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Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro // Poscapitalismo: ¿Una utopía1?

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Abril 2016 / 35

Paul Mason, articulista frecuente en The Guardian, ha escrito un libro fascinante y necesario. Pero a la vez, fallido.

La tesis central del libro, con la que muchos lectores estarán de acuerdo, es que el capitalismo ya ha dado de sí lo mejor que puede dar. Es, pues, el momento de buscarle un sustituto. Para Mason, este no sería el comunismo, como Karl Marx había pronosticado, sino lo que el autor bautiza como “poscapitalismo”.

Mason describe de forma atractiva y comprensible el porqué de su diagnóstico (los límites del capitalismo) y los qués de un futuro alternativo (el poscapitalismo). Pero fracasa al esbozar una propuesta de actuación; el libro se queda corto, y mucho, en cómo hacer realidad el futuro que dibuja.

Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro
Paul Mason
Paidós, 2016
432 páginas. Precio: 23,50 €

El autor señala correctamente que la expansión del uso de las tecnologías de la información y de sus prestaciones pone en cuestión muchos de los mecanismos de mercado de una economía menos informacionalizada. Menciona ejemplos bien conocidos. Abundan plataformas que, gracias a la aportación de millones de usuarios, permiten acceder de forma gratuita a todo tipo de contenidos que antes tenían un precio. Otros mecanismos de colaboración permiten producir y ofrecer también de forma gratuita productos (como Wikipedia o el software libre) con cualidades comparables o mejores que los tradicionales. Proliferan, además, plataformas de consumo colaborativo mediante las cuales los individuos intercambian el acceso a todo tipo de bienes, desde apartamentos hasta vehículos, no siempre por un precio.

El uso extensivo de las tecnologías afecta también a la organización del trabajo. Hay una evidencia clara de que la doctrina y las prácticas de la economía neoliberal han propiciado que los réditos de los aumentos de productividad asociados a mejoras en los mecanismos de producción han revertido más en beneficios para el capital que para los trabajadores. 

A pesar de ello, y a diferencia de lo acontecido en otras etapas de discontinuidad tecnológica, la erosión de las condiciones laborales no ha encontrado una resistencia comparable por parte de las organizaciones de los trabajadores. La afiliación y la influencia de los sindicatos disminuye en los países avanzados, en una tendencia que hoy por hoy parece imparable. Más bien al contrario, el sistema propone, cuando no impone, el arquetipo del emprendedor, al que responsabiliza de generar un trabajo que el propio sistema no ofrece, al tiempo que ensalza el ideal de un trabajo autónomo, con clientes en lugar de jefes, que permitiría a cada cual organizar a su gusto su tiempo y su actividad. Más aún en una época en que muchos los medios de producción informacionales (desde los ordenadores hasta los robots, pasando por las impresoras 3D) están cada vez más al alcance de cualquiera con la preparación suficiente para utilizarlos.

En sus (pocos) 250 años de historia, el capitalismo ha sobrevivido a base de crear nuevos mercados, nuevas necesidades y puestos de trabajo lo suficientemente bien pagados para generar una demanda acorde. Este esquema parece haberse agotado. Los mercados financieros procesan cada día miles de millones de euros que prefieren invertir en productos financieros más que en modos de producción. La automatización reduce a la vez tanto los costes de muchos productos y servicios como la mano (o el cerebro) de obra necesaria para producirlos. Las plataformas colaborativas incentivan el crecimiento de producción y consumo al margen de los mecanismos convencionales de mercado. Resulta plausible que, como argumenta el autor, sea necesario un poscapitalismo que sustituya a un capitalismo neoliberal que no se puede ya adaptar al cambio tecnológico.

UN AUTOR OPTIMISTA: En las redes sociales se ve que el nuevo individuo educado y conectado creado por el 'infocapitalismo' demuestra más la indignación contra algo que la pericia para construir un nuevo orden social

Pero a partir de ahí el autor se encalla. Apunta a que el infocapitalismo ha creado un nuevo potencial agente de cambio: el individuo educado y conectado, que no se resignará a la oferta de estancamiento económico y al aumento de la desigualdad que el sistema parece limitado a ofrecer. Un individuo que buscará, pues, alternativas a través de la colaboración entre iguales, al margen de las jerarquías y los mecanismos de mercado convencionales. 

Me temo, sin embargo, que el autor peca ahí de optimismo. Es legítimo que proponga una utopía, porque las ciudades y mansiones con las que sueña la gente son aquellas que finalmente habita (Lewis Mumford). Pero, como se observa en las redes sociales, este individuo educado y conectado que habría de ser el arquitecto y constructor del futuro se comporta también con un individualismo (y/o narcisismo) desmesurado. Y a menudo, cuando se organiza en un movimiento en red, demuestra más la indignación contra algo, que se agota en sí misma, que la pericia necesaria para construir los mimbres un nuevo orden social. 

Hay por ello quien argumenta que el libro de Mason muestra, más que los límites del capitalismo, los de las políticas de la nueva y vieja izquierda. Es cruel, pero no del todo falso.