Los estragos de la revolución digital
Alec MacGillis, colaborador habitual de la agencia de noticias independiente ProPublica, vertebra este relato en torno a las desventuras de personajes forzados a malvivir en un trasfondo sórdido de la actividad digital que no aparece en la propaganda del sector tecnológico. Historias todas ellas de trabajadores de Amazon, empresa que el autor destaca como un protagonista, aunque no el único, de los daños colaterales resultantes de la transformación digital de Estados Unidos.
Empezando por el aumento de las desigualdades salariales, en 2015 Amazon pagaba 13 dólares por hora a los empleados de su nuevo almacén de Baltimore, ubicado en el mismo lugar en que los trabajadores de General Motors cobraban 27 dólares por hora 10 años antes. Además de que la temporalidad en esos centros logísticos es muy elevada, las condiciones de trabajo dejan que desear, con informaciones que apuntan a que la tasa de accidentes graves duplica la media del sector.
Por el contrario, los ejecutivos y los desarrolladores, con salarios medios del orden de 150.000 dólares anuales, trabajan en sedes corporativas en las ciudades prósperas. La concentración del sector digital en estas ciudades genera una brecha geográfica. Entre 2010 y 2014, más del 44% de los trabajos del ámbito digital se ubicaban en 10 áreas metropolitanas, en tanto que solo el 1% en condados sin una ciudad de 50.000 habitantes.
La agresión que las prácticas de Amazon suponen para el comercio minorista es otro daño relevante. Quienes comercializan sus productos a través de la plataforma de Amazon pagan comisiones que se han doblado desde el 15% inicial, de modo que ya representan la mayor fuente de beneficios de la empresa. Además, investigaciones en curso apuntan a que Amazon utiliza en su propio beneficio los datos que recaba sobre los que considera "competidores internos". El cierre de comercios tradicionales como resultado de esta competencia tan desigual conlleva un deterioro del comercio de proximidad, y con ello del mercado de trabajo y la calidad de vida de las localidades afectadas.
A pesar de ello, las administraciones locales incentivan con subvenciones y desgravaciones fiscales la ubicación de Amazon en sus territorios. Más aún. Un total de 238 ciudades norteamericanas participaron en una especie de operación triunfo convocada por Amazon para decidir la ubicación de una sede corporativa adicional a la de Seattle. El concurso proporcionó a Amazon una información territorial de gran valor, además de subsidios estimados en 3.500 millones de dólares de los ganadores, los Estados de Nueva York y Virginia.
Conviene, con todo, recordar que las prácticas de Amazon tienen el beneplácito tácito de millones de clientes que dan preferencia a su comodidad antes que a cuestionar la ética de la empresa. Por eso, el título original del libro: Fulfillment: Winning and Losing in One-Click America me parece preferible al de la traducción al castellano.