“Mejor crear monedas paralelas que salir del euro” // Susana Martín Belmonte
Entrevista
Susana Martín Belmonte
Cofundadora del instituto de la moneda social
La economista ve inevitable un cambio total del sistema financiero y monetario
“Mejor crear monedas paralelas que salir del euro”
Lleva 12 años investigando el funcionamiento del sistema monetario y sus deficiencias, así como las monedas complementarias —sociales o no— que ayudan a dinamizar la actividad en determinados círculos o territorios. Una de ellas se cuece en Barcelona, con apoyo de la alcaldía de Ada Colau.
¿Cómo se metió en esto?
Leyendo un artículo de Joseph Stiglitz. Escribía que estaba muy poco probada, o nada, la eficiencia del mercado global de capitales. Todo el mundo da por hecho que es muy buena, pero no hay pruebas de ello. Y empecé a pensar… la culpa es del dinero, de cómo se crea. Fue una intuición, una revelación.
¿La culpa es del dinero? Suena fácil.
A la gente le cuesta convencerse de que el dinero se cree de forma tan simple. El primer obstáculo no es la complejidad del asunto, sino la incredulidad.
Al pensar en crear dinero nos imaginamos al banco central de un país dándole a la máquina de imprimir.
En la zona euro, los billetes los crea el banco central de cada país, con el consenso del Banco Central Europeo (BCE). Las monedas, las crea el Gobierno. Pero en estos casos nos estamos refiriendo al dinero en efectivo, que sin embargo es una parte muy pequeña del dinero en circulación. El grueso del dinero en circulación está en forma de depósitos bancarios.
FOTO: ANDREA BOSCH
Si metemos x euros en un depósito, no creamos dinero. Los billetes existen.
Si ingresas 50 euros en tu cuenta, no hay creación monetaria. Sacas de circulación un billete —luego destruyes dinero en circulación— y pones en circulación el depósito de 50 euros. Es uno por otro. Pero si pides un crédito al banco y te lo da, sí que hay creación de dinero... ¡de la nada! El banco, en lugar del billete de 50, tiene un activo financiero, que es un crédito que cobrar en el futuro, y a la vez que ha creado ese activo, el banco ha creado también un pasivo, que es el dinero que me ha anotado en la cuenta. Cada vez que da un crédito, el banco crea dinero, y cada vez que alguien paga un plazo de la hipoteca destruye dinero, porque sale del agregado monetario y de la economía real. Así que si creas dinero a base de créditos con interés tienes una máquina de destruir dinero.
Porque me prestan con un interés.
Ese es el problema. Si te dan 100 y tú debes 110, 120 o 140, según el plazo y el tipo de interés del crédito, por cada 100 euros creados existe un contrato con el banco que indica que tienes que destruir en el período de maduración del crédito 110, 120 o 140. Los 10, 20 o 40 adiciona-les de interés nunca se crearon.
Luego nunca va a haber suficiente dinero para devolver los créditos concedidos.
Depende de la fase del ciclo. En momentos de auge se emiten más créditos de los que se amortizan y no tiene por qué haber problema. Pero en cuanto dejan de otorgarse nuevos créditos se produce la contracción monetaria. Hay que tener en cuenta que estamos hablando del sistema global; obviamente, de forma individual algunos sí podemos ir devolviendo créditos. Todo este sistema tira mientras la banca emita nuevo crédito.
Si los bancos dejan de dar crédito, la economía se para. Como en esta crisis.
Si el crédito se detiene, se genera la crisis financiera porque se pone en evidencia que existe más deuda que dinero en circulación: al amortizar los créditos, al devolver los plazos para cumplir los contratos de crédito, se destruye dinero. Si no hay dinero nuevo, con más crédito o emisión monetaria, la masa monetaria se contrae.
¿Por qué dejan de prestar los bancos?
Dejan de prestar cuando la economía está sobrecalentada. Cuando los precios de las viviendas, o de las acciones, de todos los activos, ya están muy altos y no se puede esperar obtener grandes beneficios por una inversión. El banco quiere recuperar el dinero prestado. Si ve que no habrá beneficios, cierra el grifo.
Si la banca decide dónde se crea dinero, vía créditos, en la práctica, ¿no deciden en qué invierte un país, su economía?
