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“Empieza por el cambio que más te guste”

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Mayo 2022 / 102

Fotografía
Mariana Vilnitzky

Toni Lodeiro

Divulgador de consumo consciente

“Empieza por el cambio que más te guste”

Toni Lodeiro nos atiende en un bar de su barrio, en las afueras de Barcelona. No tiene prisa. Vive con calma. Y después de la entrevista, le acompañamos a hacer la compra, donde  la dueña del establecimiento le saluda por su nombre, como en los viejos tiempos.

¿Podemos cambiar el mundo con la elección de nuestro consumo?

A veces se sobredimensiona el poder del del consumidor consciente. Oímos eslóganes como Sé el cambio que quieres ver en el mundo. Esto tiene el peligro de crearnos una visión poco realista de la realidad. Además, nos responsabilizan excesivamente. Nos cargan con mochilas que no son nuestras, sino del diseño del sistema económico que nos incita a consumir mal. Si yo quiero viajar a Berlín y hacerlo en tren me cuesta 400 euros ida y vuelta, mientras un vuelo barato cuesta 80 euros, tengo muy difícil elegir bien

¿Es más culpable el que hace política y deja pasar artículos hechos lejos, insostenibles, con empleo de mala calidad, o quien consume a mansalva, sin pensar?

No me gusta hablar de culpa. Y muy particularmente en el caso del consumo mismo. Creo que hacer una política que mejore, por ejemplo, las condiciones laborales es muy positivo. Y que hacer un consumo que se preocupe por las condiciones laborales, que apoye los productos locales y de aquellas empresas que creemos que tienen mejor comportamiento también es positivo. Hacen falta todos los cambios. Cualquier acción positiva suma.

¿Cuál es el primer cambio, el más importante? ¿La movilidad? ¿La alimentación? ¿O luchar por mejores políticas públicas? 

Empieza por el cambio que más te guste, porque hay tantas cosas que podrías hacer y no las podrás hacer todas. Pon tu energía donde te sea fácil, donde te diviertas.Siempre decimos que podemos ir haciendo un cambio por mes. Un mes cambio mi cuenta a una entidad de banca ética o cooperativa. Otro me cambio a una cooperativa eléctrica verde. Si miras tu vida después de cuatro años, el nuevo modo de consumo te habrá transformado mucho, te habrá llevado a conocer personas, y te habrá cambiado también los valores. 

Una gran mayoría se parece más bien a los que quieren llegar primero, corriendo, a las rebajas de El Corte Inglés. 

Hay limitaciones que tenemos que asumir. Por ejemplo, una empresa que quiere producir de manera sostenible, con buenas condiciones laborales, etcétera, de entrada ya sale al mercado con un sobreprecio. No puede competir como una empresa que utiliza mano de obra de cualquier parte sin ningún tipo de escrúpulos. Se suma el poder que tienen las corporaciones y la capacidad que tienen de hacer lobby. No nos podemos pedir la Luna. Una encuesta de la OCU dice que dos tercios de las personas consumidoras incluyen criterios éticos o ambientales en alguna de sus opciones de compra. Leía también hace unos años que 9 de cada 10 ciudadanos han hecho algún cambio de hábitos por motivos de sostenibilidad. Una encuesta reciente del Ayuntamiento de Barcelona dice que alrededor del 80% de las personas están dispuestas a reducir su consumo de carne y a cambiar pautas de movilidad.  Entonces, tan mal no lo estamos haciendo. De hecho, las alternativas de consumo llegan cada vez a más personas. En España hay más de 200.000 clientes de banca ética y una cifra parecida de clientes de cooperativas eléctricas verdes. Hay también algunos cientos de miles en banca cooperativa. Caixa d'Enginyers ya son más de 200.000 socios. En Pamplona y su comarca hay una cooperativa de consumidores agroecológicos que tiene dos tiendas y 3.000 socios. El Slow Food Coop de Nueva York es una cooperativa de consumo agroecológico que tiene 16.000 socios. Siendo minoritarias, las alternativas han alcanzado unos niveles que antes no tenían. Pero hay ejemplos de café de comercio justo que llega a capas más amplias de la población, ya no tan minoritaria. En cambio, hay una tendencia paradójica, que es que cinco grandes cadenas de distribución ocupan cerca de los dos tercios del mercado alimentario. La compra digital ocupa cada vez más espacio. Amazon ocupa más del 50% de esa compra digital. El reto quizás sería convertir la conciencia ciudadana en políticas públicas que desequilibren la balanza.

La gente joven, sobre todo, compra mucho en Internet.

