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¿Para qué servimos las trabajadoras sociales? // Antenas de la desigualdad

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Octubre 2020 / 84
¿Para qué servimos las trabajadoras sociales?
Lorena Gallardo y Esteban Sánchez
Catarata
112 páginas
13 euros

En España hay poco más de 40.000 trabajadoras sociales, según el Consejo General del Trabajo Social. Una mayoría aplastante de ellas son mujeres, que aparecen en lugares muy variados —centros sociosanitarios, colegios, tribunales, residencias de mayores, hospitales, centros de día, incluso universidades— pero siempre inmiscuidas en situaciones difíciles, donde el factor humano está de por medio. Adolescentes con una adicción, familias que no pueden pagar el alquiler, personas inmigrantes que necesitan integrarse, mujeres que han sobrevivido a la violencia de género, personas con alguna discapacidad o bien familiares sin formación para cuidar a un ser querido con una demencia y que no saben cómo proceder...

El libro ¿Para qué servimos las trabajadoras sociales?, escrito por dos académicos que han investigado a fondo el sector, reivindica la tarea a menudo invisible de este colectivo, poniendo el foco en su conocimiento profundo de las consecuencias reales de la desigualdad y de sus múltiples caras. Al evaluar situaciones de riesgo social y de exclusión, al definir prestaciones y  programas  —junto con equipos interdisciplinares— su papel, subrayan los autores, tiene poco que ver con la caridad y el asistencialismo, y sí con la defensa de derechos, la reducción de la desigualdad y el esfuerzo para evitar el quiebre de la cohesión social.

El libro se remonta a los antecedentes del trabajo social, al que no es ajeno el feminismo y de cuyas bases científicas se encargaron Mary Ellen Richmond (1861-1928) y Jane Addams (1860-1931). En España, señala como precursoras a Concepción Arenal y a Clara Campoamor. Pero los investigadores encuentran en el humanismo renacentista de Juan Luis Vives y en la labor de San Vicente de Paúl los fundamentos de la actividad. 

Lenguaje bélico, no: El libro elige hablar de protección y derechos, no de trincheras ante las injusticias sociales

Una proporción cada vez mayor de la ciudadanía acaba interactuando con trabajadoras sociales. Aumentó en la última gran crisis, la iniciada en 2008, y está ocurriendo también ahora, con el impacto de la pandemia, en la que el colectivo se ha ofrecido para realizar rastreos de contagios. Los últimos datos disponibles (2018) indican que fueron atendidas por ellas 5,8 millones de personas, según el Plan Concertado para el Desarrollo de Prestaciones Básicas de Servicios Sociales en Corporaciones Locales. Si se tiene en cuenta solo a las trabajadoras que están en plantilla, la cantidad de atendidos supera los 2.750 por profesional. Está claro que faltan recursos para desarrollar su tarea.

La reflexión del libro es oportuna en un contexto, el de la covid-19, en el que emergen perfiles profesionales cruciales a los que se suele prestar escasa atención. Gallardo y Sánchez claman por que en España se desarrolle un cuarto pilar del estado de bienestar —junto con la sanidad, la salud y las pensiones— en torno a los cuidados y los servicios sociales. Y, aunque defienden los avances de la Ley de Dependencia (2006), se muestran críticos con las grandes medidas que se desarrollan a medias por falta de financiación. En este sentido, afirman sin ambages que el trabajo social no es compatible con las propuestas neoliberales, porque su acción implica el crecimiento del estado de bienestar.