Cambó en Argentina // Cambó, negocios sin escrúpulos
Historia: Exhaustiva investigación sobre la ‘cara B’ del político.
Cambó en Argentina Borja de Riquer Edhasa, 2016 512 páginas. Precio: 29 € |
Francesc Cambó se repartía por los mares. Navegaba por el Jónico cuando en 1923 el general Miguel Primo de Rivera dio el golpe de Estado. Trece años más tarde, con motivo de la sublevación del Ejército español contra la legalidad republicana, el alma del conservadurismo catalán y de la Lliga también surcaba las olas con su yate, el Catalonia: esta vez le tocó el turno al Adriático. Estaba lejos físicamente, pero cerca moralmente. Y es que Cambó siempre fue un buen navegante y prueba de ello es cómo se ha mantenido en absoluto sigilo su singladura al frente de la Compañía Hispano Americana de Electricidad (CHADE). Esta vez cruzó el Atlántico para hacer negocios en Argentina. El historiador Borja de Riquer narra en más de 500 páginas este capítulo por el que la historia había pasado de puntillas.
Se trata de un ejercicio de investigación magnífico que permite diseccionar como el líder de la Lliga junto a sus hombres de confianza política —como Joan Ventosa i Calvell— puso en marcha negocios fabulosos basados en los pocos escrúpulos. Borja de Riquer explica cómo los hombres de la CHADE lograron imponer la doctrina del máximo beneficio. Dictaron literalmente leyes, sobornaron a políticos e incluso lograron que el entonces vicepresidente Perón silenciara las conclusiones de la comisión dirigida por el coronel Rodríguez Conde.
Años antes de todo ello, a mediados de los veinte, Cambó había llegado a la dirección de la compañía gracias a la relación con el holding Sofina, al que el líder de la Lliga —cuando era concejal de de Barcelona— había adjudicado la explotación de los tranvías. El político cobró de la CHADE el equivalente a 15 millones de euros anuales por su destreza como navegante. Él, en una discreta segunda fila, permitía que sus hombres de confianza manejaran maletines para derribar las resistencias éticas de los políticos. La carne es débil. Por eso no tiene nada de extraño que el término chadista fuera en su día sinónimo entre otras cosas de coimero, vendido, sobornado o trepador a sueldo.