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“Hay que cambiar la manera de movernos en coche”

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Marzo 2022 / 100

Fotografía
Mariana Vilnitzky

Desde un café de su ciudad, Mataró (Barcelona), donde está la sede de la cooperativa de coches eléctricos compartidos Som Mobilitat, su presidente, Ricard Jornet, nos responde.

Estamos a favor del coche eléctrico y de la bici eléctrica, pero si todo el mundo tuviera bicis y coches eléctricos, ¿no estaríamos también arruinando el planeta?

Los capitalistas le llaman “democratizar” el acceso, pero significa que el producto es más barato. Hay una parte que es positiva y otra muy negativa, que es el sobreconsumo. Por ejemplo, ahora todo el mundo tiene que tener coche. Y eso no se aguanta ni por la contaminación ni por la pérdida del espacio público. Tenemos nuestras ciudades ocupadas. Hemos normalizado que una persona aparque su vehículo privado permanentemente en la calle. Si tuviera que haber lugar para coches en la calle, justamente tendría que ser para coches compartidos. Habría que premiar a aquel vecino que está dispuesto a compartir un recurso. 

No es tan fácil compartir.

La revolución no es cambiar del coche de combustión al eléctrico, sino el cambio de paradigma de movilidad privada a compartida. Quizás tenemos que reconocer que cada fin de semana no vamos a salir a dar vueltas con el coche. Quizás vamos a tener que intentar vivir cerca del colegio o la oficina. O hacer teletrabajo, o a ir en transporte público o en bicicleta. Hay gente que trabaja a 5 kilómetros de casa y va en coche cuando en una bicicleta eléctrica podría ir perfectamente.

Si no te aplastan…

La gran revolución vendrá por un cambio de vías. Debemos tener la oportunidad de movernos en bicicleta normal o eléctrica (dependiendo de la geografía). La propuesta de valor de Som Mobilitat es que tú te muevas a pie, en transporte público o en bicicleta. Y cuando no puedas, con un vehículo eléctrico compartido. Debemos comprender que más allá de la combustión, tanto el gas como el petróleo son dos energías que tienen una densidad energética brutal; son dos tesoros. Y nosotros como sociedad en 100 años estamos vaciando toda la nevera. Por un tema de responsabilidad deberíamos dejar de consumir para que las generaciones futuras tengan acceso. Además, el cambio climático ya es por nosotros, para una vida con calidad, en la Tierra. 

Desde el punto de vista del usuario nos encontramos con dos problemas. Primero, si te vas una semana, todavía es muy caro. Y luego tampoco puedes ir muy lejos, porque no hay cargadores.

Venimos de una manera de movernos en que parabas cinco minutos a cargar el coche y listo. Hay que cambiar la manera de viajar. Lo primero que se hace es buscar los puntos de carga cerca, semirrápidos. Unos dos o tres. Y siempre mirar los comentarios de otros usuarios sobre el punto de carga. Es bastante difícil que los tres puntos estén ocupados. Y es mejor pararte a medio camino que esperar al final, porque puede que luego no encuentres. 

Debes contar con tiempo.

Es cambiar el chip. Ir tranquilos. Además, los puntos de carga están mejorando. Cada vez hay más. Y los coches están ya ofreciendo 300 kilómetros e incluso hasta 500 kilómetros de autonomía.

¿Qué pasa con los fondos europeos? ¿Se están pudiendo aprovechar?

Las convocatorias que he visto son canales que ya existían, pero que han aumentado la dotación. Siempre hay fallos en las ayudas, pero están bien. Por ejemplo, en la fotovoltaica se anunciaron ayudas en Cataluña para la pyme. Pero luego esas ayudas se alargaron ocho meses y la industria se paralizó.

 

¿Quién es?

Ricard Jornet, hijo de Joan Lluís Jornet (pionero de la economía social y solidaria en España), es fundador y presidente de Som Mobilitat, la empresa cooperativa que quiere revolucionar el mercado de la movilidad con coches eléctricos y compartidos. Profesor de Marketing en la Universitat Autònoma de Barcelona, máster en Ingeniería y Gestión de las Energías Renovables y licenciado en Administración y Dirección de Empresas, es un emprendedor de éxito nato que ayuda a empresas con valores sociales a salir adelante.

La transición energética es también de ricos. Los pobres siguen calentando la casa con lo que tengan a mano.

La transición energética es cara; requiere inversión. Pero una vez hecha, eres más rico, puedes ahorrar. Entonces, hay que permitir a la gente con menos recursos acceder a la transición energética con herramientas de financiación.

Este cambio de modelo debe ser individual, pero también colectivo, no?

