Te quedan 2 artículos gratuitos este mes.

Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Internet // Desunión fiscal europea

Comparte
Pertenece a la revista
Septiembre 2020 / 83

El triunfo judicial de Apple e Irlanda sobre la Comisión pone de relieve la necesidad de mejorar la gobernanza del sector tecnológico.

“Apple gana a la Comisión Europea”. Este fue el titular de un diario español cuando el Tribunal de Justicia de la Unión Europea decidió, el 15 de julio, que, en contra de lo que sostenía la Comisión, Apple no tenía que devolver a Irlanda 13.000 millones de euros en impuestos no pagados. Refiriéndose a la misma sentencia, el titular del Irish Times rezaba, en cambio: “Irlanda gana la apelación en el caso de los 13.000 millones de impuestos a Apple”. ¿Por qué un gobierno se alegra de renunciar a una factura fiscal que equivalente al 3% de su PIB? Porque Irlanda usa en su provecho, y en el de multinacionales norteamericanas, la desunión fiscal de la Unión Europea.

En agosto de 2016 la Comisión Europea determinó que Apple había asignado a una subsidiaria registrada en Irlanda el total de sus beneficios en Europa:  110.800 millones de euros en el período 2004-2014. Pero que, en virtud de un acuerdo especial con la Hacienda irlandesa que la Comisión consideraba inapropiado, esos beneficios quedaban en la práctica exentos de impuestos en lugar de estar gravados al 12,5% vigente en Irlanda, uno de los tipos más bajos de Europa. De ahí su decisión de obligar a Apple a abonar los impuestos no pagados. 

La unanimidad para eliminar los privilegios de los gigantes de la Red parece inalcanzable

Aunque resulten escandalosas y opacas, son prácticas legales y habituales

El acuerdo entre Apple y la autoridad fiscal irlandesa es conceptualmente simple. La multinacional subcontrataba todas sus operaciones mercantiles en Europa a una subsidiaria, que, a cambio, se obligaba al pago de una licencia a una segunda filial por un importe que equivalía a la práctica totalidad de su beneficio. La clave del acuerdo es que esa segunda empresa estaba a su vez controlada por otra subsidiaria de la multinacional, esta vez residente en un paraíso fiscal, por lo cual quedaba exenta del pago de impuestos en Irlanda. La Administración irlandesa ha utilizado repetidamente este acuerdo, conocido como double Irish, para atraer a su país inversiones de empresas multinacionales.

Ayuda encubierta

Es, pues, un artificio para evadir impuestos, incluyendo los que Apple debería en buena ley pagar en cada uno de los países de los que obtiene beneficios. Pero aunque pueda parecer una práctica escandalosa y opaca, es legal y habitual. Facebook, Google y Microsoft estarían también utilizando entramados fiscales semejantes. Según un estudio de 2018 del National Bureau of Economic Research de EE UU, cerca de la mitad de los beneficios de las multinacionales norteamericanas se contabilizaban en filiales en paraísos fiscales, sobre todo en Irlanda, aunque también en Suiza, Bermudas y el Caribe. De entre las 50 mayores empresas en Irlanda, la mitad están controladas por multinacionales norteamericanas, en tanto que los puestos de trabajo directos e indirectos generados por las 700 empresas norteamericanas establecidas en Irlanda representan el 20% de los empleos del país. No parece, pues, casual que Apple mantenga desde hace décadas en la ciudad irlandesa de Cork su sede europea, que da trabajo a más de 6.000 empleados.

El Tratado de la Unión Europea no concede a la Comisión autoridad sobre el régimen fiscal de los Estados miembros, aunque sí le permite controlar sus presupuestos y fijar sus límites de déficit, lo que parece algo contradictorio. De ahí que la demanda de la Comisión hiciera referencia a una sutileza técnica (cuya descripción omito) alegando que el trato ofrecido a Apple difería del que Irlanda aplicaba a otras multinacionales. La Comisión no cuestionaba la esencia del acuerdo de evasión de impuestos; solo que el modo en que se aplicaba a Apple, pero no a otras empresas, constituía una ayuda encubierta y una violación del Tratado de la Unión.

Apple apeló la decisión, defendiendo su derecho a decidir en qué país paga sus impuestos. También lo hizo Irlanda, considerando legal y no discriminatorio su trato con Apple y que además la Comisión se excedía en sus competencias interfiriendo en la soberanía fiscal del país. Un caso de “Irlanda y Apple contra Europa”, según The Independent.

Al fallar a favor de Apple, el TJUE se centraba también en una cuestión formal, considerando que la Comisión no había conseguido demostrar que el tratamiento fiscal ofrecido a Apple constituía una ayuda estatal o una distorsión de la competencia prohibida por el tratado de la Unión Europea. No abordaba, pues, la cuestión de fondo: la existencia de un régimen fiscal como el aplicado por Irlanda, diseñado ex profeso para reducir la carga fiscal de las multinacionales allí establecidas. 

 Las multinacionales de EE UU declaran buena parte de sus beneficios en paraísos fiscales. Foto:  123rf

Tanto la demanda de la Comisión como la sentencia del TJUE se expresan en documentos solo comprensibles para abogados expertos. La necesidad de simplificar y unificar el tratamiento fiscal de los beneficios de las multinacionales sería, en consecuencia, una primera conclusión de este caso, que ha requerido un proceso de seis años y millones de euros en costes legales. Pero implantar un cambio en este sentido en Europa requeriría la unanimidad de los países miembros, lo que hoy por hoy parece imposible. De ahí que algunos países, incluyendo España, consideren imponer a las multinacionales tecnológicas impuestos especiales como la tasa Google.

Más ágiles y creativas

El incidente vuelve también a traer a colación la necesidad de progresar en la gobernanza global del sector tecnológico. En su reacción al fallo del tribunal, Apple señalaba que se requiere un acuerdo global acerca del modo en que los impuestos a una multinacional se distribuyen entre los países en los que opera. Pero a nadie se le escapa que las grandes empresas, también las de Silicon Valley, son más ágiles y creativas que los reguladores y los tribunales para inventar prácticas que les beneficien. Que aboguen hoy por una regulación global parece más bien una estrategia para eludir las cuestiones de fondo. 

Una puntilla para acabar. Apple es uno de los firmantes del manifiesto de la Business Roundtable sobre el propósito de las empresas. Al revisarlo, me he dado cuenta de que no incluye la promesa de pagar impuestos de forma responsable. Ya no me sorprende.