“Estamos ahondando en la burbuja inmobiliaria" // Sonia Rubio
ENTREVISTA
Sonia Rubio
Presidenta de Greenpeace España
La activista, ingeniera de telecomunicaciones, rechaza la disyuntiva entre la defensa del medio ambiente y la del empleo y los derechos sociales
“Estamos ahondando en la burbuja inmobiliaria"
Un día, su padre se marchó con una escopeta de perdigones y regresó con un abejaruco muerto. Sonia Rubio era entonces muy pequeña, pero su memoria le devuelve “una gran bronca” debido al episodio. La inclinación por la naturaleza de una niña que defendía a las hormigas rojas y a cualquier ser vivo que se le cruzara por delante, no la llevó, sin embargo, a seguir caminos como la biología ni nada parecido. Rubio es ingeniera de telecomunicaciones. Sin embargo, se matriculó en la carrera que le ha permitido cultivar su confesado lado freaky con los ordenadores y la tecnología (diseño de grandes sistemas, y sobre todo mucha gestión) con escasas semanas de diferencia de cuando se hizo socia de Greenpeace. Su primer recuerdo de la organización ecologista es el de unos tipos aguantando en unas lanchas mientras caían en el mar bidones llenos de residuos nucleares. Cuando lo cuenta, por supuesto no habla de “héroes”, pero en su mirada se lee como si lo hubiera dicho. Quién le iba a anticipar a ella, cuando esperaba a la mayoría de edad para acceder a una cuenta de sus abuelos en la maltrecha Caja Madrid, donde aguardaban 12.000 pesetas que le sirvieron para adoptar sus primeras decisiones, que un día (en 2010 y desde ese año) presidiría Greenpeace España.
¿Hasta qué punto es más difícil defender el medio ambiente en el país rey del ladrillo?
Es muy difícil. Porque como sociedad no buscamos la felicidad conjunta, sino que el interés es ganar dinero a corto plazo. Intentamos explicar que lo importante es que una playa sea de todos. En el momento en el que pones un El Algarrobico [hotel símbolo de la destrucción de la costa, en Almería], esa playa evidentemente deja de ser de todos, aunque el dueño pueda llevarse mucho dinero.
Los datos de los municipios más destruidos por la burbuja según sus informes impresionan. ¿Cómo reaccionan los afectados?
Los alcaldes se enfadan mucho y los habitantes son plenamente conscientes de la playa a la que iban hace veinte años, pero no lo son del destrozo global hasta que se lo ponen todo junto delante, y el rechazo social es grande. Recibimos mucho apoyo, que de hecho es lo que nos hace seguir adelante. Todos esos mensajes. Pero echar un edificio abajo resulta muy difícil y, además, la justicia es muy lenta.
FOTO: ARIADNA TRILLAS
Ahora, con tanta urbanización fantasma, ¿se les escucha más?
No. Tenemos una clase política no acostumbrada a asumir responsabilidades por lo que hace. En España, que no tiene petróleo, la costa es un tesoro nacional.
¿Cómo explica que tal como ha ido el boom de la construcción tengamos la actual nueva ley de costas?
A finales del año pasado elaboramos un informe con los intereses que tenía el Gobierno en cambiar la ley, porque, si normalmente trabajamos para cambiar las leyes, en este caso lo hacíamos para que se respetara y cumpliera la ley de costas que había. El cambio beneficia a cuatro individuos. Esto es lo que hay. El problema es que estamos ahondando en la burbuja inmobiliaria, y es muy fácil meterla ahí, en medio de una vorágine de seis millones de parados, cuando la gente está preocupada por tantas cosas. Mientras, se quitan becas y se recorta la sanidad. Estamos aturdidos y saturados de malas noticias.
¿Quiere decir que se aprovecha la crisis para colar otras decisiones?
Vamos a ver: ha habido una crisis financiera, pero, por encima de ella, ha habido una estafa. Se aprovecha la crisis para desviar el dinero de nuestros impuestos, de nuestra educación, de nuestra salud, de nuestras pensiones... hacia la empresa privada. Se aprovecha para quitar derechos sociales, derechos ambientales, para desproteger nuestra costa. La supuesta solución a la crisis no es tal. Es una vuelta de tuerca del sistema para reducir los derechos y las prestaciones de la mayoría, que vienen del dinero de nuestros bolsillos. El dinero de nuestros impuestos, en lugar de usarse en nuestro bienestar, se dedica a otra cosa.