¿Tú quieres árboles o coches en tu calle? Yo quiero árboles. Y eso se junta con el cambio climático, con problemas de salud generales, como los problemas respiratorios. Hay estudios que concluyen que en los barrios donde hay mucho tráfico el coeficiente intelectual de los niños es menor. Hay problemas de salud graves que hemos normalizado. Según qué niveles de ruido de coches y de motos, esto afecta a la salud mental. La movilidad eléctrica va a ayudar a cambiarlo. Ahora no nos damos cuenta, pero cuando la mayoría de vehículos sean eléctricos veremos la gran diferencia cuando pase uno de combustión. Vamos a una combinación entre transporte público y compartido. En las ciudades el coche será para salir de la ciudad.  

Y están las zonas de bajas emisiones…

Las ciudades de más de 50.000 habitantes deberían tener en 2023 zonas de bajas emisiones. Los coches contaminantes no podrán circular. 

La gente pobre, otra vez, tiene problemas. Si trabaja con su coche, y es viejo, no puede entrar a la ciudad...

Hay un problema que resolver. Y hay bastante conciencia de eso. Falta ofrecer alternativas viables y realistas.

¿Cómo ha afectado la covid-19 a la movilidad? 

Ha tenido una parte positiva: el teletrabajo. Antes la gente iba a la ciudad a hacer una reunión de una hora. Esto ya es impensable. Pero tiene la parte mala de que hay más gente con un vehículo privado porque no quieren compartir espacios.

¿Y a Som Mobilitat?

La covid nos afectó porque la gente no salía a ningún lado. Había que quedarse en casa. Ahora va bien. Somos más de 2.500 socios y socias. Y tenemos 52 coches. Hay ayuntamientos que contratan nuestros servicios y permiten que haya movilidad eléctrica compartida. Los mismos coches que dan servicio al Ayuntamiento están disponibles para los vecinos y las vecinas y empresas del municipio.

"Vamos a una combinación entre transporte público y compartido"

"Hay que permitir a la gente sin recursos acceder a la transición energética"

¿Han tenido repercusiones a nivel nacional o internacional? 

Cuando nació Som Mobilitat fue bastante pionero. Había una cooperativa en Bélgica que estaba haciendo lo mismo. Nos juntamos y hemos compartido el software con más cooperativas. Hemos creado una cooperativa de segundo grado, The Mobility Factory. Compartimos el código de la aplicación y los servicios tecnológicos y cada cooperativa lo aplica. En Valencia, por ejemplo, han constituido AlternaCoop, que tiene cinco coches. Así vamos creciendo. Estamos haciendo varios proyectos de intercooperación. Uno de ellos, a nivel tecnológico, con Som Connexió y Som Energia, para poder compartir las herramientas tecnológicas. Estamos trabajando, por ejemplo, en dos herramientas para las comunidades energéticas que tienen la misma base tecnológica. Las comunidades energéticas son otro cambio de paradigma. Como ciudadanos tenemos que salirnos del rol de apretar el interruptor y recibir la factura a final de mes y tener un papel más activo. La energía debe venir de proximidad y producida por nosotros mismos en renovables.

¿Se puede cambiar el mundo con pequeños proyectos locales? ¿No está muy ensimismada la economía solidaria?

Me gustaría que proyectos como Som Mobilitat fueran cuanto más grandes, mejor. Estamos trabajando para poder ser un proyecto que no requiera de mucho activismo, que ser activista sea compatible con ser un socio consumidor. Por ejemplo, estamos trabajando para que las socias y los socios puedan participar en las votaciones de manera ágil, telemática, con el móvil. No tener que ir a una asamblea de cuatro horas, que solo lo hacen los más convencidos. Creo que en la economía social tenemos que encontrar herramientas para hacer que el hecho de ser participativos no signifique que sean exclusivos para gente que tiene tiempo.

¿Ha tenido contacto con Mondragón?

Estoy decepcionado por las comunidades energéticas. Han hecho un acuerdo con Repsol, lo que para mí es una línea roja. Creo que quien lo decidió estaba alejado de los valores de la economía social. Por lo demás, conozco poco de su actualidad, aunque sé que están haciendo un buen trabajo en temas de la universidad, de conocimiento y de divulgación.

¿Cómo lo está haciendo la economía social en el empleo? Muchas veces es autoexplotación.

