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La sombra del KGB sigue sobre Rusia

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Junio 2022 / 103

Lo más vistoso de la reacción occidental a la invasión de Ucrania han sido las sanciones a oligarcas rusos, que incluyen la incautación de sus vistosos yates. Pero si alguien cree que esos sancionados tienen la más remota posibilidad de influir en Vladímir Putin para que pare la guerra, la lectura del libro de Catherine Belton le sacará del error.

Belton, excorresponsal en Moscú del Financial Times, describe con detalle cómo unos exagentes del KGB soviético, que iniciaron su andadura como grupo cuando Putin fue vicealcalde de San Petersburgo a principios de la década de 1990, fueron capaces de hacerse con el poder. Y una vez asentados en el Kremlin, de enriquecerse a lo grande.

El grupo proclama su ambición de recuperar la grandeza imperial, pero sus acciones las guía más el cinismo que el idealismo. De la etapa de San Petersburgo el libro recoge pactos con la mafia local sobre negocios de exportación de petróleo y el control del puerto. La relación con el crimen organizado reaparece tras ocupar el poder en Moscú, sobre todo en la canalización de dinero negro hacia el exterior de Rusia. El último capítulo del libro relata cómo una parte de ese dinero se utilizó para ayudar a Donald Trump y salvarlo de la ruina.

Paradoja: El libro detalla pactos de los exespías con el crimen organizado

Durante la presidencia de Borís Yeltsin unas pocas personas, los oligarcas, se enriquecieron obscenamente con las privatizaciones. Putin no puso en cuestión su riqueza pero, eso sí, les exigió pleitesía. En 2004 los convenció. Mijaíl Jodorkovski, entonces el hombre más rico de Rusia, fue procesado y encarcelado durante 10 años. Su empresa, la petrolera Yukos, fue desmantelada y buena parte de sus despojos fueron a parar a Rosneft, la petrolera pública a cuyo mando había sido destinado Ígor Sechin, del grupo del KGB. Ahí quedó claro que el poder judicial estaba bien alineado con el Kremlin y cuál iba a ser el destino de los empresarios díscolos.

En la Rusia actual el dinero se comparte (entre unos cuantos); el poder, no.