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“Si pides un contrato, prescinden de ti”

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Marzo 2021 / 89

Rafaela Pimentel

Líder del Sindicato de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados (Sintrahocu)

“Si pides un contrato, prescinden de ti”

Rafaela Pimentel lleva 26 años cotizando a la Seguridad Social en España, pero si mañana se queda sin empleo, no tiene derecho a paro. La realidad de las trabajadoras del hogar y los cuidados es a menudo muy dura, y más aún en tiempos de pandemia. Muchas se han quedado literalmente sin nada. En octubre pasado, esta activista de origen dominicano impulsó con sus compañeras de lucha  el Sindicato de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados (Sintrahocu), el primero a escala estatal que se ha creado en España para dar voz a más de 600.000 personas. De ellas, 430.000 están dadas de alta en la Seguridad Social. La gran mayoría de ellas son mujeres, y abundan las migrantes. Pimentel lleva tres décadas defendiendo los derechos del colectivo. Desde entidades como Territorio Doméstico, recurre al teatro para explicar (y explicarse) su situación.

¿Cómo usan el teatro para su causa?

Si en una sociedad como la nuestra yo digo que hay personas que trabajan 16 horas al día, a las que se trata a patadas, que no pueden descansar, que no tienen Seguridad Social, que son insultadas, a las que a veces se les niega la comida, que viven en una habitación sin ventana o incluso duermen en el suelo... todo esto le sonará surrealista. Tan surrealista que cuesta de creer. Utilizamos el teatro como metodología para poder contar situaciones reales sin que a las mujeres que las viven les haga tanto daño. Sirve para conectar con lo que vivimos. Lo mismo que las canciones. Contamos historias propias, sin que aparezcan nombres.

¿Está extendida la violencia sexual?   

Sí, es un grave problema. Pero la situación de precariedad y el miedo hacen difícil verbalizarlo y denunciar. Muchas mujeres no tienen contrato o papeles.Además, hay miedo y vergüenza. Pero quieren que se le ponga voz a la situación, sin tener que salir ellas. Si existe un problema generalizado, imagínese en un espacio privado. Mucha gente te considera de su propiedad. Eres su chica, su chacha. Somos trabajadoras, no propiedad de nadie. El lenguaje es importante.

Entiendo que la pedagogía sobre la defensa de derechos empieza por las mismas mujeres.

Cuando empezamos con el colectivo Territorio Doméstico, nosotras mismas no valorábamos ni entendíamos el valor de lo que estábamos haciendo. Primero tuvimos que hacer un trabajo con nosotras. Hay mujeres que han pasado toda una vida cuidando de varias familias sin poder cuidar a la suya. Pero les preguntabas y decían que en la vida no habían hecho nada, que "ayudaban". No le daban importancia. También muchas mujeres españolas. Recuerdo a una compañera que trabajó muchos años en una misma casa sin estar contratada. Decía: "Yo ya tengo la Seguridad Social de mi marido". Y yo le replicaba que mañana podía no estar casada. No me hizo caso, hasta que tuvo un accidente y se rompió una pierna. Es un problema grave.

Usted misma lleva muchos años trabajando para una misma familia. ¿Es algo habitual hoy?

Se da, pero no es lo habitual. Si pides un contrato, no duras mucho en el empleo, prescinden de ti. Sí conozco algunos casos de mujeres que han estado trabajando 28 años con la misma gente, pero sin derechos ni contrato. Yo he tenido suerte. Desde 1996 he estado con la misma familia. Y antes, con otra que me permitía llevar al niño mientras yo planchaba o fregaba, porque no tenía a quién dejárselo, y que le trataba bien. Le daban un vaso de leche, o un juguete, o podía usar la piscina y jugar con los niños de la casa.

Su gran caballo de batalla es lograr estar del todo en el régimen general de la Seguridad Social. ¿En qué punto están?

Con nuestra lucha logramos una mejora importante en 2011, porque se aprobó que a partir de la primera hora de trabajo se debía dar de alta a las trabajadoras de hogar. Mucha gente no lo hizo. Creo que no se explicó bien. Mucha gente creía que debía pagar entera la Seguridad Social, aunque trabajáramos en distintas casas. [Posteriormente, en diciembre de 2012, el Gobierno siguiente dio un paso atrás y dejaba la responsabilidad de los trámites en manos de la trabajadora si la prestación era de menos de 60 horas mensuales]. Ahora estamos en un minirrégimen general, pero no por completo. Se han logrado avances, pero nuestra lucha pasa por que los empleadores cumplan. No queremos más parches como el subsidio de la pandemia. 

¿Quién es?