Tendemos a autoexplotarnos. Eso también le pasa a los autónomos y a un empresario pequeño. Tendríamos que hacer pedagogía para tener sueldos dignos. A veces no podemos competir en el mercado. Por ejemplo, si queremos buscar perfiles más técnicos, muchas veces la escala salarial está demasiado lejos y tendríamos que acercarnos por el bien de los trabajadores técnicos y por el resto. Por otra parte, siento que, a veces, tendríamos que intentar ser más productivos o más enfocados al resultado. Al final, si te quieres subir los sueldos, el mercado te pone un precio. Es saber poner el foco en lo que realmente aporta valor al proyecto. A veces, en momentos concretos, puedes trabajar más horas, aunque no puede ser constante. A veces, ponemos precios bajos para competir, pero entonces nos estamos limitando la capacidad de ponernos sueldos más altos.

“La revolución no es pasar del coche de combustión al eléctrico, sino el cambio de paradigma, de movilidad privada a compartida”

¿Y eso cómo se arregla?

Si subimos el salario podremos contratar mejores equipos que nos permitirán ofrecer un mejor producto o servicio. Para poder subir los salarios lo mejor es aumentar los ingresos y, para ello, tenemos dos caminos: o subimos los precios o llegamos a más gente y vendemos más.
Todo esto siempre con una búsqueda por la optimización de los procesos.

Pero aquí tenemos una contradicción: la economía social tiene que vender más, pero entonces no se decrece. 

Es crecer distinto. Tienes casos de éxito como Som Energia. Queremos más. Más Som Energia y menos Endesa. Este sería un buen ejemplo del modelo que debemos conseguir: hacer crecer proyectos como Som Energia, Som Connexió y Som Mobilitat para que otros proyectos del mercado capitalista decrezcan. Y nosotros crezcamos mientras ayudamos a la gente a decrecer. El consumidor medio de Som Energia consume menos que uno de una gran comercializadora, porque Som Energia te ayuda a decrecer. Otro ejemplo es Som Connexió, que compite con las multinacionales capitalistas de telefonía, y tiene unos 9.000 socios.  Dentro de la economía social tenemos proyectos que pueden llegar a mucha más gente. Hay que darse cuenta de que cada mes, cuando le pagas 50 o 100 euros a una multinacional, estás alimentando a estas empresas, con lo que representan. Y al revés: cuando cambias, ayudas a crear modelos de empresas cooperativas distintas, que nos pueden permitir crecer, como economía social, para liderar otros proyectos. Tenemos posibilidades porque cada vez se valora más a las empresas honestas. Estamos en los inicios y por el camino habrá mucho social washing y green washing, pero los valores de la economía social son auténticos.

Una abogada de derechos humanos a la que pregunté por el comercio justo me contestó: “¿Pero esto qué es? O hay leyes y se aplican o es un caos”. En algún punto se pone la responsabilidad en el consumidor y no en la política.

Son dos fuerzas que se tienen que unir. Por supuesto, contaminar y maltratar no tiene que salir gratis. Y eso son las leyes. O políticas de premio y castigo, por ejemplo para contaminar. Pero también hay que hacer desde lo personal.

Un informe de la OCDE dice que se pierden emprendedores por falta de apoyo. En España son más de 600.000, especialmente jóvenes y mujeres, por falta de dinero, por miedo a las deudas, y por falta de contactos. ¿Qué tendrían que hacer los Estados? Por otro lado, el informe hablaba también de las personas mayores, que crean emprendeduría por pura necesidad. ¿Hasta qué punto el emprendimiento es un cuento que no solo no resuelve sino que debilita?

Yo soy emprendedor. Para mí la emprendeduría es una manera de vivir, pero sé que no le pasa a todo el mundo. El problema es que se está vendiendo una narrativa del “caso de éxito”. Y, en cambio, no se habla de toda la gente que se ha arruinado. Hay muchos problemas mentales surgiendo en emprendedores, por toda la presión que llevan y la cantidad de horas que le echan. El discurso oficial es tóxico. Si la gente no siente esa llamada tan fuerte a meterse en un lío, mejor que no lo haga. Yo siempre digo que tienes que hacerlo porque disfrutas del camino. Y debes pensar que llevas agua y comida para pasar cinco años sin encontrar nada. Es la travesía del desierto. Faltan muchas ayudas a gente joven y sin recursos. Y la mujer, además, tiene la carga del trabajo de casa, y eso también hay que resolverlo por otro lado.

Que los hombres se ocupen por igual, quiere decir...

Si vas a emprender y tienes 30 años, se te viene la maternidad. Y el tema de los cuidados lo tienen que hablar los dos de la pareja. Cada vez hay más mujeres emprendedoras, pero, claro, a costa de meterle horas y horas. Los hombres debemos incorporarnos de una manera más activa a la crianza. Sin esto, no se puede.