"Con las franquicias la ciudad ya no te pertenece" // Saskia Sassen
ENTREVISTA
Saskia Sassen
Profesora de Columbia
La socióloga alerta sobre cómo las finanzas invaden ottos sectores económicos
"Con las franquicias la ciudad ya no te pertenece"
La expulsión —la económica y la social— forma parte del ADN de nuestra época. Es una tendencia subterránea en la que confluyen variados fenómenos aparentemente desconectados entre sí: los nueve millones de familias de Estados Unidos cuyas hipotecas fueron ejecutadas durante la crisis financiera, las minorías de países ricos que se almacenan en cárceles —muchas de ellas privadas—, la destrucción de espacios de la biosfera, los pequeños agricultores de países pobres que desde 2006 han sufrido la compra de 220 millones de hectáreas por parte de inversores y gobiernos extranjeros, los 35,4 millones de desplazados de su hogar desde 2011 que se hacinan en campos de refugiados según ACNUR, la sustitución de la inversión extranjera en manufacturas por la industria extractiva (minería, petróleo, agricultura...) en los países en desarrollo... La lista es mucho más larga y eriza la piel. La socióloga Saskia Sassen disecciona en el libro Expulsiones la brutalidad y complejidad de la fase del capitalismo global en la que nos adentramos, marcada por el auge de unas finanzas enrevesadas que, frente a la banca tradicional, trabajan “vendiendo algo que no tienen”. Profesora en la Universidad de Columbia, premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales en 2013 y madre del concepto de ciudad global, Sassen habló de desigualdad y justicia a finales de enero, en una conferencia debate organizada por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB).
Lleva años estudiando la desigualdad derivada de la globalización. Hoy, en parte debido a la aportación de Thomas Piketty, la desigualdad es el tema. ¿Ayuda este auge del debate para combatirla?
¡No! En absoluto. Fíjese en el Foro de Davos. Usted sabe que Davos no va de hacer negocios, sino que, en realidad, Davos hace un trabajo cultural a través del cual las élites políticas, mediáticas y económicas del mundo van aceptando y asumiendo el modelo neoliberal. Pues hace años que en Davos no ocurría gran cosa. Pero en la última reunión se ha aceptado que existe un problema de desigualdad. ¡Es ahí cuando Davos se vuelve peligrosa!
¿No es bueno que las élites reconozcan la desigualdad como problema?
Debemos estar alerta. Las élites reconocen la desigualdad, pero descrita en sus términos. La desigualdad siempre ha existido, existe en cualquier sistema complejo. En Estados Unidos, decir “desigualdad” era pronunciar una mala palabra. Estaba fuera del lenguaje de las clases medias, a las que en cambio les iba mucho la palabra oportunidad. En la desigualdad, tuvieron la oportunidad de vivir mejor que sus padres y creían que sus hijos vivirían mejor que ellos. La primera vez que en una encuesta sociológica en EE UU una gran mayoría de la población mencionó la palabra desigualdad fue muy fuerte. La palabra tiene auge porque le damos un sentido muy negativo, visto que siempre existió. Las élites reconocen el problema, pero para generar un relato que les permita manejarlo a su modo.
FOTO: ANDREA BOSCH
¿Manejar el tema a su modo significa...?
Manejar la desigualdad para que no existan las Syrizas y los Podemos. Por eso Davos se ha vuelto importante.
Las Syrizas y los Podemos ahí están.
Estamos en un momento estratégico, y no sólo por la victoria de Syriza. Bien, Syriza gana, y Christine Lagarde (directora gerente del Fondo Monetario Internacional, FMI), que es muy astuta, deja caer una breve frase: “Nosotros vamos a trabajar con Syriza”. Contradice en cierto modo la posición de los alemanes en el sentido de que aquí no va a cambiar nada. Pero, sobre todo, el gobernador del Banco de Inglaterra, el canadiense Mark Carney, dice: “El programa de austeridad europeo no ha funcionado”. En Grecia, en la Unión Europea, y en España tal vez ahora con Podemos, existe una especie de agotamiento, una especie de reconocimiento de que esto no funciona.
¿Al agotamiento le sigue un cambio?
No hay que idealizar, pero con Syriza y Podemos vemos una apertura que hace un tiempo no existía. Se sabe que el sistema está agotado, y existe el peligro de que se pierda una increíble oportunidad. Los pronunciamientos de Carney son significativos. Indican que no saben cómo seguir, pero que saben que insistir sobre la política de austeridad no funciona. Veo este momento como el de la inmovilidad total que se produce en el centro de un huracán. ¿Sabe cuando un avión puede estar en suspensión total en ese momento, mientras a su alrededor van ocurriendo cosas espantosas?