Por supuesto. La capacidad de decidir qué se financia y qué no, supone un poder inmenso. En el pasado, los gobiernos imponían cuotas de crédito por sectores. Los bancos estaban obligados a dar créditos a la industria, la agricultura, los servicios. Todo eso ha terminado y el sistema bancario tiene la capacidad de decidir con bastante libertad dónde va a parar el crédito, o para qué se crea dine-ro. Es lo mismo que decidir qué puestos de trabajo tendremos mañana. La última crisis demostró que, si la banca quiere, todos acabaremos siendo profesionales de ladrillo, poniéndolo o vendiéndolo. La responsabilidad también es de los reguladores, que no frenaron la burbuja. Hay quien opina que crear dinero de la nada como hace la banca debería prohibirse. Yo no. Creo que es un gran poder que debería ser utilizado correctamente. Su poder hoy es tan absoluto y oligopolístico que es inevitable que surjan alternativas.
¿Quién es? |
Susana Martín Belmonte es una economista madrileña cuya pasión por la investigación en cuestiones monetarias y financieras la ha llevado a Barcelona. Fue donde Icaria le editó Nada está perdido (2011), un libro que recoge doce años de investigación desvinculada de la academia. Y fue en la ciudad donde encontró trabajo. Es una de las cofundadoras del Instituto de Monedas Sociales. Participó en el proyecto Ecosol, una moneda para la economía social, y está detrás del Eurocat y de la moneda social que propone Barcelona en Comú. FOTO: ANDREA BOSCH |
¿Ve amenazado el sistema financiero?
No es una amenaza. Son muchas amenazas, muy justificadas y muy legítimas, que obligarán por propia evolución a un cambio radical. Cada vez surgen más jugadores en el mercado, y con una carga de costes fijos mucho menor. Pensemos en las ofertas de cambio de divisas tipo Kantox, por una décima parte de lo que suele costar, o en los envíos de dinero al extranjero a través de la moneda digital bitcoin. El crédito P2P (entre usuarios)es otro ejemplo. El dinero digital es la base de una revolución en los sistemas de pago, que además ha cogido al sector sobredimensionado. Eso se une a la falta de legitimidad que sufre el sector financiero por los escándalos de actuaciones delictivas por parte de los bancos frente al consumidor. Pensemos en el Líbor, las tarjetas Black o las preferentes. Tenemos un catálogo enorme de actividades delictivas de la banca que han sido poco castigadas por la situación de oligopolio de la que disfruta.
Mucha gente mira el percal y se dice: “Me salgo, me voy”. ¿Qué futuro le ve al euro?
El problema del euro es cómo funciona, y funciona de forma muy parecida a cualquier moneda convencional. La libra, el dólar... Estoy mucho más a favor de las monedas complementarias, paralelas, que de una salida del euro porque en ellas se pueden probar nuevos mecanismos monetarios. No podemos obviar que estamos en un marco político, económico, jurídico y social, y sería tan disruptivo salirse del euro que ni siquie-ra sabemos qué consecuencias podría tener. Pero se puede tener el euro y usar una moneda complementaria que te permita la creación adicional de moneda que necesites y empezar a crear dinero de forma sana, sin trampa de deuda.
En Grecia, Syriza ha demostrado que intentar cambiar el modelo económico desde dentro del euro es muy complicado...
Hay una situación imposible. Una contradicción. Yo soy favorable a las auditorías de la deuda. Pero si cuando decides qué parte de la deuda es ilegítima y, por tanto, sobre qué parte se puede pedir una quita o perdón, al día siguiente tienes que dirigirte a los mismos que tienen que darte una quita y les pides dinero para poder pagar a los funcionarios y para que funcione el país... eso no resulta. Si tienes vías alternativas de crear una masa mo-netaria que te permita disponer de la li-quidez que te falta, estarás mejor a todos los niveles.
En Grecia, ¿han funcionado monedas paralelas, con la crisis?
¡Ahí está el plan B de Yannis Varoufakis, que consistía en montar un sistema monetario paralelo al euro por si a Grecia le imponían salir del euro! Habría permitido que Grecia no estuviera ahogada, sin sistema bancario, sin dinero y en el caos. Eso no sé si puede llamarse moneda complementaria.
¿Qué requisito es imprescindible para que una moneda paralela tenga éxito?
La condición necesaria para que una moneda funcione es que sea aceptada ampliamente entre el público. Pero a mi juicio es importante también que haya un componente social. Es esencial que la moneda se pueda emitir sin intereses, usando nuevos sistemas de gestión del riesgo, con un control social de crédito. Es esencial para conseguir efectos distributivos más equitativos, pues el sistema monetario afecta enormemente a la distribución de la renta, y también para liberarnos del imperativo de crecimiento económico permanente.