Rafaela Pimentel (Baní, República Dominicana, 1960) lleva toda su vida batallando por los derechos de las mujeres, y en particular de las trabajadoras del hogar y los cuidados. Llegó a España en 1992 para recoger a su hijo, que estaba con su padre. Le robaron el dinero y se quedó para trabajar y devolver préstamos. Empezó como tantas otras: sin papeles. Hasta que una primera familia le hizo un contrato. Ha trabajado duro en Territorio Doméstico. En octubre impulsó el sindicato de su gremio, Sintrahocu. Su hijo ha dirigido un documental sobre el colectivo.

 

¿Por qué dice que la ayuda aprobada durante la pandemia es un parche?

Porque en este subsidio solo entramos las trabajadoras contratadas, las dadas de alta en la Seguridad Social, y las que tenemos papeles. Y es para las que aminoramos las horas de trabajo desde el 14 de marzo pasado. Un montón de trabajadoras quedaron fuera de la ayuda. Y para colmo, la cuantía se aplica al 70% de la base reguladora.

Entonces, ¿en qué medida ha servido esta ayuda?

Mire, primero nos dejaron fuera. El Gobierno anunció muchas ayudas, pero se olvidaron de nosotras. Tuvimos que luchar, que hacer toda una campaña para que nos incluyeran. Fue un paso, pero ha sido un desastre. Tardamos cinco meses en cobrarlo y aún hay compañeras que no lo han percibido. No había teléfono con el que comunicarse. Había que hacerlo por ordenador. La brecha digital ha sido un gran problema para muchas compañeras. ¿Sabe qué ha pasado? 

No. ¿Qué ha pasado?

Pues que los colectivos hemos tenido que organizarnos desde los barrios para sostener con la caja de resistencia a muchas compañeras que han caído enfermas y que están sin trabajo y sin recursos. Durante seis meses apoyamos a más de 20. No podían pagar una habitación ni comprar alimentos. Las instituciones nos han dejado solas.

¿Y el ingreso mínimo vital?

Muchas compañeras lo han solicitado, pero sucede lo mismo. Personas sin papeles, nada. Y se exigen un montón de requisitos que demuestran que cuando se aprueban las medidas no se hace con los pies en el suelo de la situación en la que se encuentran las personas que las van a solicitar. Al final, tienes que buscarte la vida. Tienes que ser pobre, paupérrima. Solo si estás casi muerta puedes acceder a ellas. Por ejemplo, si compartes piso con varias personas porque no puedes pagarte uno, ¿por qué suman los salarios precarios de todos y ya no entras en el sistema de ayudas?

¿Cuál es la situación de las internas?

A algunas les pagan 700 euros al mes. Hay ofertas de 500. He oído ofertas de hasta 400. Tienes techo y comida, te dicen que ya está bien. El año pasado supimos de un caso extremo: a una compañera muy jovencita le ofrecían 250 euros por estar interna. Le prometían que tendría tiempo libre. No me lo podía creer, me puse como loca. Hablamos con la chiquilla, le dijimos que haríamos una colecta para reunir los 250 euros, para que no aceptara. 

Proliferan las empresas de colocación y las plataformas que ofrecen a cuidadoras y trabajadoras de hogar. ¿Les interesan, como colectivo?

Las agencias de colocación son las dueñas de los cuidados. Han visto un gran negocio. Sí, cada vez aparecen más. Es una precarización tremenda.

¿La precariedad es nueva?

Permiten encontrar más empleo, pero ¿de qué empleos hablamos? Le digo que las condiciones pueden ser de precariedad total. Y encima le cobran a la familia mucho dinero. Conozco a familias que pagan 2.000 euros al mes, pero la trabajadora no recibe ni siquiera el salario mínimo. Lo descubrimos cuando la trabajadora entra en confianza con la familia y lo hablan. Cobran de la trabajadora, también. Y desvalorizan el trabajo al aceptar ofertas indignas como las que le comenté. A lo mejor hay empresas que lo hacen algo mejor, pero esto ocurre. 

"El Estado tiene una deuda histórica con el colectivo porque sostenemos la vida"

"Hay ofertas de 500 euros al mes. Tienes techo y comida, te dicen que está bien"

¿Las cooperativas de trabajo pueden ser una salida?

Pueden serlo, porque el dinero llegaría a las trabajadoras. Pero en la práctica resulta más complicado. Con salarios precarios es difícil ahorrar. Y si las mujeres que forman la cooperativa no tienen una base económica que les permita vivir hasta que encuentren clientes que las empleen, ¿qué hacen? Por eso hemos pedido apoyo económico para crearlas. Y para formación.
 

