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SOS: salvar el pequeño comercio

El auge de las compras por internet y las grandes superficies amenazan la supervivencia de las tiendas tradicionales, elemento esencial de la vida en pueblos y ciudades.

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Marzo 2019 / 67

El pasado 16 de noviembre, en vísperas del Black Friday, comerciantes y propietarios de bares de Arriondas, en Asturias, echaron el cierre y colgaron carteles de se vende, se traspasa o se alquila en los escaparates de sus negocios. La protesta sirvió para llamar la atención sobre la importancia del comercio tradicional en la economía local y en la vida de los ciudadanos. El mensaje: sin tiendas, el pueblo se muere.

La historia de Arriondas se repite en el resto del país y en buena parte del mundo. Poco a poco, las tiendas tradicionales desaparecen de los barrios y los pueblos, incapaces de hacer frente a la competencia de las grandes superficies, las franquicias y el comercio electrónico, que ofrecen mejores precios gracias a su gran capacidad financiera y a los enormes volúmenes que manejan. En calles que antaño bullían de actividad comercial hoy proliferan los locales vacíos.

Según cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), el número de empresas dedicadas al comercio al por menor en España pasó de 477.463 en 2013 a 451.471 en 2018, el 6% menos. La caída fue especialmente pronunciada entre aquellos negocios con 10 o menos empleados. Al mismo tiempo que se reducía el número de empresas, la facturación del comercio al por menor se incrementaba, una muestra inequívoca de que son las grandes marcas las que se están beneficiando de la recuperación del consumo privado a costa del comerciante tradicional. Lo mismo sucede con el empleo: aumenta en las grandes empresas del sector y disminuye en las pequeñas.

El ritmo de cierre de tiendas es aún más rápido en otros países. Según un cálculo efectuado por el diario The Guardian, 1 de cada 12 tiendas ha bajado definitivamente la persiana en los últimos cinco años en Inglaterra. En algunas ciudades, como Stoke y Blackpool, son 1 de cada 10.


Mientras tanto, las ventas online baten récords año tras año. Según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), la facturación del comercio electrónico en España aumentó en 2017 el 25,7% con respecto al año anterior, hasta alcanzar los 24.185 millones de euros. Casi la mitad de la facturación se hace fuera del país: mientras que las webs nacionales se llevaron el 50,2% de los ingresos, el 49,8% restante fueron compras con origen en España a empresas de comercio online radicadas en el extranjero. Las cifras que se conocen de 2018, aún parciales, reflejan un ritmo de crecimiento aún mayor.

 

Cohesión social

El pasado mes de enero los propietarios de la ferretería Sufepont, de Sant Cugat del Vallès (Barcelona), anunciaron el inminente cierre del negocio después de 35 años. Los ingresos, explicaron los dueños, han caído el 50% los últimos 10 años a causa de la competencia de las grandes superficies, las dificultades para aparcar en la zona y el abandono de la localidad por parte de empresas industriales que figuraban entre sus mejores clientes. Un total de 11 empleados perderán su trabajo y los compradores se quedarán sin la atención personalizada que han recibido durante más de tres décadas.

El cierre de Sufepont ilustra no solo un cambio en los hábitos de consumo de los españoles, sino la transformación de una forma de vivir. Sin comercios, las calles se vacían y las personas pierden un lugar de encuentro que ha existido durante siglos. A medida que las compras por internet, las grandes superficies y las franquicias sustituyen a los comercios tradicionales de propiedad familiar, el paisaje urbano se uniformiza. Paseando por Sevilla, Lyon o Manchester, los viandantes se encuentran una y otra vez con las mismas marcas.

Calles que bullían de actividad están hoy casi vacías

Sin tiendas, los vecinos pierden un lugar de encuentro

Para Miguel Mayorga, profesor de Urbanismo de la Universitat Oberta de Catalunya y de la Universitat Politècnica de Catalunya, el pequeño comercio es un elemento clave de la cohesión social en barrios y pueblos. “La posibilidad de ir a pie a comprar el pan, unos zapatos o un martillo a la ferretería genera relaciones sociales y da sentido de pertenencia al barrio”, apunta Mayorga, quien atribuye parte del deterioro del tejido comercial al proceso de gentrificación y al avance del turismo masivo que padecen muchas zonas del país. Son fenómenos que presionan al alza los precios de los alquileres, tanto de las viviendas como de los locales comerciales. “Primero se van los vecinos y luego se marchan los comercios de proximidad”, explica Mayorga. “Las viviendas se reemplazan por apartamentos turísticos y los locales comerciales son ocupados por tiendas de souvenirs y establecimientos de comida rápida que erosionan la vida en la ciudad”.

 

Difícil supervivencia

¿Qué pueden hacer los pequeños comerciantes para salvar sus negocios? ¿Cómo pueden hacer frente a la competencia de las grandes superficies, las cadenas y las tiendas online? “Calidad, calidad y calidad”, es la respuesta de Maxi Garbayo, propietario de la Antigua Casa Crespo, una alpargatería con siglo y medio de existencia en el barrio madrileño de Malasaña. “Eso, horas y horas de trabajo y entrega al cliente”. 

