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El final del desconcierto // Pegamento para un contrato social hecho añicos

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Enero 2018 / 54
La recuperación económica, lejos de llegar a todos, ahonda en la deuda social que sufre un país donde un tercio de los hogares sufren por el paro y la falta de ingresos.
 
El final del desconcierto
Antón Costas
Editorial Península
2017
347 páginas. Precio: 17,90 €
Entre el sistema de economía de mercado y la idea de progreso social se ha roto el nexo. Es la tesis que defiende Antón Costas, que bucea en las causas de esta inquietante ruptura en El final del desconcierto. Estamos faltos de cemento para un contrato social que generaba confianza y estabilidad, nacido de los acuerdos de la Transición. Demasiados recortes de gasto social, demasiada devaluación salarial, demasiada desigualdad, demasiada pobreza, demasiada amnistía fiscal, demasiada ansiedad por un futuro incierto.
 
Como problema básico, el propio diagnóstico respecto del origen de la crisis, que, argumenta el autor, no nació por exceso de gasto y de una fiesta sin fin en España, sino por abuso del crédito en el que los acreedores extranjeros no han admitido su parte de responsabilidad.
 
Costas se muestra muy duro con la condicionalidad “draconiana, injusta y antidemocrática” impuesta por la troika (Comisión Europea, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo) a España como condición para el rescate financiero. A ella le atribuye la quiebra del bipartidismo y la aparición de “formaciones populistas de la izquierda radical” en el conjunto de España y en Catalunya, al hilo del movimiento independentista (encaja el separatismo como expresión de la ruptura del contrato social español).
 
El apoyo  a “los populismos” vendría no sólo de los perdedores directos de la globalización y la crisis, sino de otros colectivos sociales que, pese a disponer de rentas medias e incluso elevadas, han visto estancarse su nivel de vida y temen por su futuro. Ha ocurrido en otros otros países del sur de la UE, al contrario del triunfo del populismo de extrema derecha en el centro y el norte de Europa.
 
El ex presidente del Círculo de Economía remarca que había alternativas a las políticas de austeridad impuestas desde Bruselas. Afirma que se tenía que haber buscado una sostenibilidad de las cuentas públicas “a medio plazo” y que reformas como la laboral de 2012 sin políticas que estimularan la demanda no podían cumplir sus objetivos; al contrario, han contribuido a la creación de una clase de trabajadores pobres. Alerta, por otra parte, de que la capacidad para crear empleo no puede basarse en degradar las condiciones laborales.
 
Una de las reflexiones de interés incluidas en el libro es el apoyo optimista al cosmopolitismo favorable a la creación del euro y a la globalización en general como fuente de progreso social por parte de las formaciones de corte socialdemócrata, que en su opinión no se formularon demasiadas preguntas y mutaron en “tecnocracias”.
 


ALTERNATIVAS A LA AUSTERIDAD: "Claro que las había", escribe Antón Costas respecto de la existencia de alternativas a la política de austeridad impuesta por la troika a España a cambio del rescate financiero

Ahora, conseguir que el crecimiento sea inclusivo es la clave. Costas reclama un nuevo contrato social. Para ello, el economista gallego plantea retos que, a su juicio, es imprescindible que España ponga sobre la mesa en cinco ámbitos: la estabilidad macroeconómica, la eficiencia, el crecimiento, la distribución y la democracia.
 
El libro se estructura precisamente en torno a estos cinco temas, con una descripción de la foto de partida y el desarrollo de posibles soluciones, siempre en tono accesible y, pese a las críticas, constructivo. A “las élites” se les reclama que no se refugien en la disciplina exigida desde el exterior a fin de dimitir de sus responsabilidades para modernizar el país.
 
Una de las ideas-fuerza del libro es la necesidad de mejorar la calidad de la gestión de las empresas y de aumentar el tamaño de éstas, en lugar de andar obsesionándose exclusivamente por los costes laborales, siempre que se habla de competitividad y de empleo.  Otra, la importancia de recuperar la importancia de la industria y de potenciar y prestigiar la Formación Profesional. Recomienda, además, optar por la redistribución antes que el endeudamiento, para evitar el tropiezo en la misma piedra. La conveniencia de garantizar competencia en mercados de bienes y servicios en una economía crecida al calor de lo que Costas denomina “capitalismo concesional”, de la mano de organismos reguladores fuertes, es otra de las apuestas imprescindibles, junto a la innovación desde abajo en sanidad y educación, la inversión en vivienda asequible de alquiler pensando en los jóvenes y “una dieta de equidad” contra la pobreza infantil. Pese a ello, Antón Costas no ve posible una etapa que eleve “sustancialmente” la participaciónd el gasto público en el PIB.
 
El autor aboga por profundizar en el funcionamiento de la democracia y se declara partidario de los gobiernos de coalición (frente a los rodillos) como reflejo de la pluralidad social. Pone el ejemplo del Gobierno de António Costa en Portugal como posible referente. Por supuesto, poniendo coto a la corrupción. Un gran cóctel con un poco de todo. Casi nada.