Esa es otra. Se mezcla el concepto de trabajadora del hogar con los cuidados, que implican una gran responsabilidad.

Siempre se hablaba de trabajadoras del hogar. Pero con el tiempo, además de limpiar y cocinar, terminábamos cuidando de niños y mayores. Ahora incluso te contratan para cuidar a personas con enfermedades, o con alguna discapacidad, o con problemas cognitivos o Alzheimer, pero a la vez tienes que ir a comprar y cuidar de la casa. Nos hemos tenido que profesionalizar por nuestra cuenta, pagando cursos que salen caros. La formación de cuidados no está estipulada. ¿Y cómo haces, si solo tienes libre a lo mjejor el sábado por la tarde y la mañana del domingo? 

Y pese a los bajos salarios, solo puede comprar sus servicios quien se lo pueda permitir. 

Con los salarios precarios que hay por ahí, si una persona tiene luego que pagar el salario mínimo a otra persona para que cuide de sus padres, pues casi no vale la pena y se queda en casa. Al Estado patriarcal y capitalista le interesa que las mujeres volvamos a casa. La ley de la dependencia ha funcionado como ha funcionado, sin recursos. Por eso no solo pedimos derechos y cuidados para las trabajadoras de hogar y para las cuidadoras, sino para las familias. No solo es justo que, cuando no podamos seguir cuidando, el Estado cuide de nosotras. También reclamamos políticas públicas de cuidados, de modo que el trabajo que hacemos no dependa de que tú tengas o no los recursos para comprarlos. Las familias sin recursos se quedan sin cuidados. Por eso hay tanta soledad. Las pensiones no dan para tener una cuidadora. Exigimos una política pública. Las empresas se están adueñando de los cuidados.

"Hemos tenido que organizarnos para sostener a compañeras enfermas sin recursos. Nos han dejado solas" 

¿Cómo es cuidar a otras personas y no a los tuyos durante una pandemia?

Yo he tenido suerte. Pero para la mayoría de mujeres está siendo muy duro. Es cuidar a niños o a padres mientras solo puedes conectar con los tuyos, que quizá  estén enfermos, por teléfono. Y a veces ni te dejan. Hay madres que dejan a sus niños cuando son pequeños y cuando los vuelven a ver ni las reconocen porque no han podido cuidarlos. Eso ha causado muchas depresiones. Algunas van a los locutorios para hablar con ellos y decirles que hagan los deberes. Con el sistema de regularización actual [tres años en el país, contrato, empadronamiento  y dos años con la tarjeta] hay mujeres que pueden pasarse cino o seis años sin poder tener a su cargo a sus hijos e hijas. Es  tremendo sufrir el desapego de tu propia familia, si te has ido fuera para mandar dinero para comida o tratamientos médicos. 

¿Qué las llevó a crear un sindicato propio, fuera de los grandes? 

No nos hemos visto representadas por los sindicatos tradicionales. Estamos cansadas de que hablen y negocien por nosotras sin que ni siquiera nos pregunten. Tenemos una identidad y somos muchos colectivos organizados. Queremos que España ratifique el Convenio 189 que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) aprobó para nosotras, como han hecho ya 10 países europeos. Pero no queremos una foto. Hay medidas que se debían cumplir y que no se cumplen. Este es el único sector en el que, aunque hayas cotizado, no tienes derecho a paro. Exigimos inspecciones laborales, porque terminas enferma y nadie te reconoce enfermedades, todo son enfermedades comunes. Y en este trabajo, tu empleador te puede decir "váyase", te mandan a casa y adiós. ¿Y sabe de algún trabajo en el que cuando pides vacaciones te respondan "Eso lo vamos a ver"? En un trabajo normal te harían conciliar con las fechas de la familia, pero no cuestionarían que tuvieras o no un descanso. Hemos tenido que denunciar despidos y llevar a juicio a algunas familias para recuperar cantidades, o vacaciones,y llevamos 20 ganados. 

Entiendo que la jubilación debe ser especialmente complicada.

Hay muchas mujeres, también de España, que trabajaron muchos años y llegado el momento están en el limbo. Muchas compañeras han muerto solas, sin residencia, sin casa, sin nada. El Estado tiene una deuda histórica pendiente con las mujeres que hemos trabajado en el hogar y los cuidados. Porque hemos sostenido la vida. Con nuestro trabajo y las remesas que hemos enviado, a casa, hemos sacado adelante a nuestros hijos e hijas. Sin nuestro trabajo, nadie podría salir a trabajar, ni a viajar ni a estudiar. Por eso pedimos reconocimiento social.