Contabilidad social: acelerar el cambio de paradigma
Cada vez está más aceptado por más sectores que la economía necesita un cambio profundo en la forma de funcionar para que sea más inclusiva, equitativa, sostenible y respetuosa con la vida, tanto de las personas como del planeta mismo.
El crac financiero global que arrancó con la crisis de las hipotecas subprime en 2007 dejó unas heridas sin cicatrizar tan profundas que los sectores más lúcidos del capitalismo global se empezaron a dar cuenta de que, sin reformas de calado que renueven el contrato social contraído tras la Segunda Guerra Mundial, es el propio sistema capitalista el que está en riesgo, ya sea por la furia de las crecientes capas de excluidos o por el impacto brutal del calentamiento global. O incluso, probablemente, por la tormenta perfecta de ambas cosas a la vez. Y entonces vino la pandemia y agravó todavía más el problema hasta hacerlo ya insoslayable.
Esta toma de conciencia de que el paradigma económico dominante necesita reconstruirse sobre nuevas bases más inclusivas, equitativas y sostenibles ha llegado a algunas de las instituciones de referencia del capitalismo, como el mismísimo Financial Times, el diario financiero global, que abandera la urgencia del nuevo contrato social, y hasta la Business Roundtable, influyente lobby de los grandes ejecutivos estadounidenses, la flor y nata del poder económico global con sede en Wall Street.
En verano de 2019, la Business Roundtable divulgó una pastoral que supone una auténtica revisión del dogma de la “primacía del accionista”, que había guiado a la comunidad de creyentes del capitalismo en el último medio siglo. Este dogma lo había fijado uno de los grandes popes del neoliberalismo, el premio Nobel de Economía Milton Friedman, entre la década de 1960 y 1970, y con ello había contribuido decisivamente al anterior cambio de paradigma global, que políticamente acabaron rematando luego Margaret Thatcher y Ronald Reagan al arrinconar el marco keynesiano y socialdemócrata. El dogma decía así: “Las empresas tienen una, y solo una, responsabilidad social: incrementar sus beneficios (...) respetando las reglas del juego”.
Es decir: lo único importante es la cuenta de pérdidas y ganancias. Entiéndase bien: las ganancias. Y punto.
El importante documento de la Business Roundtable, que bien podría equipararse a una especie de concilio cardenalicio del capitalismo, equivale a una ruptura total con el dogma: sostiene que las empresas no pueden guiarse solo por la lógica del beneficio, sino que deben tener un propósito útil para la sociedad y que su actividad debe ser beneficiosa no solo para los accionistas, sino para el conjunto de los stakeholders (actores involucrados o grupos de interés), entre los que cita expresamente a trabajadores, proveedores, consumidores y comunidades, es decir, la cuenta de pérdidas y ganancias no puede serlo todo.
Si una empresa da muchos beneficios, pero paga mal a los trabajadores, estruja a los proveedores, provoca efectos nocivos en los consumidores o perjudica a la comunidad con su huella ecológica o a través de la gentrificación, entonces no puede ser modelo de nada. Al contrario: debe corregir todas estas externalidades que genera si quiere seguir operando, a costa, por supuesto, de los beneficios.
¿Va en serio o se trata de cháchara?
Este planteamiento supone un cambio de tal calado que cierra, al menos en el plano teórico, el largo ciclo de hegemonía neoliberal y nos adentra en un nuevo ciclo, todavía por acabar de perfilar… en el caso de que vaya en serio, claro. Y aquí está la gran incógnita por despejar: ¿va realmente en serio? ¿O se trata de pura cháchara o lavado de cara para hacer ver que se conecta con las demandas de nuestro tiempo, pero sin cambios reales de calado?
Todavía no podemos saberlo con seguridad, aunque sí está claro que la pulsión lampedusiana es siempre muy fuerte en un sistema cuya razón de ser es, precisamente, la maximización del beneficio, aun a costa de todo lo demás.
Uno de los grandes retos consiste, pues, en desarrollar las herramientas que nos permitan comprobar si se está avanzando o no en esta supuesta nueva dirección. Que no sean los aparatos de propaganda y marketing de las grandes corporaciones los que fijen el relato de sus bondadosas intenciones sin ni siquiera tener que rendir cuentas sobre el impacto real de sus negocios.
Si la cuenta de resultados no puede ser ya el indicador clave a partir del cual se organiza todo el sistema económico, es obvio que necesitamos otra forma de medir la economía en general y la actividad de cada empresa en particular: para avanzar de verdad hacia esta reforma sistémica y que no nos den gato por liebre, necesitamos una mirada más amplia sobre la actividad económica. Esta es precisamente la base de la contabilidad social, en la que la cuenta de pérdidas y ganancias pasa a ser solo un elemento más, pero ni mucho menos el central.
La contabilidad social aspira a capturar el impacto social real de una empresa más allá de los intereses de sus accionistas y debe poder hacerlo con criterios también económicos, homogéneos y comparables entre sí, al igual que la contabilidad convencional. Por suerte, hay muchos economistas, contables y auditores que llevan trabajando científicamente en la creación de nuevas herramientas que nos ayudan a captar el impacto real de una empresa más allá de sus beneficios desde mucho tiempo antes de que la Business Roundtable y otras instituciones emblemáticas del capitalismo concluyeran que esto empieza a no dar más de sí.
El liderazgo de GEAccounting
Entre ellos destaca en España el núcleo especializado en contabilidad social que se agrupa en la asociación sin ánimo de lucro Global Economic Accounting (GEAccounting), que alrededor del Grupo de Investigación la Universidad del País Vasco, especializado en finanzas éticas y valor social y bien conectado con el debate internacional, ha ido construyendo una propuesta metodológica de contabilidad social que viene aplicándose cada vez a más organizaciones económicas y que puede ayudar a acelerar el ansiado cambio de paradigma.
En el núcleo duro del citado grupo académico se encuentra el profesor titular de Economía de la Deusto Business School José Luis Retolaza, buen amigo de Alternativas económicas, con quien esta revista ya ha colaborado en la organización de charlas y cursos sobre contabilidad social. Pese a tratarse de un asunto con inevitable jerga técnica y que suele considerarse árido, los cursos han despertado un notable interés y ello nos ha animado a dedicarle el Extra anual de la revista.
La base de este volumen son los materiales de divulgación sobre contabilidad social elaborados por el propio Retolaza y sus colegas de GEAccounting, en particular la profesora de la Universidad del País Vasco Leire San José. Se trata únicamente de una primera aproximación, un pequeño recorrido sobre el sentido mismo de la contabilidad social, sobre sus bases, teóricas y prácticas, con la esperanza de que despierten la curiosidad y animen a más organizaciones a ampliar la mirada sobre sí mismas y vayan incorporando esta visión, que va mucho más allá de la mera cuenta de resultados. Para los que después quieran profundizar en la materia, y acelerar con ello este cambio de paradigma tan necesario, la comunidad alrededor de GEAccounting les estará esperando encantada.
El cambio de paradigma será con contabilidad social o no será. Sin contabilidad social, las promesas de los popes corren el riesgo de ser apenas el anzuelo de la última y ocurrente operación de marketing, colocado únicamente para pescar a los consumidores tan bienintencionados como ingenuos.
Este artículo forma parte del nuevo Extra de Alternativas Económicas dedicado a la contabilidad social. Para pedidos: contacto@alternativaseconomicas.coop o 936116305. Más información aquí.