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2 —AISLADOS // Día 14

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Diciembre 2020 / 8

Para evitar el contagio la medicina aboga por el aislamiento. Técnicamente es consistente. Pero, como ocurre a menudo, una solución temporal da pie a otros problemas. El impacto del encierro afecta de forma muy desigual a la gente. No es lo mismo una casa con gente adulta y dotada con Internet, una buena biblioteca y buena música que un hogar con pocas dotaciones. No es lo mismo contar con buena salud que padecer alguna enfermedad con episodios complicados en un momento en que la red de atención telefónica está al borde del colapso. No es lo mismo “teletrabajar” individualmente que estar en casa con críos a tu cargo y exigencias laborales. La soledad no querida agrava los problemas psicológicos.

Que el aislamiento no genere una crisis social depende de qué medidas y respuestas se adopten; no solo que se garanticen los suministros básicos y no falten alimentos y medicinas (lo que de por sí exige que las fronteras sean porosas y que una parte de la población quede eximida del aislamiento), sino de cómo se desplieguen políticas de soporte a la gente aislada. 

Ya han empezado a surgir redes de voluntarios que tratan de dar respuestas. Pero también un peligro: que una intervención voluntarista, poco meditada, mal coordinada, genere otros problemas. Ya ocurrió al principio de la crisis cuando todo el mundo quería dar alimentos a los pobres. Necesitamos urgentemente que políticas públicas y activismo de base encuentren mecanismos de cooperación adecuados. Una buena oportunidad para tratar de desarrollar una real innovación social.