En todo caso, sí se presenta una disyuntiva entre defender lo medioambiental y lo social. Como si hubiera que aparcar temporalmente lo primero para dar prioridad al empleo.
Sí, pero es una disyuntiva falsa. Los problemas medioambientales generan problemas sociales. Van juntos. Si tenemos una agricultura respetuosa con el medio ambiente, esta va a ser respetuosa con los derechos de los agricultores. No puedes venderle a alguien que compra productos ecológicos y decirle que son baratísimos porque tienes a gente trabajando por cuatro duros para ti. La lucha social y ambiental es conjunta, poliédrica, aunque unos estén en unas organizaciones contra los desahucios y otros, en otras por la lucha para proteger la costa.
Me refiero a que, por ejemplo, en nombre del empleo y la competitividad, la industria europea pide que se aparque la reducción de emisiones de CO2.
Sí, sí. Es una trampa. Nosotros tenemos informes que demuestran que con empleo verde podríamos generar mucho empleo, pero el Gobierno ha hundido el sector de las renovables. Pequeños ahorradores y cooperativas que fabricaban placas solares se han ido a hacer gárgaras y eso no ha importado. Ahí no ha importado el empleo, sino los intereses de las eléctricas.
Le responderán que se olvida del déficit público y del déficit de tarifa (diferencia entre el coste supuesto de producir energía y lo que pagan los consumidores por la luz).
El déficit de tarifa es una milonga. Nuestras grandes eléctricas están invirtiendo en energías renovables en el exterior, pero no en España. Aquí tienen centrales de energía sucia que quieren amortizar. Pero saben que las renovables son productivas, rentables, buenas.
También invertían aquí cuando había primas para las energías limpias.
Lo hacían por las primas, pero no era su principal interés, porque las renovables son más sociales, en el sentido de que son un sector con menos barreras de entrada.
“La tal solución a la crisis es una vuelta de tuerca al sistema para reducir derechos y prestaciones”
“Cooperativas de placas solares se han ido a hacer gárgaras. No ha importado el empleo”
¿No ha habido burbuja, en las renovables?
No. Personalmente, donde creo que la ha habido es en las centrales térmicas de ciclo combinado. Se pusieron a instalar muchas y ahora las quieren amortizar.
¿Les llaman mucho, los de las eléctricas?
Hombre, nos han llamado. Tenemos reuniones en las que las empresas exponen su posición y nosotros, la nuestra. Somos los que están dando la matraca todo el día. Digamos que tenemos mucho roce, y en este caso, el roce no hace el cariño. No son el único sector... También tenemos roces con la gran industria pesquera, porque creemos que esquilmar el mar nos va a dejar sin nada. Pescadores senegaleses vinieron a contarnos que ya no quedan peces en su tierra, no tienen de qué dar de comer a sus hijos. Los cayucos que usaban para pescar son los que aparecen en Gibraltar con muertos. Ahí somos los consumidores quienes tenemos que elegir cómo queremos vivir. La cuestión es qué derecho tenemos a irnos a Senegal a robar su modo de vida a sus habitantes, para que podamos comer cada día pescado barato.
Con el tiempo, ¿no se constata una mayor toma de conciencia por parte del consumidor? ¿O conviven los dos extremos?
Siempre digo que nuestras abuelas eran muy ecologistas. Querían productos naturales, reutilizaban... Pero hace ya unos años vivimos un salto al progreso por el progreso. Nos han hecho creer que nuestra felicidad viene de la cantidad de cosas que podamos tener o consumir, o de tenerlo todo envasado. Una parte de la sociedad vuelve al modo normal de ser, que es no esquilmar el planeta porque solo en Occidente nos comemos los recursos del 70% del resto del planeta. Poco a poco, más despacio de lo que nos gustaría, la sociedad se da cuenta de que lo importante no es tener, sino vivir, disfrutar del tiempo, de la calidad de vida, de estar con los hijos.
Pero dos décadas después de la Conferencia de Río, los acuerdos políticos son frustrantes.