“La gente acepta la moneda convencional porque se la imponen, salimos con desventaja”
“Lo esencial en una moneda es que puedas comprar con ella, que te sirva, que circule”
¿Y el apoyo público? Pienso en el Bristol Pound y en el alcalde de Bristol cobrando parte del sueldo en esta moneda local.
El apoyo público es importante, puede ayudar mucho, pero no es lo único. Desde el sector público vendría bien ayudas a la investigación. Poder financiar proyectos piloto, probar nuevos modelos monetarios, por ejemplo. Pero pensemos en el WIR suizo. Lleva ochenta años en marcha. 60.000 empresas trabajan con esta moneda complementaria, y sin ningún apoyo público. Sí es importante que exista una sociedad civil estructurada, porque es clave que la iniciativa llegue al máximo de usuarios. Los poderes públicos pueden apoyar tanto un modelo convencional de moneda, como el sistema WIR, cuyo espíritu fue durante mucho tiempo el de crear dinero sin intereses, o bien otro modelo más social e innovador.
¿Hace poco, la Xarxa d’Economia Solidària (XES) anunció que se dejaba de operar en ecosoles. ¿Qué ha pasado?
El tema del funcionamiento de una moneda social es complejo. Existen en el mundo ejemplos de monedas que funcionan muy bien. Además del WIR suizo que citaba, el Banco Palmas en Brasil o el Chiemgauer en Baviera. En España existen diversas experiencias potentes, como es el caso de las ecoxarxes, sobre todo, en Valencia y Catalunya. Tenemos muchos ejemplos de sistemas de intercambio alternativo. No hay una sola fórmula para lograr que una moneda funcione.
¿Pero por qué ha pinchado el ecosol?
Hasta donde sé, el ecosol ha hecho una parada temporal y se ha procedido a devolver saldos a los participantes hasta ver cómo evolucionará en el futuro. Creo que en el planteamiento original había problemas de diseño en la moneda. Los miembros de la red de economía social y solidaria que estaban dispuestos a participar no tenían una gran capacidad de intercambio entre sí, no eran clientes los unos de los otros. Al no invitar a otras empresas de fuera de la economía social y solidaria con las que hubiera habido mayor capacidad de intercambio, pues no se generaron intercambios suficientes ni ingresos para cubrir los gastos del sistema. El esquema se quedó sin recursos y decidieron pararlo para replantearlo.
Usuarios potenciales, podría haber muchos. La economía social va creciendo.
Sí, pero era una restricción más que se añadió a la mayor dificultad que existe al poner en marcha una moneda: la confianza. De entrada, la gente no confía en una moneda complementaria. En España hay una oportunidad para las monedas sociales por las actuaciones delictivas de la banca. Pero en el imaginario colectivo el dinero es algo sagrado y te fías de gente muy solvente para que lo maneje por ti. Las monedas sociales parten con mucha desventaja. La clave es que los ciudadanos acepten el dinero generado por ellos mismos.
¿Cómo se logra la confianza en el dinero convencional?
Con el uso de la fuerza. La moneda siempre ha sido impuesta por la fuerza. La gente acepta una moneda porque se la imponen. Cuando puedes imponer una moneda ya no tienes necesidad de justificar su aceptabilidad. Ha sido así siempre. Lo bueno sería la aceptabilidad voluntaria, como ocurre en el caso del WIR o cualquier moneda social. ¡Pero la paradoja es que suele funcionar mejor una moneda impuesta! El ciudadano ve la cara del rey o del presidente de la república en la moneda y se fía.
Se fía sin plantearse si se fía o no del rey.
¡Exacto! Es algo que funciona en el plano simbólico. En otro orden de cosas, una moneda debe tener poder adquisitivo. Debes poder comprar cosas con ella, debe ser útil, debe tener mucha oferta de servicios y productos en ella, tener baja inflación y buenas condiciones. Por eso la gente entra en estos esquemas voluntarios. Quizá primero no te fías mucho de una nueva moneda, pero si constatas que te sirve y ves además a otras personas que también la usan y ves mucha oferta, y cerca de tu casa, te vas animando.
BARCELONA PREPARA SU MONEDA: La economista Susana Martín Belmonte espera dar a conocer en breve detalles de la moneda social que prometió Barcelona en Comú. FOTO: ANDREA BOSCH
Cuando la alcaldesa Ada Colau habló de moneda social se encajó en muchos círculos casi con sorna. Como una anécdota. ¿A qué atribuye el desconocimiento?
