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El precariado, una nueva clase social // Se está formando una nueva clase social, y puede ser peligrosa

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Diciembre 2013 / 9

UN MUNDO PRECARIO: La falta de seguridad en la vida laboral y económica trastorna a las clases sociales clásicas.

El precariado, una nueva clase social
Guy Standing
Pasado & presente, 2013
300 páginas. Precio: 20 €

Existe una nueva clase social. Está en ascenso y se llama precariado. Su condición es mucho peor que la de los viejos proletarios. No tienen arraigo alguno, nadie que los represente ni los defienda. Ni capacidad para asegurarse un techo ni para soñar en formar familia alguna. Ni —muchas veces— posibilidad de contar con la familia como respaldo. El precariado no corresponde a una clase social tradicional. Cualquiera puede caer en él, desde un ejecutivo que ya descarta la empresa hasta una persona profesional de la aclamada clase media... y por supuesto, cualquiera de la clase obrera. Todos ellos, y especialmente ellas. Todos nosotros, y especialmente nosotras, somos carne fácil de caer en las garras del monstruo de la precariedad. El sistema mercantilista y liberal, aplaudido por las derechas y facilitado también por la política progresista, nos ha llevado hasta aquí: un mundo postindustrial, globalizado, tecnologizado y conectado, que facilita las contrataciones laborales esclavistas en una parte del mundo, y deja en un mar de inseguridades a casi todo el resto.

El proletariado era una clase con privilegios. Había convenios laborales, podían acceder a una vivienda, podían soñar con crecer en la empresa, con ganarse el respeto de la antigüedad, con una jubilación. El precariado no tiene nada de esto. A veces tiene trabajo, a veces no; a veces tiene el trabajo de buscar trabajo... Todo esto implica no solo esfuerzo y dinero, sino también angustia, frustración y baja autoestima. El precariado es peligroso. Puede explotar de rabia. Mal aconsejado, puede quedar atrapado en la retórica de la ultraderecha, como se verifica en el aumento de partidos xenófobos en toda Europa. Por eso, hay que frenarlo antes, y Standing propone ideas lógicas, como que el precariado se convierta en un movimiento político capaz de defender sus derechos, como los antiguos sindicatos. Otras ideas no son tan fácilmente aplicables sin una mayoría que lo respalde, como una renta básica universal, que sirva para dar la seguridad que antes proporcionaba el Estado de bienestar: calmar los ánimos y encauzar la gestión del tiempo mercantilizada, y con ella la felicidad.