El hijo del chófer // Más que un psicópata
La impactante biografía de Alfons Quintà retrata también los bajos fondos del poder.
El hijo del chófer Jordi Amat Tusquets, 2020 252 páginas 18,50€ |
La interesantísima biografía que Jordi Amat ha escrito de Alfons Quintà, el hijo del chófer de Josep Pla y luego, en buena medida gracias a los contactos que este azar le reportó, uno de los periodistas de referencia en la Transición española y más allá, está teniendo mucha repercusión. En parte puede que sea por la turbia personalidad del protagonista, que acabó matando a su compañera sentimental antes de suicidarse, en 2016, y de cuyo comportamiento psicópata continuado a lo largo de cinco décadas se ofrecen suculentos ejemplos. Pero, obviamente, el interés va mucho más allá de los episodios truculentos reseñados puesto que pese a ellos, y a pesar también de que llegaron a ser vox populi, Quintà se erigió en una pieza clave de ese lugar no siempre confesable donde convergen la política, la economía y el periodismo. Ojo: en un momento, además, tan importante como la Transición, cuando justamente se estaba construyendo el edificio que seguimos habitando, con lo que se entiende mejor por qué algunos cimientos quizá no están lo bien puestos que se pretendía.
Primer chantaje: Con 16 años, Quintà ya chantajeó a Josep Pla: o convencía a su padre o le delataba a la policía
Quintà fue el primer director de TV3 y este extraño movimiento de Jordi Pujol, que ofreció el puesto al martillo que más le perseguía con Banca Catalana, podría considerarse quizá el origen de la famosa omertá: sobre esta piedra se edificó la iglesia. Y aunque luego el nacionalismo catalán le confió también el proyecto de El Observador, esta historia recorre todas las familias periodísticas realmente existentes: también Juan Luis Cebrián y Pedro J. Ramírez le confiaron la representación en Cataluña de El País y El Mundo, respectivamente. De este brutal retrato del poder el periodismo no sale bien parado: demasiado a menudo es apenas una vía para que los auténticos poderosos consigan sus objetivos sin tener que dar la cara. El problema no son las fuentes anónimas, sino quién acaba moviendo los hilos.