A finales de 2008 ya parecía que realmente iba a pasar algo, pero...
Pero Wall Street rescató al sistema financiero. Si quieren entender las finanzas, no pidan a los financieros que se las expliquen. Se las contarán de manera que le resultarán más difíciles de com-prender.
Afirma que la máquina de vapor de hoy es el sistema financiero. ¿En qué sentido?
Si le pregunto a alguien cuál es la máquina de vapor de nuestro tiempo, la primera idea que le vendrá a la cabeza son las nuevas tecnologías de la información. Pero yo digo, en cambio, que son las altas finanzas, que reforman los espacios y contribuyen a la expulsión. Es una manera de alertar sobre el hecho de que el sistema financiero, las altas finanzas, no son la banca tradicional. No son un servicio. Una vez se han apoderado de activos como inmuebles de alta calidad, commodities o deuda de elevada calificación de todo tipo, van a por ámbitos más bajos como los préstamos para comprar coches usados. Me refiero a que las altas finanzas están presentes en muchos sectores de nuestra economía. Hay que salirse de esta economía dominada por el sistema financiero y las grandes corporaciones.
¿Y eso cómo se hace?
Un elemento crítico sería recuperar las economías tremendamente distribuidas que existen en España, porque emplean a gente y tienen elementos culturales. Aquí ocurre lo mismo que en Italia: incluso en áreas pobres, cada localidad tiene su tradición: hace sus galletitas, sus jamones, sus quesos... que incluso tienen mercados de exportación. En la comunidad, hay progreso. Debemos impulsar la energía emprendedora y las viejas infraestructuras económicas, que se pierden cuando entran las franquicias. Puede que necesitemos algunas franquicias para negocios muy técnicos, pero no las necesitamos para tomar un café. A través de las franquicias vemos cómo incluso las cosas más elementales se convierten en fuente de extracción de la modesta capacidad de consumo de una comunidad local, pero multiplicándola por millones, que se extraen de la comunidad... Y los beneficiarios de esas franquicias son grandes corporaciones.
¿Quién es? |
Saskia Sassen tiene una biografía propia de los tiempos de la globalización. Nació en La Haya en 1949, se crió en Argentina y estudió también en Francia, Italia y Estados Unidos. Hoy es profesora de Sociología de la Cátedra Robert S. Lynd en la Universidad de Columbia y miembro del Comité sobre Pensamiento Global de esta misma universidad. En 2013, obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales. Su libro estrella, La ciudad global. En Expulsiones, busca conexiones latentes entre quienes pierden su empleo, su casa, sus tierras o su libertad. FOTO: ANDREA BOSCH |
La sustitución de tiendas de barrio. De eso sabemos mucho también aquí.
Cuando se relevan las tiendas de barrio, que están adaptadas a las necesidades locales, por restaurantes caros y boutiques se está abasteciendo a las minorías urbanas con elevados ingresos. Con las franquicias, la ciudad ya no te pertenece. ¡Están comprando pedazos de la ciudad! Ocurre en muchos lugares, también aquí [en Barcelona]. Las empresas con capacidad para obtener mucho beneficio contribuyen a que se dé una sobrepuja de los precios por el espacio comercial, además de por los servicios necesarios. Quien tiene menos posibilidades de tener beneficio ve amenazada su viabilidad, aunque haya demanda. La competencia por el espacio y la inversión condena a la decadencia o al des-plazamiento [la expulsión, de nuevo]. En cualquier caso, la economía distribuida se pierde cuando la gran banca captura el 70% del consumo. Quiere tener dinero cash, en efectivo, pero no para conceder más préstamos, sino para especular.
“Lo que yo llamo ‘los sin poder’ a menudo hacen historia. Sólo que lleva tiempo”
“El sector financiero quiere dinero ‘cash’, no para dar préstamos, sino para especular”
Usted insiste en el papel de los productos derivados en la crisis.
