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La República Islámica ya tiene 40 años

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Marzo 2019 / 67

Aniversario: Desde la instauración de la teocracia islámica en 1979, la sociedad  iraní se ha modernizado. Pero sin inversión exterior, la economía no se diversifica.

Fieles en el santuario de Fatima Masumeh, en Qom. FOTO:  NINARA

Hace 40 años, el 11 de febrero de 1979, el ayatolá Ruholá Jomeini entraba triunfalmente en Teherán procedente de su exilio en Francia. El 1 de febrero, la monarquía había sido derribada y dos meses después se instauraba una República Islámica aprobada mediante referéndum. ¿Pero qué oculta ese término inspirado en el velayat-efaqih (poder del docto), teorizado por Jomeni? Desde 1979, las instituciones políticas, judiciales y militares están bajo control de la autoridad religiosa encarnada por el guía supremo de la Revolución, función ocupada por el ayatolá Ali Jamenei desde la muerte de Jomeini en 1989, y por el Consejo de los Guardianes, que reúne a dignatarios chiíes. Por ello, el presidente, elegido por sufragio universal, cumple básicamente la función de un jefe de Gobierno, aunque puede firmar tratados internacionales. Sin embargo, la República Islámica no ha hecho retroceder a la Edad Media a los iraníes: La sociedad continúa modernizándose y, a pesar de las tensiones internacionales, permanece fuertemente asentada en la globalización.

 

UN PAÍS DESARROLLADO

Hoy, Irán, que tiene 81 millones de habitantes, es un país muy urbanizado —tres cuartas partes de la población vive en ciudades, frente a la mitad en 1979—, tiene un elevado nivel de educación: el 85% de los iraníes mayores de 15 años está alfabetizado, frente a únicamente el 50% en 1979. El nivel de educación de las mujeres, especialmente de las jóvenes, a pesar de la ley islámica que las discrimina, es muy elevado, ya que el 98% de las que tienen una edad comprendida entre 15 y 24 años, están alfabetizadas. También, Irán llevó a cabo una transición demográfica ejemplar en la década de 1990, gracias, sobre todo, a la distribución gratuita de contraceptivos hasta 2015. El número medio de hijos por mujer ha pasado de 6,8 en 1986 a menos de 2 en 2006, nivel en el que se mantiene desde entonces.

En 2018, el PIB por habitante del país sube a 19 dólares diarios y la esperanza de vida es de 76 años. Esos indicadores hacen que su índice de desarrollo humano (IDH) sea de 0,798 (ocupa el puesto 60 de la lista mundial). Irán se sitúa, pues, por delante de Cuba y México (respectivamente, en los puestos 73 y 74) y con un PIB por habitante 10 veces mayor que el de los cubanos. 

El 98% de las mujeres de entre 15 y 24 años están alfabetizadas

Es el segundo productor mundial de gas y el cuarto de petróleo

La región urbana de Teherán, con sus 13 millones de habitantes, pasa por ser el epicentro de la modernidad iraní, pero no representa a todo el país. En las zonas rurales, el peso de la familia, del clero y del Estado islámico es más fuerte y esas instituciones intentan frenar los efectos de la modernización sobre los jóvenes y las mujeres. Sin embargo, el conjunto del territorio, como explica Bernard Hourcade en Geopolitique de l’Iran, se ha “ciudadanizado debido al desarrollo de la instrucción, de los medios de comunicación, de las carreteras y de la vida política”. Del mismo modo, la socióloga Manata Hashemi  revela, a través de un análisis de los trabajadores pobres en Irán, que, el hecho de que el Estado de bienestar posrevolucionario se focalizara desde el fin de la guerra con Irak (que duró de 1980 a 1988) en los escalones más bajos de la sociedad ha suscitado fuertes aspiraciones a la movilidad social.  