A una manzana de distancia, Marisa Somoza, copropietaria de la librería-papelería Reno, se muestra de acuerdo con su colega. “Las claves para la supervivencia pasan por la atención directa y de calidad, la calidez humana que aportamos a nuestro negocio y la profesionalidad en la atención al cliente”, afirma. “La mayor parte de los comerciantes tenemos una buena preparación para la tarea que desarrollamos, ya sea por años de trabajo o por nivel académico”.

Además de dar de comer a muchas familias, el pequeño comercio ayuda a mantener una red de suministradores que se extiende por todo el país. Todo el género que vende la Antigua Casa Crespo se fabrica en España, concretamente en Cervera del Río Alhama (La Rioja), pueblo de origen de la familia propietaria. Las alpargatas se hacen a mano, al estilo tradicional. Cada par es un producto exclusivo y único.

Garbayo se queja de que de un tiempo a esta parte la gente busca, más que calidad, precios bajos. La principal competencia de su negocio viene precisamente del calzado made in China que venden los comerciantes de esa nacionalidad que se han establecido en el centro de Madrid con gran rapidez en las últimas décadas. “O cuidamos los comercios antiguos o esto se va al garete”, sostiene Garbayo. “Muchas calles ya son todas iguales vayas donde vayas”. Marisa Somoza recuerda que muchos comerciantes viven cerca de sus negocios y que con frecuencia consumen en las tiendas vecinas, contribuyendo así a dinamizar la economía del barrio.

 

Alquileres por las nubes

Vender por internet puede ayudar (de hecho, ha salvado a muchas tiendas pequeñas), pero no siempre es posible ofrecer mínimas garantías de calidad y servicio. Marisa Somoza explica que para hacerlo bien es necesario, en el caso de su librería, mantener actualizado el catálogo de novedades y libros de fondo, una tarea ingente para un pequeño comercio que no dispone de medios para ello. La Antigua Casa Crespo tiene tienda digital y perfil en las redes sociales y sus alpargatas aparecen con frecuencia en revistas y guías turísticas. Franceses y estadounidenses son sus principales clientes extranjeros. “En otros países se valoran más las cosas artesanas”, explica Garbayo.

Para dinamizar el local y atraer a nuevos clientes, la librería Reno apuesta por la organización de pequeños eventos, como presentaciones de libros. “Podemos ser el medio de unión del escritor con el lector”, señala Marisa Somoza. “En la mayoría de los casos están encantados de participar en las tertulias”.

Carteles como el de la foto se ven cada vez más en pueblos y ciudades. FOTO: ANDREA BOSCH

Todos los comerciantes coinciden en que el precio de los locales es uno de los obstáculos más difíciles de superar para quienes tratan de sobrevivir o piensan en abrir un negocio. La subida de los alquileres ha forzado a muchos comerciantes a cerrar o a trasladarse a calles con menos tránsito de personas, pero con precios más asequibles, con la consiguiente merma de ventas. La desaparición de la renta antigua en enero de 2015 supuso el fin de numerosos negocios con décadas de existencia. Hasta 200.000 comercios de toda España funcionaban entonces con ese régimen. Solo los grandes se pueden permitir pagar los alquileres en las principales arterias de las ciudades. Uno de los motivos por los que la Antigua Casa Crespo y la Librería Reno siguen el pie es que los locales donde se ubican son de propiedad familiar.

 

Ayudas públicas

¿Qué pueden hacer las Administraciones para ayudar al pequeño comercio? Marisa Somoza sugiere, por ejemplo, que se obligue a Amazon a tributar en España y controlar la situación laboral de sus trabajadores, que han protagonizado varias huelgas en el centro logístico  que la multinacional estadounidense tiene en San Fernando de Henares (Madrid). La copropietaria de la librería Reno piensa que sería conveniente crear un entorno propicio para que la gente consuma en sus barrios, con buenos colegios, centros de salud, medios de transporte, ayudas a la vivienda y apoyo al nacimiento de nuevas empresas.

Algunos Ayuntamientos tienen planes específicos para ello. El de Vitoria-Gasteiz puso en marcha hace cuatro años el Plan Estratégico de Comercio y Hostelería 2015-2022 para frenar el cierre de negocios, ayudar al tejido comercial local a adaptarse a las nuevas formas de consumo y educar a los consumidores. La concejal de empleo y desarrollo económico sostenible, Nerea Melgosa, explica que la ciudad tiene el comercio en su ADN, como lo demuestra el hecho de que varias calles de su parte vieja lleven el nombre de oficios desde la Edad Media: Cuchillería, Pintorería, Zapatería, Herrería.... En el caso de Vitoria-Gasteiz, la peatonalización del centro ha contribuido a revitalizar la vida comercial, aunque la concejal hace hincapié en que las limitaciones al automóvil privado deben ir acompañadas de la creación de plazas de aparcamiento disuasorias y de un reforzamiento del transporte público.