Bueno, la banca tradicional vende dine-ro que la entidad tiene. Mientras, las finanzas trabajan vendiendo algo que no tienen. Así que invaden, titulizan, otros sectores para tener grano para su molino, y el mejor instrumento para ello son los derivados. Ya antes de que empezara la crisis, el valor de los derivados era de 630 billones de dólares. ¡Catorce veces el producto interior bruto del mundo! Pero es que hoy suman un trillón. Es dinero de los ciudadanos, oro puro. Documentos obtenidos bajo la Freedom of Information Act revelan más de 21.000 operaciones durante la crisis financiera. Durante mucho tiempo fue supersecreto que la Reserva Federal destinó 7,7 billones de dólares a préstamos y ayudas a los bancos, que se desconocían. ¿Y ahora, qué? Todos los bancos centrales están empobrecidos. Hoy no habría modo de que EE UU pudiera transferir tanto dinero. Los Estados nacionales han perdido capacidad para intervenir en la economía del modo en que lo hicieron después de la Segunda Guerra Mundial.
Quizá de ahí venga la desafección ciudadana.
Para activar a la ciudadanía, para que ésta sienta que sus intervenciones importan y para que participe en la comunidad, son esenciales las nuevas tecnologías. Le pongo un ejemplo. Los vecinos de un barrio conocen perfectamente el barrio, mejor que las autoridades y los expertos del centro. En Boston cae mucha nieve, y en las calles es habitual toparse con agujeros que pueden hacerte perder una rueda del coche. Al gobierno central de la ciudad le cuesta saber dónde están todos, pero los residentes lo saben muy bien, se topan con ellos en su vecindario todo el tiempo. Así que desarrollaron una aplicación gratuita para todos los residentes, todos lo llevan en su teléfono, y cada vez que uno de ellos se topa con un agujero, puede transmitir su ubicación, de modo que las autoridades puedan arreglarlos. Es una solución práctica que refleja un modo de hacer sentir al residente que participa. Es un primer paso. Veo al 15M y a Podemos como un primer paso en una trayectoria que tiene que ver con la idea de que todos importamos para la ciudad, que todos participamos. Es importante que Podemos use las nuevas tecnologías para que la ciudadanía sienta que sus intervenciones importan.
Para usted el lenguaje es esencial: habla de “expulsados” en lugar de “excluidos”, de “tierras y aguas muertas” en lugar de “efectos del cambio climático”, de “limpieza económica” en paralelismo con la “limpieza étnica”. ¿Qué opina del término casta, con el que Podemos se refiere a las élites, que dibuja un “arriba y un abajo” sobre el “izquierda y derecha”?
Si la palabra casta tiene fuerza y les funciona… ¡entonces está bien! Siempre digo que la gran mayoría del vocabulario no tiene fuerza. Usamos términos que invitan a no pensar. Hablamos de “la economía”, “el Estado”, “la clase media”, “la inmigración”... Son categorías muy poderosas, que concentran mucha información. Son categorías que debemos repensar. En muchas de ellas hemos incrustado la idea de que “esto es por tu bien”, “esto es para que vayamos mejor”. Las categorías maestras que usamos no nos permiten ver las cosas. Conceptualmente hablando, se vuelven en invisibilidades. No nos están sirviendo. Quiero decir que hay millones de personas expulsadas de sus casas... y son invisibles. O las tierras muertas. Son invisibles. Las categorías con las que describimos las cosas no pueden captar ese momento extremo. En el libro me coloco en relación con esas grandes categorías de un modo que me permita entender qué es lo que ocultan. Cuando hablo de “expulsión” no es una mera exclusión que ocurre en el interior del sistema. Es una forma de alertar contra esa invisibilidad.
Me hace pensar en la recuperación económica. Algunos datos dicen que está ahí, pero nadie la ve. ¿Qué no medimos bien?
Estamos ante un problema de capacidad redistributiva. Vivimos con la fantasía del famoso tricke down [teoría según la cual los incentivos fiscales o cualquier otra ventaja para los ricos y para las empresas acaba inevitablemente mejorando el conjunto de la economía y a las capas sociales más pobres]. Aquí no hay tricke down. Al contrario, hay más y más concentración de riqueza.
El resultado de las primaveras árabes ¿hasta qué punto muestran los límites de la movilización popular?
Hay que ir con cuidado con los comentarios al respecto. En Estados Unidos se suele decir que las primaveras árabes han sido un fracaso, que no lograron nada. Y no es así.
LA MÁQUINA DE VAPOR DE HOY: LAS FINANZAS. Saskia Sassen, que participó en el ciclo de conferencias Prendre la paraula, del CCCB, enfatiza la diferencia entre la banca tradicional y las altas finanzas. FOTO: ANDREA BOSCH
En Egipto no parecen estar mejor.
