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53 — ESPACIO PÚBLICO // Día 5

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Diciembre 2020 / 8

Durante el confinamiento las calles han estado vacías. Ahora vuelven a llenarse. Y reencontramos un permanente conflicto por el uso del espacio.

Desde el inicio de la industrialización se ha producido un proceso continuado de despoblación del mundo rural y concentración en las ciudades, donde hay que convivir en un espacio limitado, con múltiples usos que reflejan gustos personales e intereses económicos. 

Algunos son conflictos menores, como el que enfrenta a los niños que juegan a pelota con la gente mayor que toma el sol. Otros son de mayor calado, como el del coche, convertido en el amo de la trama urbana, sacrificando mucho espacio. Y es que los coches, además de contaminar, provocar accidentes y contribuir al calentamiento global, consumen mucho espacio. Solo en los últimos años se ha empezado a entender que hay que ponerle coto y cambiar el modelo de transporte urbano, aumentar los traslados a pie, bicicleta y transporte público. Pero justo cuando estábamos en esta transición han surgido otros conflictos. El de mayor escala el protagonizado por el turismo masivo y sus derivadas en forma de terrazas que monopolizan plazas y aceras y aglomeraciones de gente en lugares emblemáticos. Otros más difusos como la extensión de la tenencia de perros o el propio uso de vehículos (bicicletas, patinetes...) que vienen a sustituir al coche.

Durante el confinamiento estos conflictos han quedado congelados, pero ahora asoman con más fuerza. La razón es que las políticas de salud exigen tomar distancias y esto requiere más espacio. Volver al uso del coche privado es una mala solución, empeora la contaminación y la salud y contribuye a reforzar el calentamiento global. Optar por una movilidad sostenible supone quitarle espacio al coche. La necesidad de seguridad sanitaria reduce el espacio de los restaurantes. Los empresarios piden que se les compense con más espacio para terrazas. Supone restringir el espacio para otros usos, crear barreras a las personas con problemas de movilidad y aumentar el nivel de ruido en muchas zonas. El conflicto ya ha estallado.

Es necesario regular adecuadamente el uso del espacio en aras del bien común, pero no va a ser fácil. Este virus, además de una amenaza para la salud, es como un puntero láser que va señalando todas las contradicciones de nuestra sociedad.