Siempre que podamos, que nos dejen la compra en centros de recogida. Comprar online, sin duda, tiene un mayor impacto ambiental porque multiplica los transportes. Impacta también en las ciudades, en la cantidad de coches circulando, aparcando muchas veces en doble fila o montados en las aceras. Y también implica una multiplicación de los envases. Aunque a veces nos puede permitir la compra directa a productores más comprometidos. Por ejemplo, el mercado digital de consumo consciente de la economía social y solidaria, que está impulsando Opcions, con alrededor de 100 empresas socias. O el Mercat Arrels, impulsado por la cooperativa Som, con el apoyo de la Unió de Pagesos (Unión de campesinos), que está más centrado en el tema alimentario. Desde el punto de vista de la persona consumidora, como tendencia general, supongo que fomenta más la inmediatez: lo quiero, lo tengo. Tenemos que seguir defendiendo el comercio de proximidad, de barrio. Las políticas públicas deben defenderlo con fuerza ante el poder del mercado, que es muy fuerte.

¿Quién es?

Toni Lodeiro, miembro de la revista Opcions, es divulgador desde 2001 del consumo consciente y la vida lenta mediante numerosas charlas, talleres y artículos. Ha diseñado políticas públicas pioneras como los planes estratégicos de consumo responsable del Ayuntamiento de Barcelona y de la Junta de Castilla-La Mancha. Coordina Multiplica, programa de estudios especializado en la promoción y comunicación del consumo consciente. Recientemente, ha estrenado un servicio de acompañamiento individualizado a procesos de cambio personal.

 

Empresas como Wallapop, por ejemplo, de artículos usados, ¿ayudan a un mejor consumo?

En líneas generales, sí. Obviamente, todo análisis tiene sus blancos,  negros y grises, pero ha conseguido un crecimiento de la venta de segunda mano que las tiendas no habían conseguido. Eso es interesante, siempre que no implique multiplicar los desplazamientos en coche, y la paquetería, que implica multiplicarlos en exceso. No conozco a fondo en particular Wallapop, pero de entrada no parece una empresa especialmente comprometida. Ojalá desde la economía social y solidaria seamos capaces de hacer políticas empresariales y de comunicación ambiciosas, para llegar a las mayorías.
 
Las tiendas como Véritas son caras. El discurso de “come eco” culpabiliza al pobre, que no puede permitírselo. 

De entrada, me hace preferir una alternativa como Molsa, que es una cooperativa de segundo grado que agrupa a más de 10 pequeñas tiendas ecológicas en Cataluña. Tienen una implicación, con compras conjuntas para vender más barato, solo venden fruta y verdura de la Península o de Canarias. Son de abajo hacia arriba, y reparten el poder. Para las personas que tienen más dificultades para llegar a fin de mes no es una alternativa. Pero yo tampoco planteo el consumo consciente como una obligación moral. El poder transformador del consumo consciente es que como consumidores podemos ayudar a que algunas alternativas existan. Como periodistas podéis ayudar a que se visibilicen. Luego, desde las políticas públicas pueden ayudar subvencionándolas o fomentándolas. Y en un momento dado tienen que llegar los cambios legales, que las generalicen. 

Luego, el mensaje dice: “si comes ecológico es mejor para tu salud...”

Estamos dando el primer curso que existe de Capacitación Profesional para la Formación y Promoción  del Consumo Consciente: Multiplica. Y en la clase vemos que la principal motivación de consumir ecológico es por salud. En uno de los últimos estudios, alrededor del 40% declaraba que compraba alimentos ecológicos al menos una vez al mes. Y la principal motivación era la salud . Las motivaciones ambientales estaban en tercer o cuarto lugar. Cuando, de hecho, ningún estudio científico ha demostrado que consumir alimentos de producción ecológica tenga un impacto muy notorio sobre la salud. Las motivaciones laborales o sociales salían mucho más abajo en la escala. El consumo consciente no puede hacer milagros. Por otro lado, es natural que las personas nos preocupemos de salud, dinero y amor. Una reflexión para las economías transformadoras sería que hablemos también en ese lenguaje, manteniendo valores transformadores. Porque si solo somos los que riñen, los que se quejan, somos poco seductores.

"Un consumo distinto puede conectar a las personas"

"Las alternativas llegan cada vez a más gente"

¿Es mejor arreglar un zapato o un electrodoméstico viejo, aunque cueste lo mismo que comprarlo nuevo?

Me he sentido estúpido cuando por un brazo de batidora, sin el motor, me querían cobrar casi lo mismo que una batidora nueva. Imagínate que me lo compro y en medio año se me estropea. No buscamos santos, buscamos masas críticas. Si te cuesta lo mismo, es lógico, humano y razonable que te compres el nuevo. No le pondría el peso a la responsabilidad individual. Necesitamos una ley de residuos dura y una ley de reparaciones mucho más dura de las que tenemos, que subvencionen el sector de la reparación, que penalicen fuertemente los productos no reparables o poco duraderos. 