En Egipto seguramente están peor. Pero es que en Egipto ha tenido lugar un golpe militar. Sin embargo, en Túnez se han dado pasos hacia la transformación del sistema político, aunque no puede afirmarse que haya ganado mucho. Y en Estados Unidos, con las movilizaciones de Occupy Wall Street, cala el discurso de la desigualdad, del 1% frente al 99%. Con el movimiento de los Indignados... es la primera vez que hay mención de la desigualdad. El problema es que es sólo un primer paso. En Túnez se ha dado un segundo paso, con la eliminación de un Gobierno y hacia un cambio de sistema político. No se puede minimizar lo que ocurrió como una mera ilusión. Hay que reconocer y hacer visible. Los jóvenes que queman coches, al final, intentan tener voz. Aunque terminen muertos en una prisión, ser de un gang les da sensación de existir, de ser importante.
Eso vale para cualquier batalla...
Mire la lucha de las mujeres. Hay un momento en que se consigue que puedan votar en unas elecciones. Pero lo que yo quiero es recuperar sus mo-vimientos iniciales. Me pregunté en un libro anterior si lo que llamo “los sin poder” hacen historia. Mi respuesta es que a menudo la hacen. Sí que la hacen. Lo que pasa es que, cuando ocurre, suele llevar mucho tiempo. Sin embargo... ¡la historia de Occupy y Podemos es una historia muy acelerada!
TERRORISMO
“El extremismo surge de sentirse inútil”
¿Cómo se relaciona su concepto de “expulsión” con los efectos del terrorismo internacional?
Yo creo que lo mejor que puede hacer una ciudad, y que desde luego es un error no hacerlo, es que todos quienes vivan en ella sientan que es también su ciudad. Desde luego, es un error no apostar por la incorporación. Es importante que los ciudadanos se sientan útiles, para que no se sientan alienados o invisibles. Se puede empezar con pequeños mecanismos.
Pensaba en los autores del atentado a la revista Charlie Hebdo, por ejemplo.
Ahora hemos vivido unos momentos de mucha ansiedad en París, Bruselas o Berlín, y las ciudades se plantean que deben reforzarse. Pero la mejor manera de estar protegidos en nuestras ciudades no es generar una fortaleza en la ciudad, sino justamente que todo el mundo sienta que esta es su ciudad, y que cada persona importa.
Eso supone asumir una parte de responsabilidad...
Yo estaba en Francia cuando se produjo el atentado en Charlie Hebdo. Parece que hay elementos que indican que los jóvenes autores eran inteligentes, pero que se fueron alie-nando más y más, sobre todo cuando no encontraron trabajo. La salida es el extremismo. El extremismo surge de sentir que eres inútil.
“Todos somos Charlie”. Es un momento delicado para esta reflexión.
Sí, claro. Pero lo mejor que les habría podido pasar a esos jóvenes es que hubieran tenido trabajo y respeto, que hubieran sentido que su inteligencia importaba, y que su religión no era un obstáculo... porque el republicanismo laico francés dice que “nada de velos”, pero permite grandes crucifijos. Las bandas de Nueva York vienen a ser lo mismo, actos de supervivencia.
MOVIMIENTOS SOCIALES
“Los ‘sin poder‘ hacen política en la calle”
Hábleme de la geografía de la marginación.
Los sin poder, los discriminados, pueden convertirse en fuentes de conflicto porque duele no ser reconocidos. Por eso hablo de “calle global”, de un espacio público duro donde los sin poder consiguen hacer la política y producen situaciones complejas. En una plantación o en una mina, olvídate. Pero la ciudad es el espacio de la representación. En la “calle global”, que además de espacio físico es un espacio semántico, suceden cosas que no ocurrirían si no existiera. Es importante que en la ciudad existan espacios indeterminados para movimientos como el 15M, por ejemplo. Importa la calle, con toda la carga que el concepto the street tiene en inglés, y que se refiere a la informalidad, a lo emergente, a lo que no está terminado.
En las grandes ciudades interseccionan lo local y lo global.
Cuando los sectores económicos internacionalizados urbanos especializados en finanzas y servicios imponen nuevos criterios para valorar las actividades que se desarrollan en la ciudad y a qué precios se ofrecen, ello se traduce en la organización del espacio de la economía urbana. En esta polarización se dan las condiciones para crear pobreza y marginalidad urbanas.