No se puede echar la culpa a los países en desarrollo, cuando somos los países más desarrollados los que no estamos cumpliendo. El cortoplacismo que nos guía y gobierna está más interesado en que las grandes corporaciones aumenten sus beneficios que en asegurar la sostenibilidad del planeta a medio plazo. Es incompatible que las eléctricas obtengan beneficios espectaculares y que el planeta no se resienta.
¿Quién es? |
Para esta madrileña de 43 años, la ecología, por encima de todo, es una manera de vivir. Ingeniera de telecomunicaciones, cuenta que la experiencia en gestión de sistemas y, sobre todo, la gestión de equipos, le ha sido de gran ayuda para poder llevar las riendas de Greenpeace. Sonia Rubio, que tiene tres hijos (una niña y dos gemelos) , preside la organización ecologista desde marzo de 2010. Era socia desde el año 1986, el mismo año en que se matriculó en la universidad, y también llevaba años de consejera. Su director ejecutivo es Mario Rodríguez. FOTO: ARIADNA TRILLAS |
La crisis parece ser un pretexto para lentificar el combate medioambiental
La crisis lo lentifica todo, porque el discurso oficial es el de que todo vale. Como tenemos problemas, se deja de lado el cambio climático, pero también la ayuda al desarrollo, el gasto en cooperación. El cambio climático se ha relegado al enésimo problema.
Mientras, ¿ganan terreno los negacionistas del cambio climático?
Existen, pero esa batalla la tienen perdida. La gente es consciente en general de que el cambio climático es un problema. Si es consciente de la magnitud del problema ya no lo sé, y que quiera obviarlo entre tantos otros problemas graves que tiene, tampoco lo sé. Pero los negacionistas han perdido la batalla, eso sí que lo sé, porque, por desgracia, la realidad nos está dando la razón. El cambio climático ya está aquí. El Ártico ya se nos está deshelando. Y van a cambiar muchas cosas.
La magnitud del problema puede generar frustración e incluso apatía.
Otra trampa. Nos autoconvencemos de que no podemos hacer nada. El cambio climático, como las guerras por los recursos, funcionan como ir a votar. Un voto es una parte entre 20 millones de votos. Pero es una parte. Lo que consumo es una parte entre 7.000 millones de habitantes, pero es mi parte. Hay dos modos de mirar las cosas: “Lo que yo haga no va a cambiar nada”. O bien: “Lo que yo haga no empeorará nada”. Lo que se debe intentar es no actuar para que haya niños en Indonesia trabajando por dos dólares al mes.
Dentro del horror, ¿cree que Fukushima ha servido para algo?
Ojalá. La industria nuclear vendía muy bien la moto: que era segura. Fukushima ha demostrado que la energía nuclear es ingobernable, que no tiene una escala humana. No somos capaces de controlar un problema nuclear, ni siquiera pueden los japoneses, que están años luz de nosotros en eficacia. Siguen utilizando agua para enfriar los reactores, y continúan teniendo agua contaminada. Llevan dos años así. ¿Y cuánto queda? En Chernóbil siguen naciendo niños con problemas. Como he dicho, la energía nuclear es ingobernable. Ojalá nos diéramos cuenta de lo que eso significa. Pero seguimos teniendo abiertas un montón de centrales.
Al menos, no es el caso de Garoña.
Garoña está cerrada temporalmente por motivos económicos. Es una central idéntica a Fukushima. ¡Ni siguiera tiene una torre de refrigeración! En caso de accidente, ¿con qué habríamos enfriado el reactor? ¿Con el agua del Ebro? Esperamos que no se reabra una central de los años sesenta. La energía nuclear no es segura en ningún caso, pero una central de la década de los sesenta sin torre de refrigeración y sin acceso a agua… Activistas de Greenpeace sobrevolaron la central con paramotor y pusieron botes de humo, y en las pruebas de resistencia de las centrales no se han incluido choques de aviones. Además, en España no es necesaria la energía nuclear.
“Los negacionistas del cambio climático han perdido la batalla: ya está aquí”
“Fukushima ha demostrado que la energía nuclear es ingobernable”
Bueno, haría falta cierta transición. En el conjunto de España no pesa tanto. En Cataluña cubre cerca de la mitad de la energía que consumimos.
