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La distopía del euro // Todos a una o desmontar el euro

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Junio 2016 / 37

Historia económica: Quien se siga preguntando si realmente existe alternativa a la austeridad, puede enfrentar sus dudas con el análisis minucioso de William Mitchell en La distopía del euro

El euro se ha convertido en una especie de “camisa de fuerza”, según la descripción de este profesor de economía australiano, en alusión a lo difícil de dar marcha atrás al proyecto europeo de integración monetaria y a la constatación de que el euro no nos está acercando a una sociedad más justa. ¿Cómo zafarse de la camisa? El responsable del Centro por el Pleno Empleo y la Equidad de la Universidad de Newcastle (Australia) considera tres posibles vías de solución.

La distopía del euro
William Mitchell, 2016
Lola Books
565 páginas
Precio: 27,50 €

La primera, que el autor cree “altamente improbable”, pasa por establecer una verdadera federación europea con suficiente capacidad fiscal para asegurar el gasto que genere todo el empleo necesario. La segunda, hacer que el Banco Central Europeo (BCE) emita moneda para respaldar los déficit fiscales de los países. Mitchell cree infundado el temor a la inflación, y cree que la financiación monetaria directa permitiría hacer practicable la unión económica y monetaria, y que también podría ser “aconsejable” si uno o dos países abandonaran el euro. La tercera opción es su preferida: un acuerdo de la eurozona para desmantelar la moneda común. Por supuesto, añade que dicho acuerdo es “altamente improbable”, pero sí recomienda al menos que Italia y Grecia den el paso, pese a “los sustanciosos costes que conllevaría”.

Más allá de las alternativas propuestas y el desmantelamiento de lo que Mitchell denomina “pensamiento gregario neoliberal”, resulta especialmente interesante el esfuerzo de documentación del libro con el que el autor reconstruye la idea de una moneda común en Europa, empezando por el Plan Werner. Ya en 1970 se trazó un itinerario para crear una unión económica y monetaria, pero el plan daba por hecho que esa unión funcionaría como un nuevo país, con su política económica común, sus transferencias financieras internas y sus emisiones de deuda federales. 

Toda la historia del euro —del Plan Werner a Maastricht, el posterior Pacto de Estabilidad o la reacción europea a la amenaza de los mercados— camina al son de la batalla entre monetaristas (Francia, con monedas débiles y déficit externos, reticentes a instituciones supranacionales que sólo aceptan como mal menor para que Alemania no le declare más la guerra), y economistas, como la propia Alemania, Países Bajos, con buena capacidad exportadora y pavor a la inflación. 

Mitchell contrapone el concepto de trabajo garantizado al de renta  básica que defienden parte de los economistas progresistas. Se trata, resumiendo, de asegurar el pleno empleo haciendo del Estado un empleador de último recurso cuando falla el privado, y de los empleos públicos una válvula de seguridad.