Un elemento básico del modelo de la capital vasca es que la vigilancia del cumplimiento del plan corre a cargo de mesas de comercio y hostelería en las que participan comerciantes, la Administración local, asociaciones de vecinos y ciudadanos particulares. La participación de todos los agentes es fundamental, señala Melgosa, quien destaca como uno de los éxitos del proyecto la comunicación entre los propios comerciantes, que intercambian consejos y experiencias para mejorar sus negocios. Todos los años tienen lugar en la ciudad jornadas sobre pequeño comercio y se imparten cursos de manera permanente. Otra clave, apunta la concejal, es que cualquier reforma que se lleva a cabo en la ciudad, ya sea la reubicación de mobiliario urbano, la plantación de árboles o la creación de plazas aparcamiento, tiene en cuenta la opinión de los propietarios de los negocios y los vecinos de las zonas afectadas.

El empleo crece en las grandes empresas y cae en las pequeñas

El comercio ‘online’ avanza a un ritmo superior al 25%

En Inglaterra, 1 de cada 12 tiendas ha echado el cierre desde 2013

El profesor Mayorga subraya la importancia de que los Ayuntamientos hagan un seguimiento permanente del uso de los edificios y los locales comerciales como forma de evitar abusos y frenar actuaciones que perjudiquen el bien común. Recuerda que antes los cambios en el paisaje urbano eran más lentos y había más tiempo para reaccionar, mientras que ahora las transformaciones son mucho más rápidas y radicales. En su opinión, es imprescindible que los vecinos establezcan complicidades y estén atentos a los cambios que se producen en sus calles y en sus barrios para alertar a las autoridades de cualquier transformación que pueda alterar la convivencia.

Como mostraron los comerciantes de Arriondas durante su jornada de protesta, la supervivencia del comercio tradicional está en manos de los consumidores, pues corresponde a ellos elegir en qué tipo de ciudad o de pueblo quiere vivir. “La gente tiene que saber que su manera de comprar afecta a la economía, que su comodidad hace que cierren las tiendas y pierdan todo lo que podemos aportar”, afirma Marisa Somoza, de la librería Reno. “Si no cuidamos esto, todos acabaremos siendo empleados de esos grandes monstruos y, por ende,  perderemos la libertad. El comercio se compondrá de las mismas marcas, franquicias y macrotiendas, y las ciudades no aportarán sus diferencias y su diversidad, sino que serán calcos unas de otras”.

 

RECHAZO

Nueva York dice ‘no’ a Amazon

Amazon anunció a mediados de febrero su renuncia a construir un gran complejo de oficinas y distribución en el distrito neoyorquino de Queens. Asociaciones de vecinos, sindicatos y representantes políticos del Partido Demócrata, entre ellos la popular congresista Alexandria Ocasio-Cortez, pusieron en duda la promesa de la compañía de crear 25.000 puestos de trabajo y rechazaron el acuerdo firmado por la compañía y las autoridades locales. El propio New York Times calificó de “mal negocio” el acuerdo por el que el alcalde, Bill de Blasio y el gobernador del Estado, Andrew Cuomo, se comprometieron a conceder incentivos fiscales y subvenciones por valor de casi 3.000 millones de dólares a la mayor empresa mundial de comercio electrónico.

Para los detractores de Amazon, el probable aumento del precio de los alquileres hubiera expulsado a muchos vecinos de una zona habitada tradicionalmente por personas de clase trabajadora. Denunciaron también que la compañía no permite a sus empleados organizarse sindicalmente y que el acuerdo alcanzado con las autoridades se firmó en secreto, sin consultar con la población local y sus representantes políticos. “Ofrecer enormes prestaciones procedentes de los escasos fondos públicos a una de las mayores empresas del mundo en un momento de gran necesidad en nuestro Estado está, sencillamente, mal”, afirmaron en una carta conjunta los dos principales representantes políticos del distrito donde iba a instalarse Amazon, el senador estatal Michael Gianaris y el concejal Jimmy Van Bramer, ambos demócratas.

El no de los habitantes de Queens a Amazon refleja la opinión cada vez más extendida de que una inversión aparentemente beneficiosa a corto plazo como la de Amazon puede ser perjudicial para la comunidad a largo plazo. El semanario The Economist relataba recientemente que la apertura de un centro de distribución de Amazon en Carolina del Norte provocó el desplome de los salarios de los conductores de carretillas y los gestores de pedidos en la comarca. El sueldo medio anual de los empleados de almacén bajó de los 47.000 a los 32.000 dólares anuales, una caída del 30%. Lo mismo ha ocurrido en proyectos similares en Virginia y en California. Según un análisis de The Economist, la llegada de Amazon ha traído consigo el estancamiento o la bajada de los salarios en todas las zonas donde se ha implantado.

El creciente rechazo a la compañía por las malas condiciones laborales y sus artimañas para eludir el pago de impuestos no tienen reflejo, sin embargo, en los hábitos de los consumidores. La empresa propiedad de Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo según la lista Fortune, batió su récord de ventas el pasado Cyber Monday, celebrado el pasado 26 de noviembre. En los cuatro días que van del Black Friday al Cyber Monday la compañía recibió 180 millones de pedidos.