Sí, se tomó como una broma. Entiendo el desconocimiento. Es natural, porque ni las monedas sociales ni los sistemas monetarios que funcionan de modo distinto al convencional se estudian en ninguna parte. Lo cierto es que hay experiencias, como el WIR suizo, que llevan ochenta años funcionando. Es una lacra del sistema educativo, aquí y en muchos otros países.
¿Barcelona tendrá moneda social?
Pronto tendremos algo que decir. Espero que ya este mes de noviembre.
¿Cómo se creó el WIR?
El WIR fue impulsado por un grupo de empresarios suizos durante la gran depresión, cuyos efectos sufrían. Pensaron que era ridículo que una crisis en EE UU les afectara en Suiza, y decidieron crear una moneda propia. Es una moneda respaldada por un sistema de crédito mutuo, como un autocrédito. Dijeron: “Usaremos la moneda para pagarnos facturas entre nosotros”. Poder pagar con la moneda que tú generas es una gran ventaja en una situación de restricción monetaria. A cambio, aceptas esa moneda como pago de bienes y servicios que produces. Así, han pasado de 17 empresas fundadoras en 1934 a las 60.000 de la actualidad, que son parte de ese círculo inclusivo de confianza.
MICROAVALES
“Eurocat busca la soberanía financiera”
Participa en el proyecto de moneda catalana Eurocat. ¿Con respaldo político?
Somos una decena de promotores, todos de la sociedad civil. Probablemente, se operará a través de una fundación. Hablamos con asociaciones de empresarios y ayuntamientos para que se sumen al proyecto.
¿Al margen de independencia sí o no?
Claro. Este proyecto busca la soberanía financiera de la ciudadanía, y por ella me refiero a la dependencia de la banca. No podemos hacer política porque tenemos MOU (obligaciones a resultas del rescate), que nos vienen tras convertir las deudas privadas del sistema financiero en deuda pública, sin preguntar a ningún ciudadano. Salirnos de este poder absolutista es una necesidad que percibimos todos. No es lo mismo que la soberanía clásica, como país, pero tiene puntos en común. Algunos de los interesados en el asunto tienen motivaciones independentistas y otros no.
¿Y no ha habido intentos de Euroesp?
No tenemos suficientes participantes potenciales de otras comunidades. El interés por monedas sociales es mucho mayor en Catalunya que en otros lugares en España. La crisis de 2008 y la falta de legitimidad de las instituciones han comportado que la gente tome conciencia de que la soberanía no está en el pueblo. Cada cual imagina una salida. Unos: “Si la soberanía no está en el pueblo, me salgo de ese pueblo”. Y otros: “Pues trabajo para que la soberanía vaya hacia él”.
¿Garantiza el control social del crédito?
Para el crédito a empresas establecidas pensamos en microavales. Cada empresa debe avalar a otras y a su vez recibir avales. Siempre en cuantías pequeñas. Sólo la suma de muchos puede habilitar así el crédito, y una quiebra se amortigua entre muchos avalistas.
RIESGO MORAL
“Toca romper la dependencia de la banca”
¿Qué lección extrae de la crisis financiera y las que le han seguido?
Hay lecciones por aprender, aunque quizá los gobiernos no las están reconociendo. Para mí es evidente, y lo escucho muy poco. Si había alguna razón por la que la deuda privada incobrable de los bancos que otorgaron mal los créditos tuviera que convertirse en deuda pública de todos, lo primero que deberíamos estar pensando es cómo evitar que vuelva a ocurrir. Deberíamos pensar la fórmula para que el Estado deje de estar obligado a rescatar bancos.
Pero se dejó caer Lehman Brothers y se montó la marimorena.
No pongo en cuestión el rescate de 2008. En las condiciones en las que estábamos había que evitar un hundimiento del sistema financiero. Otra cosa es que no se efectuó de la mejor forma: dando avales, créditos fiscales y dinero sin pedir nada a cambio. Pero una cosa es que se rescatara la banca y otra que nos quedemos con la misma de entonces, pero peor. La forma de dejar de estar en la obli-gación de rescatar a los bancos es que no exista ninguna entidad demasiado grande para caer, y vamos en dirección contraria. Hoy los Estados están aún más obligados a rescatar a los bancos, la concentración bancaria es mayor. Toca romper la depen-dencia respecto de la banca.