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“Hay que frenar el aumento desbocado del consumo”

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Abril 2022 / 101

Fotografía
Neima Pidal

Alicia Valero Delgado es ingeniera química, profesora de la Universidad de Zaragoza y experta en el estudio y la optimización de la energía y de los materiales. Desde su oficina conversa con Alternativas económicas  y avisa sobre el límite de los recursos en un mundo que consume hasta morir.

¿Qué es el capital mineral de la Tierra? 

Para alejarnos de un valor monetario, preferimos llamarle la dotación mineral, la riqueza. Evaluamos las materias primas disponibles para ahora y el futuro: las reservas, que son las cantidades disponibles hoy, y luego los recursos, una cantidad muy superior a las reservas, porque se le agrega también las materias no disponibles hoy, por no ser económicamente rentable su extracción, entre otras razones, pero que en un futuro pueden llegar a serlo. Esta riqueza se está degradando aceleradamente.

Usted habla de "exergía". ¿Qué es?

Termodinámicamente hablando, la exergía mide la utilidad y la calidad de los recursos. Una mina tiene exergía por estar los minerales concentrados y no dispersos por toda la corteza. Eso implica que tiene mucho valor porque nos ahorra mucha energía a la hora de extraerlos.

¿La energía solar es la mejor porque es fácil, concentrada y constante?

La energía solar es la fuente energética más grande que tenemos en este planeta. Cada segundo nos llega una cantidad de radiación inmensa que podemos utilizar para muchísimos efectos útiles y para regenerar aquello que se ha degradado. La Tierra se sigue regenerando porque no es un sistema aislado. Si lo fuese, todo acabaría siendo homogéneo, muerto y eventualmente, algo como Venus o como Marte.

Pero podemos llegar a ser como Marte si no extraemos bien los recursos...

Mientras nos llegue todos los días energía del sol, nunca seremos como Marte o Venus. Pero el sol no regenera la geosfera, al menos no al ritmo al que lo hace con la biosfera. Por ello, hemos hecho un modelo de planeta en el cual se han extraído todos los recursos: minerales, energéticos y no energéticos. Sería el planeta comercialmente muerto al que denominamos Thanatia. Si conocemos el fin, podemos saber dónde estamos hoy y a qué velocidad nos estamos acercando a ese fin. Podemos ver, por ejemplo, que la velocidad de degradación está aumentando exponencialmente. En los últimos 20 años hemos consumido tanto cobre como lo extraído desde el 1900.

¿Eso significa que nos podemos quedar, por ejemplo, sin cobre?

Nunca nos vamos a quedar sin cobre o sin una materia prima. El problema es la dispersión. Pasar de algo concentrado a algo disperso implica que extraerlo va a costar exponencialmente más energía de lo que costó al obtenerlo de forma concentrada. Es, básicamente, como perderlo, porque no tenemos la capacidad ni los medios técnicos ni económicos para volver a concentrarlo. Las minas jamás se llegarán a agotar. Pero a medida que vas extrayendo, la concentración de cobre (o la ley) va disminuyendo. Si disminuye por debajo de un límite, la empresa minera que lo explota no continuará porque no le saldrá a cuenta. Cuando se reduce la ley tienes que transportar muchísimo más material para conseguir la misma cantidad de mineral que conseguías un tiempo atrás. Si se reduce la concentración en un 1%, no aumenta un 1% la energía utilizada, sino que a lo mejor aumenta en un 10%, un 20% o un 100%. Es un tema crítico y que no se tiene en cuenta en las políticas. Porque si la demanda de minerales aumenta las emisiones asociadas a la minería aumentarán irremediablemente.

 

¿Quién es?

Alicia Valero Delgado dirige el grupo de investigación de Ecología Industrial en el Instituto CIRCE y es profesora titular en la Universidad de Zaragoza. Doctora e ingeniera química por la  misma universidad, se formó también en la TU Berlin, la Paul Sabatier de Toulouse y el British Geological Survey. Su actividad investigadora se centra en la búsqueda de soluciones de eficiencia en el uso de los recursos y la aplicación de la termodinámica para evaluar el capital mineral de la Tierra, tema en el que lleva trabajando cerca de 20 años y por el que ha recibido reconocimientos internacionales. Entre sus publicaciones, destaca su libro, en coautoría con Antonio Valero, Thanatia, los límites minerales del planeta (Icaria, 2021).

 

Usted dice, además, que hay una opacidad en esta extracción, que no se sabe ni lo que se saca ni cuánto hay en las minas. ¿Nos estamos comiendo literalmente el mundo? ¿No hay  normas establecidas? 

