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La sociedad de coste marginal cero // Internet dirá ‘Bye, bye’ al capitalismo a 40 años vista

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Octubre 2014 / 18

El capitalismo se empieza a agotar como modelo dominante para organizar nuestra vida económica. A partir de 2050, quedará arrinconado. Pero no por el triunfo de un enemigo, sino por el Internet de las cosas, la conexión de todos los objetos y personas, y la actividad colaborativa. Lo sostiene el pensador Jeremy Rifkin.

“Comprendo que esto (el declive del sistema capitalista) sea inconcebible para la mayoría de la gente, estamos condicionados”, se vacuna por anticipado el profesor de Wharton ante el previsible escepticismo con que muchos lectores puedan encajar el paisaje que dibuja en La sociedad de coste marginal cero.

La sociedad de coste marginal cero
Jeremy Rifkin.
Editorial Paidós. 2014.
461 páginas Precio: 28 €

El pensador social, hijo de empresario y autor de La Tercera Revolución Industrial o El fin del trabajo, no se considera un anticapitalista. Al contrario, aunque asegura aborrecer “los destructivos excesos” del sistema, se confiesa admirador de la pasión de grandes empresarios — de Henry Ford a Steve Jobs— porque, más allá de sus intereses pecuniarios y empresariales, han buscado satisfacer carencias y necesidades de la población, hasta transformar nuestras vidas con sus innovaciones. 

Esta pasión pesa más en la construcción de un libro interesante e idealista donde el consumidor se convierte a la vez en productor —prosumidor, se le llama—; genera su propia electricidad verde y fabrica sus propios productos mediante impresoras 3D; aprende en aulas virtuales y masivas de los mejores profesores; prefiere poder acceder a bienes y servicios más que ser su dueño; no intercambia, comparte, y prioriza calidad de vida a dinero.

No hay duda de que la crisis ha provocado un despertar, una toma de concienda, tras el ineludible cómo hemos llegado hasta aquí. Pero Rifkin no se queda ahí. Augura una nueva era de abundancia donde los bienes y los servicios serán casi gratuitos y los memos de mercado serán algo residual. Este pronóstico le ha valido calificativos de “ingenuo” en muchas de las críticas que le han llovido a Rifkin, principalmente de economistas. No se trata de que estos nieguen la extraordinaria productividad del procomún colaborativo, sino de que creen que el Internet de las Cosas acabará engullido por el capitalismo. El autor insiste en que el capitalismo y el paradigma colaborativo pueden crecer en paralelo, hasta que el segundo se acabará imponiendo, con permiso del ciberterrorismo o el cambio climático.

Lo más interesante del libro, por encima del mundo feliz que dibuja como colofón, es el encadenamiento de reflexiones que permiten a Jeremy Rifkin llegar a sus conclusiones. Primero, bucea en el pasado. Y desde ahí desarrolla la constatación de que los cambios de paradigma económico y social, que inventan y expanden nuevas maneras de hacer negocios, suelen producirse coincidiendo con una revolución en las comunicaciones y otra en materia energética, con su correspondiente impacto en la logística. Por ejemplo, la suma de la imprenta y los molinos de viento y de agua hicieron posible el salto de una economía feudal, de subsistencia, a otra de mercado, donde se empezara a producir para consumir. En la primera y la segunda Revolución Industrial, con la invención de la máquina de vapor alimentada con carbón y con el ferrocarril, y, después, con la aparición del teléfono, el alumbrado eléctrico y el petróleo (los coches) se replica el esquema. Porque toda actividad económica se basa en aprovechar la energía disponible para convertirla en productos y servicios. La sociedad de coste marginal cero razona que, hoy, la combinación las comunicaciones en red (Internet), las energías renovables y los nuevos mecanismos de logística (aparición de impresoras 3D, drones) están derivando en la construcción de una infraestructura inteligente, una red diseñada para ser abierta, distribuida y colaborativa, que conecta entre sí a personas, máquinas, objetos, viviendas, cadenas de producción, vehículos, infraestructuras o ciudades.

ADIÓS MÁRGENES: El Internet de las Cosas dispara la productividad, abarata los costes de producción, permite precios casi gratuitos, se acaba el beneficio. y con él, el mercado

Por mucho que batallen los gigantes empresariales que han dominado el siglo XX —el capitalismo requiere gestión centralizada, integración de actividades como la producción y la distribución, liderazgos jerárquicos, monopolios o duopolios— no podrán evitar que se repita el patrón del pasado y venza la innovación. Como ocurrió antes, el Internet de las comunicaciones, la logística y la energía disparan la productividad y abaratan los costes marginales de producir bienes y servicios, de modo que caen los precios hasta la casi gratuidad. Consecuencia: el beneficio, el margen de ganancias, esencia del capitalismo, se desinflan. Si no hay beneficio, la propiedad deviene irrelevante. El mercado está de más. Así, “el sistema capitalista muere”. No de golpe. Pero en 40 años, de baja.