Tenemos la electricidad, pero ¿hay también alternativas en el gas y en el agua? 

Montse Peirón, fundadora de Opcions, publicó un artículo hace años sobre eso: 'Demos gas a las alternativas'  En el gas encontramos alguna empresa por lo menos más local como el Feníe. Desde la economía social y solidaria reivindicamos la concertación público-cooperativa y público-comunitaria. Que los servicios públicos los gestionemos desde la economía social. Hay ejemplos de remunicipalización del agua y cooperativas.

En alguno de sus artículos habla de la diferencia entre el consumismo y el consumo consciente. ¿Cuál es la diferencia?

El consumerismo, o el movimiento en defensa de las personas consumidoras, es el movimiento que algunos conoceremos por entidades como FACUA, ADICAE y OCU. Tradicionalmente, se ha centrado mucho en la salud: que los alimentos sean seguros, etc. Y en los derechos, que no te timen, que puedas hacer la reclamación. Es un sindicalismo de consumidores. Igual que el sindicalismo de trabajo, es defensivo. En cambio, el consumo consciente es propositivo: te propone dejar de intentar en una empresa que no comparte tus valores. Ambas miradas son muy necesarias. 

Hablemos del consumo por miedo, por ejemplo, de papel higiénico al inicio de la pandemia. O del vaciado de las góndolas por la guerra.  ¿Un sálvese quien pueda? 

Creo que denota, además de una postura individualista, una falta de confianza en las estructuras sociales y comerciales. Precisamente, desde el consumo consciente proponemos relaciones de confianza. Siempre se dice “que no te vendan gato por liebre”. Habla de un comerciante que quiere ganar más a tu costa. Al igual que el sindicalismo clásico, es una idea de la competición entre el empresario y el obrero. Cuando llega el recibo de energía sonrío. Aparte de que yo soy socio y propietario de la cooperativa, incluso si fuera una empresa con la que simplemente simpatizo, la idea es de cooperación y de confianza.

Cuando la economía social y solidaria hace marketing, también influye para que se consuma. ¿No es una contradicción?

Estoy muy a favor de las contradicciones. Faltaría más que la economía social y solidaria no pudiese tener contradicciones y no pudiese hacer marketing. Necesitamos crecer, que haya más alternativas. 

“Podemos ir haciendo un cambio por mes. Si miras tu vida después de cuatro años, el nuevo modo de consumo te habrá transformado”

Crecer, pero a su vez decrecer, porque necesitamos un decrecimiento desde el punto de vista ecológico.

Sí. Pero no creo que que desde una economía social y solidaria haya ninguna propuesta que fomente el consumismo excesivamente.  Queremos que la economía social y solidaria ocupe un porcentaje más alto del PIB. A veces te dicen, te dicen: “vegetariano, pero claro, llevas unas bambas Nike”. O sea, precisamente a las personas que se comprometen les pedimos 10 veces más. ¡Que vivan las contradicciones! Son imprescindibles en el contexto en el que vivimos.

Pero dejamos de generar empleo...

No, porque tenemos tanta electricidad renovable por generar, tanta agricultura local por recuperar,  tanta vivienda pública de alquiler social por recuperar, etc. Hay mucho trabajo por hacer.

Y alguien que lo pague.

Tenemos que pensar a dónde se va el dinero privado. ¿Dónde queremos los consumidores privados poner nuestro dinero? Si en una banca que invierte en autopistas o en armas o en proyectos locales. Aparte, hay otro debate ¿Queremos trabajar 40 horas a la semana con todo lo que hemos aumentado la productividad? Antes trabajaba fuera de casa uno de los miembros de la pareja y otra persona se dedicaba a los cuidados, y alcanzaba. Hemos pasado a trabajar ambos a jornada completa y todavía no alcanza.

Usted dice“libérate del consumismo”, “vive con menos y trabaja menos”, pero el salario no alcanza. 

Es así en buena parte de la población. El consumo consciente no es el responsable. Tiene que ver con una reforma fiscal, una reforma seria del mercado laboral, una política pública de vivienda. Pero todavía hay mucha gente que puede permitirse gastar menos en un viaje o cambiar menos de televisión. A esa población dirigimos el relato. Hay una cantidad de cosas que pueden mejorar las vidas de muchas personas, un cambio de valores, una vida más sencilla, con menos horas de trabajo y más satisfacción. Un consumo distinto puede conectar a las personas. Por ejemplo, las relaciones que estableces en un hotel son distintas a las que haces con un intercambio de casa o un voluntariado. Necesitamos legislación que ayude. Necesitamos una renta básica universal. Pero no tenemos que esperar a tenerlo para empezar a mejorar nuestras vidas.