 

LA MALDICIÓN DEL PETRÓLEO

¿Cómo se explica que esas mutaciones sociales no desemboquen en una transición hacia la democracia, a pesar de la llegada al poder de presidentes reformadores (Mohammad Jatami de 1997 a 2005, Hassan Rohani desde 2013) y de los estallidos de cólera popular que tienen lugar regularmente? Dejando a un lado el peso de los conservadores en el seno de las instituciones y el poder del aparato represivo, la explicación se halla en parte en la maldición del petróleo, que continúa interviniendo en la economía iraní.

Este país, que ocupa el segundo puesto mundial de los países productores de gas natural y el cuarto en reservas de petróleo, sigue dependiendo enormemente de los hidrocarburos. A pesar de una ligera diversificación, el petróleo sigue representando el 80% de las exportaciones iraníes y el 40% de los ingresos presupuestarios. Del mismo modo, el 60% del sector manufacturero iraní está en manos del Estado. Estas características favorecen la creación de oligarquías rentistas y frenan el establecimiento de una auténtica fiscalidad, moderna y vasta, base de todo poder democrático, puesto que pagar impuestos confiere, en principio, al ciudadano el derecho de exigir su participación en el sistema político.  

Esas mismas características no crean las condiciones favorables para integrar en el mercado laboral a las generaciones de diplomados formados por el sistema educativo nacional. El índice de paro oficial, en torno al 12%, es mucho más elevado en el caso de los jóvenes (cerca del 30%) y de las mujeres (en torno al 20%). Y la promesa del presidente Rohani, reelegido en 2017, de reformar profundamente la economía nacional abriéndola a los inversores extranjeros choca ahora con el retorno de las sanciones internacionales.

En efecto, el acuerdo firmado en Viena el 14 de julio de 2015 entre Irán y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (más Alemania), prevé que el programa nuclear del país sea limitado y estrechamente vigilado a cambio del levantamiento progresivo del embargo económico que pesa sobre su economía. Pero la retirada de Estados Unidos del acuerdo, anunciada en mayo de 2018 y la vuelta de las sanciones extraterritoriales estadounidenses contra toda empresa que haga negocios con Irán, han acabado con ese impulso. Entre septiembre de 2017 y comienzos de este año, la moneda nacional, el rial, se ha depreciado en un 66% y la inflación subía, en consecuencia, a cerca del 40% el pasado mes de octubre. Y respecto al crecimiento del PIB, el FMI ha estimado que en 2018 fue del -1,5 % en lugar del 4% previsto. 

Thierry Coville, investigador del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS, en sus siglas en francés), se lamenta de que el proyecto europeo de special purpose vehicle, que permitiría que Irán tuviera una cuenta acreedora en Europa para sus importaciones, todavía no se haya establecido aún a comienzos de 2019. La fabricación de automóviles, segundo empleador del país después del petróleo con cerca de 850.000 trabajadores sufre por la retirada de empresas como Renault y Peugeot. China e India que, a diferencia de los países europeos, mantienen sus relaciones comerciales con Irán, compran cerca del 40% del petróleo de aquel país, pero las exportaciones de oro negro, que alcanzaban 2,5 millones de barriles diarios en mayo de 2018, han bajado a 1,8 millones. Es un lucro cesante que contribuye a alimentar el descontento popular frente al régimen teocático instaurado por Jomeini. 

 

DISCRIMINACIONES

Un mercado laboral cerrado para las mujeres

Las mujeres iraníes sufren numerosas discriminaciones desde la revolución: en el espacio público, están obligadas a llevar el uniforme islámico (pañuelo tapando el cabello y túnica larga), en caso de divorcio pierden la custodia de los hijos, heredan la mitad de lo que hereda el hombre… A la vez, la mayoría de los 5 millones de estudiantes de grado superior son mujeres, y aunque la edad legal para casarse es a partir de los 13 años, no se casan antes de los 24 años de media. Pero, a pesar de ello, el índice de actividad de las mujeres, aunque va aumentando, solo era del 20% en 2017-2018 (frente al 11% en los años 1990). El 28% de las que trabajan lo hacen en el sector público (frente al 19% de los hombres) . La mayoría de las mujeres activas ejerce, pues, en el sector privado, pero muchas de ellas a domicilio (artesanado, clases particulares o trabajos de secretariado).