Insisto. La energía nuclear no es necesaria. Podemos estar sin nucleares. No haría falta tan larga transición. España podría estar desnuclearizada perfectamente. Los japoneses apagaron 56 centrales nucleares de un día para otro. Nos sobra capacidad energética. Producimos mucha más energía de la que gastamos. Creo que algún día imperará la razón y un gobierno decidirá que no quede una central viva.
Tiene tres hijos. Supongo que piensa en el mundo que va a dejarles a ellos.
Pienso en el mundo que quiero e intento dejarles y en el que procuramos colaborar los cuatro. En las charlas educativas, siempre digo a los niños: “El planeta ya no es nuestro, sino vuestro”. Son ellos quienes deben tirar hacia adelante. La educación infantil y juvenil es esencial.
INDEPENDENCIA
“Solo en España tenemos más de 90 imputados”
Con el tiempo ¿cree que mucha gente sigue percibiendo a Greenpeace como una panda de radicales?
Somos autocríticos, pero creo que la imagen de nuestra organización se ha profesionalizado. Pensamos que la gente nos ve como una organización solvente, con informes rigurosos, que demuestra lo que dice, con activistas que se arriesgan mucho… Solo en España, hoy tenemos a más de 90 de nuestros miembros imputados por procesos en la Audiencia Nacional, en acciones varias. Además, 800.000 euros pendientes de multas.
EL MUNDO QUE VIENE Sonia Rubio, que en la foto posa en la entrada de la sede de Greenpeace en Madrid, subraya la importancia de enseñar a los niños a cuidar del planeta.
¿Cómo garantizan su independencia?
Para nosotros, la independencia política y económica es vital. Es nuestra seña de identidad, y la gente lo aprecia. Lo vemos en Greenpeace y en otras organizaciones de denuncia, como Amnistía Internacional. No nos dedicamos al desarrollo.
Si una empresa ajena a los sectores de sus luchas les ofrece un donativo, ¿por qué lo rechazan? ¿Están todos de acuerdo sobre eso?
Pues no pasa nada. No es no. No aceptamos financiación de ningún tipo de empresa ni de ningún tipo o nivel de administración. Tenemos estipulado también a qué tipología de personas no le admitiríamos una donación. Es un principio identitario, básico, más que acordado. No podemos jugarnos la credibilidad de la organización por cuatro euros que nos dé una empresa, aunque no tenga nada que ver con nuestro sector de trabajo. Es complicarse la vida.
¿Cuántos socios han perdido?
Durante la crisis hemos perdido unos 5.000 socios, y las cuotas medias han bajado. Hay gente que llama llorando porque lleva dos años en el paro y no puede pagar. Tuvimos que hacer un recorte de plantilla. Pero la crisis nos ha afectado menos que a otros. Somos la organización con las cuotas más bajas, hasta de dos euros al mes.
ACTIVISMO
“Los responsables del ‘Prestige’ están en la Administración”
¿Qué lecciones han aprendido de los 10 años del Prestige?
Hemos aprendido que hay que seguir dando caña a las empresas que transportan petróleo y a las administraciones que incumplen los protocolos. Creemos que las personas que han sido juzgadas no son los verdaderos responsables. Los verdaderos responsables están en la Administración del Estado: mandaron alejar el barco, dieron patada hacia arriba y ahí siguen. Ni siquiera han ido de testigo a los juicios. Hay que seguir luchando. Hubo otro desastre en México. Y en Nigeria. No nos podemos permitir quedarnos sin mar.
¿Cómo se evita un Prestige?
De momento, reduciendo en lo posible el consumo de petróleo, y luego teniendo barcos que no estén hechos un destrozo y puedan viajar en condiciones. Además, cumpliendo los protocolos: si estos dicen que el barco debe ir a puerto, habríamos tenido un accidente, pero no una catástrofe. Se hubiera evitado tener petróleo desde Portugal hasta Francia.
¿Algo que decir sobre la frustrada candidatura de Madrid a las Olimpiadas?
Pedimos que las administraciones sean eficaces en el uso de los recursos naturales y la energía. Pero somos una organización internacional. Si no se celebran aquí, se harán en Tokio. No hemos trabajado el asunto.