“Vengan y vean cómo nosotros cuidamos del entorno” // Alfonso Morales y Hugo Herrera
Entrevista
Alfonso Morales y Hugo Herrera
Los líderes del movimiento indígena ecuatoriano promueven el trabajo colectivo
“Vengan y vean cómo nosotros cuidamos del entorno”
El líder indígena Alfonso Morales, presidente de la Unión de Organizaciones Campesinas de Cotacachi (UNORCAC), estuvo de visita en España acompañado de su compañero Hugo Herrera, coordinador de proyectos de la entidad ecuatoriana. Vinieron invitados por la Xarxa de Consum Solidari de Catalunya. Ambos cuentan cuál es la cosmovisión indígena de la economía y el medio ambiente, y cómo se enfrentan a las reglas de los avances y las tecnologías del desarrollo occidental.
En la cultura occidental hay, muy a grandes rasgos, una percepción de la economía con dos principales frentes: una de mercado, o liberal, y otra con más participación del Estado. ¿Cómo funciona o debería funcionar la economía según la percepción indígena ecuatoriana?
A.M.: En nuestra cosmovisión, lo que vemos es especialmente lo que llamamos “randi-randi”, lo que sería “dando-dando”. Se trata de la solidaridad y la reciprocidad. Inicialmente, hacíamos trueque. La gente podía vivir intercambiando los productos de la gente que vivía en la parte baja con la gente que vivía en la parte alta. Se intercambiaban los cultivos y otras cosas. Esa es la cosmovisión, pero ahora es bastante difícil, sobre todo desde 2000, desde la dolarización de la economía ecuatoriana decretada por el Gobierno. A las comunidades indígenas nos fue difícil asimilar el cambio.
¿Por qué? Si era trueque, entonces no utilizarían tampoco la otra moneda.
A.M.: El cambio nos absorbió a todas las pequeñas economías. Por más trueque que hagamos hoy, siempre hay productos que tenemos que vender fuera del sistema. Nuestro producto es lo más barato que hay, y luchar con ese gran mercado que se abrió fue y es un gran problema.
FOTO: ANDREA BOSCH
Fue una devaluación de sus productos…
A.M.: Tuvimos que luchar con productos de otros países como Colombia o Perú porque entraban muchos productos más baratos de los que nosotros podíamos producir. Afectó al trabajo.
Se acrecentaron los problemas de acceso a los servicios básicos. La población indígena tiene un promedio pequeño de tierra, un cuarto de hectárea o una media hectárea por familia, pero se encareció el precio del agua para los cultivos, y por más intercambio que hiciéramos había que pagar el precio del agua. Aunque tengamos el agua del río, siempre se necesita el dinero para, por ejemplo, construir canales de riego.
Uno de los debates de la cooperación internacional tiene que ver justamente con esto. Cuando se hacen proyectos para que a la gente del campo le llegue la luz, se critica que luego esa luz haya que pagarla… y que si hasta entonces habían sobrevivido bien así, ahora se les agregaba un problema. ¿Cómo han vivido ustedes el paso de vivir gracias a la naturaleza a la llegada de esos servicios básicos junto con una factura?
A.M.: Con las empresas no se puede hacer trueque. Por lo menos ahora el agua la tenemos de forma comunitaria. La factura de la empresa eléctrica es muy difícil de pagar. Por una parte, dar energía al pueblo es una solución, pero luego vemos que es un problema porque el indígena no tiene moneda circulante, entonces tiene que salir a trabajar y es ahí cuando migra a la ciudad para poder pagar. El desarrollo tiene sus cosas buenas y malas. Las empresas solamente piensan económicamente. Y la gente que está en el campo no.
¿Cómo se ha reorganizado la economia indígena frente a ese desarrollo?
A.M.: Se ha organizado lo que llamamos la “minga”, que es el trabajo colectivo. La luz, el agua, el cuidado del medio ambiente… todo eso se intenta pagar con trabajo colectivo. Vemos que ese es un camino. La solidaridad interna es muy importante y desde nuestra organización estamos trabajando en ese sentido. Además, estamos en el cuidado del medio ambiente. Dentro de la concepción indígena, decimos que la “Pachamama”, la madre naturaleza, es la primera que debemos cuidar. Trabajamos en cultivos ecológicos, en la agrobiodiversidad. Cuidamos las semillas propias de las comunidades, los árboles nativos y las vertientes de agua, que es vida para nosotros. Decimos a la ciudad que nosotros, que estamos en la parte alta, estamos cuidando el ambiente, pero ¿qué hacen en la parte baja, en la ciudad, para cuidar del ambiente? La gente en la ciudad abre el grifo sin mirar. No hay todavía conciencia.