No hay muchas normas porque hasta ahora todo ha ido bien. No ha habido señales de escasez. Luego, los problemas sociopolíticos y socioestratégicos no eran tan evidentes hasta hace relativamente poco. El abastecimiento de materias primas siempre ha estado más o menos asegurado, con alguna excepción. ¿Qué ha ocurrido? Varios temas. Obviamente, ha estado la pandemia. Y ahora está la guerra. Y nos estamos dando cuenta de lo extremadamente vulnerables que somos. Porque  hemos seguido una política de deslocalización, extractivismo y grandes fábricas contaminantes. Todo esto ha sido positivo aparentemente para nuestras economías, porque se produce de forma más barata fuera y las emisiones quedan fuera de nuestras fronteras. Pero detrás hay un problema estructural. En 20 años hemos extraido lo mismo o más que lo que hemos extraído en toda la historia de la humanidad. Esto no se sujeta por ninguna parte.

Entonces ¿hacia dónde vamos?

Está clarísimo que queremos transitar hacia un modelo de energías limpias. Pero la transición ecológica solo es viable si aseguras un suministro de un montón de materias primas, que son escasas y las controlan muy pocos países. Lo mismo ocurre con la transición digital. Los equipos electrónicos están basados en una cantidad ingente de elementos que son extremadamente escasos y que los controla, sobre todo China, con lo cual nos tienen pillados por todos los sitios.

Si nos quedamos sin gas, tendríamos la energía del sol aquí en España. Pero, ¿y si no podemos tener los materiales para hacer las placas solares?

Con el gas lo vemos claro. Vemos el mal que Europa se ha creado a sí misma
por el hecho de tener muy pocos suministradores de gas, por ejemplo, en Alemania con Rusia. Pues ahora no sólo vamos a tener esa dependencia de los combustibles fósiles; tendremos una multidependencia de un montón de materias primas.
Hablemos del níquel. Rusia también es uno de los mayores suministradores de níquel. Y la Bolsa de metales de Londres ha tenido que suspender la cotización del níquel porque su precio se había desbocado. Esto no se había visto jamás. Con el gas, con el petróleo, con el níquel, lo vamos a ver con todos los elementos de la tabla periódica.

¿Y esto cómo lo podemos resolver? 

Los fabricantes de coches tienen claro que no hay, por ejemplo, cobalto suficiente para todas las baterías proyectadas. A este ritmo, cuando extraemos cerca del 3% anual de recursos, el sistema no se sostiene por ninguna parte. Hay que cambiar el modelo radicalmente.

¿Y eso cómo lo podemos hacer? 

Hay que ir hacia las energías renovables, por supuesto. Pero lo que hay que replantearse es si realmente podemos seguir con este modelo de crecimiento ilimitado. 

¿Se puede ir hacia la economía circular? ¿Sacar, por ejemplo, los materiales de los móviles viejos y reutilizarlos para nuevos o para placas solares o coches? 

Hay que apostar a tope por la economía circular, pero hoy es muy complicado porque los aparatos no están diseñados para ser reciclados. No podemos obtener esos más de 50 elementos que hay en un teléfono móvil y no los podemos reciclar porque son cantidades pequeñísimas y no tenemos infraestructura suficiente para poder obtenerlos. El otro día estuve en una empresa que recupera  lo que puede de metales, algunos de ellos críticos. Y veía montañas de patinetes eléctricos y paneles solares apilados. Y te decían: esto no hay quien lo recupere, porque no están pensados para ser recuperados. Encima, muchos de esos tesoros se los exportamos a China, con lo cual importamos materia prima de China y exportamos materia prima a China en forma de residuos, que luego de alguna forma recuperarán o no, pero nos hace doblemente vulnerables. 

Es un círculo más bien vicioso…

A la economía circular nosotros la llamamos espiral, porque no se pueden cerrar completamente los círculos. Imaginemos que recuperamos el 100% de los materiales utilizados, una vez que se acaba la vida de un producto. Igualmente, si sigue aumentando de manera exponencial el consumo, si ayer utilizaba 100, hoy necesito 105. Y esos 5 los tengo que obtener de algún sitio. Pero las minas se están agotando. Aun duplicando las reservas, al ritmo de consumo actual, solo podemos alargar la agonía hasta llegar al pico de producción en quizás 15 o 20 años. ¿Eso qué es en la vida de un ser humano o del planeta?

Pero si cada vez somos más personas,  ¿cómo vamos a reducir el consumo?

La población mundial aumenta a un ritmo del 1% anual. Más o menos eso implica que en el 2050  seremos10.000 millones de individuos. Pero la degradación o la explotación de los recursos aumenta un 3% anual, o sea, tres veces más de lo que aumenta la población. Hay  un problema de base que es el aumento poblacional, que va a tener que controlarse. Y la población se controlará. Cuando hay una población de un determinado ser vivo que aumenta demasiado, al final se autorregula porque no es capaz de sobrevivir con los recursos de su entorno. Obviamente, se puede hacer de muchas formas. La idea es empoderar a las mujeres, la educación, etc.

