Llega el Ingreso Mínimo Vital, se refuerza la idea de la Renta Básica
Paradoja: El creciente apoyo ciudadano a una RBU contrasta con la indiferencia de políticos y opinadores profesionales.
El mes de junio se aprobó y entró en vigor la ley del Ingreso Mínimo Vital, una ley histórica, la quinta pata del Estado de Bienestar en España, según los que la promulgaron y el coro de los que la aclamaron. A la vez, nunca la idea de la Renta Básica Universal había tenido tanto eco en la opinión pública, con diversos sindicatos alternativos a los dos sindicatos principales del Reino defendiéndola, con colectivos tan distintos como el de la cultura o el de los trabajadores sociales solicitándola en manifiestos firmados por miles de personas y grupos. Y una movilización de más de 500 entidades el pasado 20 de junio en donde se reivindicaba la RBU. No es de extrañar: los colectivos ya intuyen que el IMV va a esquivar la pobreza y la precariedad de la mayor parte de la población vulnerable en el momento más crítico de los últimos 80 años. Solo vamos a poner un par de datos:
1. Si observamos la Encuesta de Condiciones de Vida de 2018, el propio Gobierno anuncia que el IMV solo va a paliar la situación de menos de la cuarta parte de la población que en 2017 estaba en situación pobreza oficial y un poco más de la mitad de la que estaba en situación de pobreza severa. Obviamente, sobre la situación actual los porcentajes de cobertura todavía van a ser más bajos.
2. Los mismos microdatos nos dicen que el IMV solo afectará al 22,9% de las familias que manifiestan padecer privación material severa (cuatro o más privaciones de una lista de nueve). Cálculos econométricos más sofisticados nos dirían que el número de familias que dejarán de padecerlas al beneficiarse del IMV será ridículo (hay familias que recibirán 10 euros al mes). Privaciones tan fundamentales para el bienestar físico y psicológico como poder mantener la vivienda a temperatura adecuada (el IMV afecta al 13,3 % de los hogares que la padecen) o poder pagar la vivienda (15,7%) tendrán un alcance mínimo (y son cifras de hace dos años, no las añadidas por la pandemia).
Cuatro causas más una
Si el IMV va a fracasar a la hora de atajar la pobreza, como ha ocurrido con las otras rentas mínimas, incluso las más dotadas ¿por qué la RBU no se vuelve una idea hegemónica entre la inmensa mayoría de políticos y opinadores profesionales cuando incluso una mayoría de la población la apoya (en la última encuesta de la Red Renta Básica un 56% de los ciudadanos del Reino) aunque sea solo para solucionar temporalmente la gravísima emergencia social en la que nos encontramos en la actualidad? Vamos a apuntar cuatro causas que afectan sobre todo al pensamiento de izquierdas que se supone está representado en el Gobierno actual y una adicional que afecta a la corriente dominante del pensamiento económico.
• Desconfianza en los datos de pobreza y de la realidad social.
La proliferación del fraude fiscal y del trabajo irregular hacen pensar que no hay tantos pobres, cuando en realidad lo que muestran es la capacidad de resiliencia de los más desfavorecidos para sobrevivir el desastroso sistema de protección social. No olvidemos que la cifra de fraude fiscal de media docena de futbolistas o actores famosos multiplica todo el fraude que pueda haber en rentas mínimas. Eso sí, con un coste de control mucho más elevado y, sobre todo, como excusa perfecta para ajustar los presupuestos dedicados a las rentas, convirtiendo derechos subjetivos en gastos ajustables a los criterios de Maastricht o al artículo 135 de la Constitución Española.
• Creencia en una sociedad meritocrática que opina que la igualdad de oportunidades realmente existe y que los pobres lo son porque no se esfuerzan.
Es un sentimiento especialmente arraigado pero no expresado en algunos políticos e intelectuales de izquierdas exitosos en sus carreras profesionales (los de derechas al menos lo explican sin complejos). Curiosamente muchos son funcionarios en activo o en excedencia y por lo tanto tienen una renta básica asegurada de por vida. Esta creencia también se manifiesta en la necesidad de reciprocidad/condicionalidad del IMV: si no aceptas cualquier trabajo, por mierda que sea, te quitan el IMV.
• El trabajo dignifica.
A estas alturas, creer que todo el mundo va a tener un trabajo digno y bien pagado gracias al mercado o a la planificación colectiva parece más un mantra para mantener la movilización de la clientela que aceptar la dureza del futuro próximo. Dos de nosotros vamos a alcanzar la edad de jubilación en un par de años. En 31 de los 49 años de vida potencialmente activa nuestra tasa de paro oficial habrá superado el 15% y en 41 el 10%. Un poco escépticos podemos estar, ¿no?
• Ya se pagan muchos impuestos, sobre todo las rentas del trabajo y las clases medias.
No hay que buscar mucho: con datos oficiales de Eurostat, las clases medias o bajas-medias del Reino pagan menos impuestos que sus vecinas europeas (y en general 6 puntos menos que el PIB), pero la gran diferencia es que reciben mucho en menos en servicios públicos (un 24% menos con datos del 2018) y en especial en ayudas en apoyo a las familias y a luchar contra la exclusión social (un 61% menos, que si añadimos los 3.000 millones brutos -netos de otras ayudas eliminadas o complementadas serán la mitad- del IMV serían un 54% menos). Y las estadísticas también certifican que nuestros niveles de redistribución son de los más bajos y nuestros niveles de desigualdad de los más altos en la Unión Europea.
• La resistencia a admitir que la sociedad ha cambiado.
Al igual que el modelo capitalista ordo-socio-liberal de los gloriosos 30 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial (que duró menos que los 45 que llevamos quejándonos del auge neoliberal) y que muchos cimientos de la teoría económica ortodoxa han pasado a la historia (como las expectativas racionales, la teoría monetaria que asocia expansiones cuantitativas a hiperinflaciones aseguradas y a que los bancos centrales son los únicos creadores de la moneda, la austeridad expansiva, que cuando la deuda pública supera el 80% del PIB quiebran los países, o a que el planeta es finito pero la tecnología que lo soluciona no, etc.).
Quizás se trate de no molestar a quienes prefieren que los más pudientes sigan enriqueciéndose
Desgraciadamente, la resistencia se constata en los grupos de asesores y gurús económicos con que se rodean los gobernantes, en donde con cierta soberbia intelectual -más que injustificada vistos los resultados-, lo más llamativo que opinan sobre la RB son algunos chascarrillos pretendidamente graciosos, cálculos erróneos o servilismos salidos en tromba magnificando el impacto histórico del IMV, incluso aquellos que hace cuatro años defendían gastar cinco veces más en rentas mínimas. Quizás se trata de no molestar a los verdaderos gobernantes del Reino: los que esperan que todo permanezca igual y que deprimiendo aún más las condiciones de vida de la población y enriqueciendo aún más a los más pudientes, seremos más competitivos, aunque estemos en medio de una oleada de destrucción social que solo los que sí que están en medio de la realidad se dan cuenta. Algo habrá que hacer aunque no seamos ideología hegemónica en esta plutocracia postfranquista de facto, pero sí hegemónica en sufrimiento.