Ha habido una incursión de semillas tecnológicas, modificadas genéticamente y con distintas propiedades o posibilidades en el cultivo, pero que dan frutos cuya semilla, patentada, luego no sirve para replantar. ¿Las usan, además de las propias?
A.M.: Siempre hemos mantenido nuestras semillas. Se trata de nuestra sobe-ranía alimentaria, y es muy importante. Debemos tener nuestras propias semillas, que luego se guardan y se puede seguir sembrando. La gente mayor siempre guarda la semilla de la prime-ra cosecha. En ello está la fuerza y hay que seguir motivando a la gente joven para que guarde las semillas. Si no, se perderán, y siempre habrá que comprar fuera.
Hugo Herrera: Me gustaría complementar sus palabras. Ecuador, en 2008, declaró en su Constitución que es un país libre de transgénicos. De hecho, en Ecuador no pueden entrar transgénicos como semillas. Hay una protección a escala nacional. Esa es una lucha civil, principalmente de los pueblos indígenas, para que no se mercantilice la semilla. Es una lucha permanente y por ahora es un tema protegido. Sin embargo, empieza a haber debates para cambiar esa parte de la Constitución. Hay discursos que plantean que también es un retraso tecnológico: el que no se pueda investigar, el que no se puedan usar los recursos genéticos, que deben servir para hacer mejoras. Entre otros, las universidades se están cuestionando estos asuntos. Ahora mismo no pueden manipular genéticamente ni siquiera en cuanto a investigación, y eso genera un debate que no sé dónde terminará.
¿Quién es? |
La Unión de Organizaciones Campesinas de Cotacachi (UNORCAC) nació en 1977, en plena dictadura de Ecuador. Desde entonces, como organización indígena, ha venido luchando contra el racismo y los problemas sociales relacionados con la discriminación y la pobreza. La organización representa a unas 16.000 personas de 45 comunidades y a unas 3.500 familias. Trabaja para ayudar a que la gestión pública se oriente a las comunidades, pero también para generar iniciativas propias en las zonas indígenas, como el turismo y las microempresas. |
Se ha hablado mucho de la Economía del Bien Común ecuatoriana. Se ha vaticinado incluso que Ecuador cambiaría la forma de hacer economía. ¿Qué ha pasado?
H.H.: En Ecuador hay un proceso para dar más fuerza a un enfoque social de la economía. El 60% de los puestos de trabajo en Ecuador es generado por lo que allí llamamos la economía popular y solidaria. Hasta 2008, esto no se reconocía. Pero entonces se reconoció legalmente como un tercer sector y no como economía privada. Estaba invisibilizado absurdamente. A partir de la nueva Constitución se creó una ley de economía popular y solidaria, y se crearon los ajustes del Estado para impulsarla, como la creación de una superintendencia de economía popular y solidaria que regula y controla exclusivamente este sector, y no lo mezcla, por ejemplo, con el sector bancario. Se creó también un instituto de economía popular y solidaria, que es una especie de brazo técnico que sirve para apoyar y fortalecer el sector. Y también otras instituciones como la Corporación de Finanzas Populares, para dar créditos a baja tasa de interés e impulsar las iniciativas.
Esta es una parte del enfoque social de la economía. Hay otros elementos en varias políticas del Estado para que la economía se redistribuya. Ecuador, como muchos otros países de Latinoamérica, es un país con muchas desigualdades, pero también es uno de los países donde más ha bajado la desigualdad. Lo que llaman “índice de Gini” ha mejorado considerablemente. La inversión pública en programas sociales se ha incrementado fuertemente. También hay más inversión en educación, en programas sociales, y donde más ha disminuido la pobreza es en el sector indígena. La intención es que la economía pública sea solidaria. Que no sea solamente la economía popular y solidaria la social, sino que la economía pública tenga visos de caminar hacia la economía más social.
