, entre otros negocios. 

Solo negocios rentables y ajuste

Pese a todos los equilibrios, en medio de la debacle, en un año de pandemia la destrucción de empleo ha afectado al 1,6% de las plantillas (1.200 personas). Las ventas totales suman 11.608 millones de euros. "En el modelo cooperativo, la persona se sitúa en el centro y eso no es una declaración vacía. Las personas son dueñas del proyecto, participan en las decisiones y, por tanto, en el resultado del proyecto, frente a sociedades anónimas, en las que las decisiones son cosa de quien pone el capital y no está dispuesto a perderlo”, explica Javier Marcos desde la corporación. 

El grupo entiende, eso sí, que los negocios deben ser sostenibles, rentables y competitivos en el mercado. “En algunos sectores se identifica las cooperativas con ONG. Pensamos que si no hay competitividad la cooperativa no tiene sentido. Es una empresa y tiene que ser rentable".

Una de las empresas para la que la pandemia ha sido la gota que colmó el vaso es URSSA, dedicada a la construcción de equipamiento e infraestructuras. En el año 2019 entró en preconcurso y había alcanzado un acuerdo con la banca para relanzar la cooperativa con un plan financiero. Finalmente, el pasado 5 de enero, el deterioro del sector de infraestructuras la forzó a solicitar el concurso con el fin de salvaguardar la continuidad de la empresa e intentar mantener los 100 puestos de trabajo de esta actividad.