Que tengan menos hijos.

Al final la población se tendrá que regular. Pero lo que hay que regular, sobre todo, es el aumento desbocado del consumo, de la cultura del usar y tirar.

"Vamos hacia una multidependencia de materias primas escasas y en manos de pocos países"

"Las minas se están agotando. Solo podemos alargar la agonía 15 o 20 años"

 ¿También se podrían buscar sustitutos o diseñar materiales que, por ejemplo, se regeneren solos? 

Esto está sobre la mesa. Las empresas se buscan la vida. Pero no es sencillo. Por ejemplo, el cobalto es esencial para las baterías de los coches y está concentrado en muy pocos países como Australia y, en particular, en el Congo, con unos estándares sociales y ambientales muy cuestionables. El cobalto es absolutamente estratégico para los vehículos eléctricos. Obviamente, se están buscando alternativas. Eso implicará que a lo mejor al principio las prestaciones sean inferiores, como mayor peso, menor número de recargas, etc. También se están buscando alternativas de materiales orgánicos para otras aplicaciones, que eventualmente pudiésemos cultivar. Pero aquí el  problema, de nuevo, es la exponencial. Por ejemplo, hace años hacíamos estudios para el sector automovilístico. Entonces el cobalto se sabía que era un problema. Pero luego nos encontramos con el níquel. En principio, es más o menos abundante. Pero necesitamos tantísimo níquel para un montón de aplicaciones, en particular en aceros, que esta demanda va a hacer que el níquel escasee. Y ahí lo ves. Rusia es uno de los mayores productores de níquel. Y los precios se han disparado. La Comisión Europea lanza cada tres años una lista de materias primas críticas para nuestra economía. En 2011 eran 14 elementos críticos. La última, de 2020, ha aumentado a más de 30. Y si seguimos así, toda la tabla periódica será crítica.

Antes solo se oía hablar de las guerras del coltán. ¿Ahora forma parte de una lista más grande?

Con el coltán tenemos un problema. Pero el cobalto que también está en esa zona es otro problema. Con el litio — que viene además de Australia, Chile, Bolivia y Argentina—, aparecerán seguramente tensiones. Y así una lista muy larga de  elementos que puede que estén en África, o en Latinoamérica o donde sea. Pero si tiras del hilo, el que más poder tiene es China.

"Para tener la hegemonía económica ya no cuentan tanto el número de misiles como los recursos que controlas. Y China tiene la hegemonía"

¿Será esta la nueva gran guerra?

China lleva desde el siglo pasado con una estrategia de acaparamiento de materias primas, porque es la fábrica del mundo. Tiene un territorio muy extenso. Y prácticamente el monopolio de las tierras raras esenciales para la transición energética mundial. Europa depende en más del 90% de las tierras raras chinas. ConPutin estoy un poco desconcertada, porque no es necesario una guerra militar para tener la hegemonía de la economía. Ya no cuenta tanto el número de misiles como la cantidad de recursos que controlas. Y China tiene la hegemonía.

Dicen que en unos 10 años empezará a bajar el precio de los coches eléctricos y de las placas solares. ¿Usted lo cree?

En el business as usual, sí. La tecnología mejorará, como hemos visto históricamente. Lo que pasa es que las cosas no están yendo como en el pasado. Estamos viviendo evento histórico tras evento histórico en muy pocos años. Una demanda que va a aumentar con una oferta que no va a poder dar abasto invita a pensar que los precios van a subir. 

¿Habrá tensiones entre países por las materias primas?

En Latinoamérica, ya desde hace tiempo, se ve el desplazamiento de poblaciones nativas indígenas despojadas de su territorio. Y en África está ocurriendo lo mismo. Ya está ocasionando muchas tensiones. Nosotros con Latinoamérica estamos ayudando desde lo académico a que valoren su capital mineral. Hacemos una metáfora. Yo soy de Zaragoza y aquí tenemos la Basílica del Pilar. Haciendo cálculos de lo que cuesta la Basílica, al precio del ladrillo,  costaría unos 2 millones de euros. Pero ese no es su precio, porque es un patrimonio cultural de los que viven hoy y de los que nacerán. Pues eso es lo que se está haciendo con muchos recursos minerales: vender catedrales de la naturaleza al precio del ladrillo  

¿Cómo ve el mundo en 30 años? 

Nosotros damos una asignatura sobre sostenibilidad energética y hacemos con los alumnos ejercicios y cálculos. Vamos actualizando. Y cada vez que haces números te asustas, se te ponen los pelos de punta. Me gustaría ser optimista por el bien de todo el mundo, pero es muy difícil.