Sin embargo, uno de los conflictos que existen en Ecuador tiene que ver con el movimiento indígena, con esa dicotomía entre la concepción indígena medioam-biental y el uso de los recursos y de la tierra por parte del Estado. ¿No es así?
A.M.: Lo que hemos visto es que la tierra y el agua están en pocas manos. Con la nueva ley, lo que se quiere es hacer justicia. Pero las haciendas grandes están vendiendo las tierras a extranjeros, a gente que viene de Estados Unidos.
Otro conflicto tiene que ver con la extracción de gas, ¿no es así? El Estado ocupa tierras para extraer ese mineral. ¿Podrían comentar este asunto?
H.H.: Cuando se hizo la Constitución de 2008 se puso hincapié en el cuidado de la naturaleza, pero luego hay leyes concretas importantes que se están debatiendo, como la Ley de los recursos hídricos. Ésta fue una ley muy debatida porque históricamente el agua estaba concentrada en concesiones dadas a gente que tenía mucha tierra. Los pequeños agricultores y las comunidades tenían muy poca agua, y algunos nada. La ley establecía un sistema de redistribución del agua, y esa ley estuvo cuatro años en debate. Ahora está aprobada. Hay un reglamento nuevo que favorece a los pequeños.
“Cuidamos las semillas propias, los árboles nativos y las vertientes de agua”
“El indígena no tiene moneda circulante y tiene que migrar para buscar trabajo”
Ahora está en debate la Ley de tierras. El formato de la nueva ley es la redistribución de tierras. Se están estableciendo límites a la cantidad de tierra que puede tener una persona para que no haya acumulación, y que se redistribuya a campesinos que no tienen o tienen muy poca tierra. Se quiere evitar la especulación con la tierra, para que tenga un servicio social o ambiental, que nadie pueda comprar y especular con la tierra. El movimiento campesino tira para un lado y los terratenientes para otro, y hay acusaciones mutuas hacia el Gobierno.
¿Y la minería?
H.H.: El tema minero es también conflictivo. Ecuador es un país petrolero, donde la economía y las exportaciones están sustentadas en la venta de materias primas. El país ha declarado como recurso estratégico el petróleo, la mi-nería, que sólo puede ser explotada por el Estado. No puede ser cedida en concesión. Hay territorios con indígenas campesinos que están en contra de la minería. Defienden su territorio por su riqueza en biodiversidad y cultura.
El petróleo es muy importante, pero está en proceso de terminarse. No hay claridad sobre cuál va a ser el sustento económico del país. Se está constru-yendo una nueva base económica.
Dentro de esa nueva base, ¿hay algún cambio hacia las energías renovables?
H.H.: El Gobierno está poniendo mucha energía en sacar adelante los proyectos mineros, y hay resistencia de las comunidades locales. El Gobierno intenta ingresar, y las comunidades locales no quieren que el Estado entre.
Esto sucede a pesar de que hay una ley que indica que los derechos de los indígenas y el medio ambiente están protegidos…
H.H.: Sí. Éstos son los argumentos jurí-dicos que tienen los indígenas para defenderse. Por otro lado, hay otras leyes que establecen que hay prioridades y estrategias del Estado. Hay mucha confrontación social en este asunto, que es importante y no se ha resuelto. El tema lleva ya varios años y no está claro cómo se va a resolver. Sobre las energías renovables, en Ecuador el 40% de la energía eléctrica que hay es de procedencia hidráulica, es decir, de represas. Ecuador es un país con bastantes recursos hídricos. Hay un potencial hidráulico muy grande. Se ha intentado aprovechar las laderas de la cordillera para un cauce hidráulico. Es un cambio de la matriz productiva, porque se va a usar energía renovable y no más petróleo. Se han creado ocho hidroeléctricas grandes, y se estima que permitirán llegar al 80% de energía hidráulica en detrimento de la energía del petróleo o la térmica. Actualmente, la energía térmica es importada. Ecuador, pese a que es un país petrolero, no tiene un sistema de refinación del petróleo. Tiene que comprar gas, gasolina y gasóleo para sustentar la movilidad y la energía. Eso supone que salgan recursos del país. Siendo un país dolarizado, eso le afecta muchísimo.
¿Eso se enlaza con la cosmovisión indígena?
