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Éxito individual y justicia social

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Noviembre 2018 / 64

AL MISMO TIEMPO Emmanuel Macron fue elegido por un modelo modernizador con el que pretendía aunar lo mejor de la izquierda y de la derecha. Macron iba a ser la unión del éxito individual con la justicia social; el fin del impuesto sobre la fortuna y del impuesto de vivienda; el matrimonio entre el liberalismo económico y el liberalismo político; el relanzamiento del crecimiento y la transición ecológica, etcétera. Ha pasado un año. El estado de excepción se ha integrado prácticamente en el derecho común y las condiciones de acogida de los emigrantes se han endurecido; la desregulación del mercado laboral no ha ido acompañada de ninguna ampliación del poder sindical; arbitraje tras arbitraje, la transición ecológica se retrasa continuamente; las medidas fiscales benefician básicamente a los más ricos, y la falta de presupuesto hace que la prometida emancipación se limite a algunas medidas simbólicas. La declarada voluntad de actuar para aumentar la igualdad de oportunidades ha perdido credibilidad tras el rechazo brutal de Emmanuel Macron al proyecto de aumento de los derechos de sucesión de los más ricos formulado por alguno de sus colaboradores preocupados por dar un poco de coherencia social-liberal a su actuación. En la “buena sociedad” de Emmanuel Macron, la competición entre “talentos” va de la mano con la reproducción de las situaciones adquiridas.   

JUBILACIÓN El sistema de jubilación francés ha hecho salir de la pobreza a la mayoría de las personas mayores, con un coste creciente debido a la prolongación de la esperanza de vida. Asimismo, las múltiples reformas que se han sucedido desde hace un cuarto de siglo han endurecido las condiciones para jubilarse y han reducido los derechos de los futuros jubilados. De ahí que haya un clima de inestabilidad propicio a desacreditar el principio de reparto para gran alegría de los vendedores de seguros de vida. Al mismo tiempo, la multiplicidad de regímenes hace que el sistema sea poco claro y todo el mundo tiene la sensación de estar peor que su vecino. La reforma dirigida por el alto comisario para la reforma de las pensiones, Jean-Paul Delevoye, propone instaurar un régimen de reparto universal. La pensión se calcularía sobre la base de las cotizaciones efectivamente realizadas y, por tanto, sería proporcional a los ingresos percibidos durante la vida activa. El valor de los puntos adquiridos sería, sin embargo, susceptible de variar, como pasa hoy con las jubilaciones complementarias conforme al compromiso propio de cualquier sistema de jubilación por reparto que debe, a la vez, garantizar a los que están en activo que las cotizaciones les darán derechos dentro de varias décadas y, a la vez, tener en cuenta la evolución demográfica y del nivel de actividad. Quedan tres problemas importantes por resolver: la reforma debe preservar los derechos de categorías, como los enseñantes, que se benefician hoy de unas elevadas tasas de sustitución aplicadas a unos salarios escasos. Si se redujeran sus derechos habría, en contrapartida, que elevar sus salarios… En segundo lugar, la gobernanza del sistema debe asociar a los agentes sociales para evitar una gestión tecnocrática cortoplacista, lo que no está claro en vista de las decisiones tomadas desde hace un año. Finalmente, las normas para la jubilación no deben degradar aún más la situación de los asalariados que han ejercido carreras largas en oficios difíciles. 

FUTURO Frente al aumento de los populismos de extrema derecha no podemos limitarnos a una postura defensiva de denuncia de los atentados a los derechos fundamentales. Esta es necesaria pero no suficiente. También hay que atacar las razones profundas que alimentan el resentimiento del que sacan partido los demagogos. Los promotores de la feliz globalización no son los únicos culpables. La izquierda también ha faltado a su deber de reinventar una visión del futuro ilusionante en un mundo en el que el crecimiento ya no está a la orden del día, en el que la globalización cambia el marco de la política económica y en el que la crisis ecológica impone modificar radicalmente nuestro modelo de actividad para que sea sostenible y generador de bienestar para todos. ¡Pongámonos a ello!