H.H.: Es un concepto más ecológico, pero no al 100%. Hay conflictos pequeños. Siempre que construyan una represa, habrá afectados. Por la topografía no afecta a mucha gente. Sin embargo, hay algunos, y también hay protestas. Pero es un sistema más ecológico. En Cotacachi, de donde venimos, hay grandes hidroeléctricas. Lo que se está intentando es que esas iniciativas formen parte de la economía social: que sean pequeñas, que puedan ser generadas desde la comunidad, para sustento local. La energía es un gran negocio y la idea es que se pueda concebir a pequeña escala, que el beneficio sea para la comunidad, con economías locales.
Líder indígena ecuatoriano Según Alfonso Morales, la llegada de servicios como la luz a las comunidades es un avance, pero el alto coste induce a muchos de sus miembros a emigrar a las ciudades en busca de trabajo.
Uno de los debates actuales tiene que ver con el decrecimiento. Con dejar de crecer y de generar riqueza. ¿Conoce este debate?
A.M.: Sí. Sé que en los países desarro-llados piensan en cómo volver atrás, para seguir manteniendo el medio ambiente. Nosotros queremos que vengan y vean cómo cuidamos nuestro entorno. Algunas familias tienen en sus casas habitaciones preparadas para recibir turistas, que conviven con los locales en el resto de la casa. Queremos que la gente pueda visitar y conocer aquello de lo que hablamos. Con la crisis han bajado los turistas españoles, pero esperamos que vuelvan a venir.
DISCRIMINACIÓN
“La gente indígena no se identifica como tal”
¿Cuánta gente indígena hay en Ecuador?
A.M.: Hace unos años éramos el 45%, después se hizo un censo poblacional en 2010 y ahí nos dan alrededor del 15 o 20%. Porque también las preguntas dentro de la consulta fueron “se cree indígena”, “se cree mulato”, “se cree cholo”. La gente se confundió totalmente.
¿Cuál era la pregunta anterior, para que saliera el 45%?
H.H.: La diferencia es la percepción del encuestador frente a la de la propia persona. Antes el encuestador era quien calificaba. En el último censo se hizo una pregunta para que la persona se autodefiniera. La gente, siendo indígena, no se autodefine como tal. La que vive en el sector urbano ha cambiado su cultura.
¿Por qué? ¿Prefiere evitar decirlo?
H.H.: Es un proceso histórico. La población indígena sufrió mucha discriminación. Para conseguir trabajo en la ciudad prefería decir que no era indígena, y cambiaba, por ejemplo, la vestimenta típica indígena por una occidental; o se cortaba el cabello, que los indígenas llevan largo.
En Educación, cuando decían que los indígenas eran analfabetos, en realidad no lo eran. Sucedía que no hablaban castellano… ¿Es otra forma de discriminación?
A.M.: En 1996 vinieron técnicos cubanos a enseñar otro idioma, que era el castellano. Nos alfabetizaban. Entonces comenzamos a perder nuestro idioma. Los niños pequeños han sido castellanizados, pero ahora estamos trabajando, recuperando el idioma. En la comunidad damos educación bilingüe, aunque con problemas. Nuestro idioma es estratégico dentro de la comunidad.
UNIDAS
“Las mujeres han organizado grupos y se han hecho oír”
¿Qué papel desempeñan las mujeres en las comunidades indígenas?
A.M.: Dentro de nuestra organización las mujeres han sido la fortaleza. Ellas han sido las que más han aportado. Se les ha cargado mucho trabajo: el cuidado de los niños, el cuidado de los animales, de la agricultura...
¿Ocupan puestos de dirección?
H.H.: Todavía existe la tendencia de que la mayoría de los presidentes de las comunidades de organizaciones indígenas sean hombres. Como respuesta a esto, las mujeres han organizado grupos propios y se han hecho escuchar. La UNORCAC tiene un comité central de mujeres, que es una especie de organización en paralelo, sólo de mujeres, y tiene una fortaleza enorme. Ellas están muy contentas porque sienten que la organización grande no escucha suficientemente su voz. Al tener su comité, con el 100% de mujeres, se han vuelto muy fuertes. Se hacen escuchar. Cuando están con ellos tienden a invisibilizarse. Pero solas, unidas, tienen mayor capacidad de comunicación e influencia.
Ellas, con su lucha, han hecho posible crear espacios de comercialización para toda la comunidad, de acuerdo con su dinámica productiva, pequeña.